lunes, 26 de mayo de 2025

Apegos (de Jesús Jesús Jesús)

 



Puedo entender a quienes se resisten a percibir o reconocer la más mínima fisura en la perfección de su Jesús. Jesús es su Jesús, y punto. Igual les ocurre a los budistas con su Buda, a los musulmanes con su Mahoma, a los algonquinos con su Manitu, y así... Incluso lo más espiritual, lo más trascendente, o sea la idea de Dios, o la negación de la existencia de Dios, hasta lo más abstracto, racional e impersonal, por ejemplo, el conocimiento científico, lo defendemos, lo amamos, lo concebimos sin ninguna diferencia ni menos animalidad que las leonas que defienden a sus cachorros… Todo o nada, obsesivamente. Seguimos amando como animales, creyendo como animales, pensando como animales. Esto no es poco, pero tampoco mejor. Al parecer, sólo se trata de diferencias de grado, pero no de tipo, para bajarle un poco los humos a la vanidad y la grandilocuencia humanas.

Dado que esta condición animalesca humana es pervasiva, la vemos aparecer por todos lados, como la mala hierba, tomando a veces formas más bizarras y encubiertas de lo que uno podría imaginar. Por ello mismo, el Jesús histórico también ha sido defendido, y también discutido con celo felino,[1] lo mismo que el Jesús teológico, doctrinal, escritural, eclesiástico, y cualquier otro que pueda parecer de lo más sólido, riguroso, objetivo, verdadero e irrefutable. Obviamente, además, con toda la gama inagotable de perspectivas y visiones que la pasión amorosa de los diferentes seres humanos sea capaz de generar, y con todo el conflicto y brutalidad inagotables que esa misma diversidad y animalidad de amores y antiamores ha generado y seguirá generando.

Yo amo el amor. Amo amar. El amor que yo amo es como el tiempo y el espacio, creemos que no queda nada afuera, lo sostiene y lo respira todo. Yo lo amo TODO con un amor extraño, y es justo aquí cuando me encuentro con mi propio JESÚS.[2] Y aunque TODO sea ILUSIÓN, sea este amor la corona y la gloria de toda ilusión.

Pero yo no voy a hablar aquí de mi Jesús, de ese Jesús, sino del Jesús de los otros, del Jesús de mi prójimo, de ese estereotipo de amor esculpido en las costras y escaras de piedra de nuestras almas, a sangre y fuego, por la historia viva y trágica de cada ser humano hasta aquí. Sea ese Jesús al que llaman ¡Señor y Dios mío!, sea ése que tantos ignoran, sea ése que también odian, sea el que fuere… Pero el único grande, el Jesús de todos—el Verbo que sabe nombrarse a sí mismo con todos los nombres humanos—se va desnudando de sus encarnaciones envejecidas y moribundas, como una crisálida que se despliega sin fin, recursivamente una y otra vez, desde su propia carne crística escuálida y amortajada; este Jesús Dios-No Dios, que se renueva y se recrea sin pausa, cobija infinitos pliegues para acurrucarte, infinitos innombrables espejos que te devuelven tu imagen transfigurándose de infinitas maneras. A veces te ves a ti mismo, a veces crees ver a tu Jesús, a veces no ves nada, a veces te aterra lo que ves. Lo llamas Jesús, lo llamo Jesús, sólo porque es fácil llamarlo Jesús, como se canta una canción de cuna a un bebé. Pero en este Jesús está también todo lo feo de todo ser humano, todo lo peor, todo lo más aberrante y maligno, lo más monstruoso que igualmente nos define humano. No, de ninguna manera es el Jesús hierático de las catedrales ni de los sacerdotes. En las cárceles, en los hospitales, en los cementerios, en los prostíbulos, en las atrocidades de la guerra, en las pobrezas mortecinas, en los actos criminales y en las crueldades más terribles se encuentran los más fieles discípulos de Jesús, ésos que, amándolo y odiándolo de una sola vez, lo crucifican, lo torturan, lo laceran, lo niegan y reniegan, se lo comen vivo, se beben su sangre, cuando sorben como vampiros desde las heridas que hombres y mujeres infligen al cuerpo sufriente de la humanidad, a Jesús Humanidad, en ti, en mí, en cada uno, pero sin excepción. Este Jesús de Amor—¡escúchese bien!—no excluye a nadie ni a nada. No es el Jesús de nuestros irrenunciables apegos a un único y verdadero Jesús. Este Jesús es el asesino y el asesinado. El cadáver descompuesto de Jesús, y el Jesús resucitado.

¿Quién conoce a este JESÚS?



[1] Los problemas, y sus multiplicidades, que ha generado la visión histórica de Jesús son inabarcables. Sólo para mostrar a quienes no conocen en profundidad y amplitud este universo de la aporía histórica en torno a Jesús, presentaré una breve sinopsis de sólo algunos aspectos discutibles, de variable importancia y tipo: “I. Problemas sobre las fuentes y la transmisión textual: 1. Anonimato original de los evangelios. Los evangelios no llevaban originalmente los nombres de Marcos, Mateo, Lucas o Juan; estos títulos fueron añadidos después, lo que plantea dudas sobre su autoría y fiabilidad directa. 2. Falta de manuscritos originales. No existen autógrafos de los evangelios; todos los textos conservados son copias de copias, con variantes acumuladas en el tiempo. 3. Diferencias textuales entre manuscritos. Hay miles de variantes textuales entre los manuscritos del Nuevo Testamento, lo que complica establecer un "texto original" fiable. 4.        Dependencia literaria y la cuestión sinóptica. Mateo, Marcos y Lucas comparten material, pero difieren en cronología, detalles y teología. La prioridad de Marcos y la hipotética fuente Q son teorías no confirmadas que generan debate. 5. Fecha tardía de composición. Los evangelios fueron escritos varias décadas después de la muerte de Jesús (aprox. 70–100 d.C.), en comunidades alejadas de los hechos descritos. 6. Transmisión oral y distorsión de la memoria. La tradición oral entre los eventos y su redacción pudo haber distorsionado o reelaborado los hechos para ajustarse a necesidades litúrgicas o teológicas. II. Problemas sobre el contenido y la coherencia narrativa. 7. Contradicciones entre los evangelios. Hay discrepancias importantes entre los relatos evangélicos, por ejemplo, en la genealogía de Jesús, los detalles de la resurrección, o la duración del ministerio. 8. Falta de evidencia externa directa. No existen fuentes contemporáneas externas que verifiquen de forma concluyente los milagros o eventos sobrenaturales narrados. 9. El silencio de autores contemporáneos. Filósofos, historiadores y cronistas del siglo I no mencionan a Jesús, o lo hacen de forma indirecta o muy tardía (como en el caso de Josefo o Tácito, con interpolaciones posibles). 10. Inconsistencias en la cronología pascual. Los evangelios no coinciden sobre la fecha de la crucifixión en relación con la Pascua judía, especialmente entre los sinópticos y Juan. 11. Problemas con el censo de Quirino. El censo mencionado en Lucas (para justificar el nacimiento en Belén) no coincide históricamente con los reinados de Herodes y Quirino. 12. Ausencia de detalles biográficos claves. No se sabe con certeza cuántos años vivió Jesús, cuántos hermanos tuvo, ni qué hizo durante la mayoría de su vida (la “vida oculta”). III. Problemas de contexto sociopolítico y teológico. 13. Representación de los fariseos y judíos. Los evangelios reflejan tensiones posteriores entre cristianos y judíos, atribuyendo a los judíos una culpa que refuerza estereotipos antijudíos. 14. Inverosimilitud de ciertas escenas judiciales. Es dudoso que un juicio nocturno como el de Jesús, según los evangelios, se realizara bajo el Sanedrín en esas condiciones. 15. Uso de profecías del Antiguo Testamento

Los evangelios parecen haber modelado eventos en la vida de Jesús para que cumplieran pasajes proféticos, más que registrarlos históricamente. 16. Expectativas mesiánicas y reinterpretación. Jesús no cumplió muchas de las expectativas judías sobre el Mesías (liberación política, restauración del templo), lo cual llevó a reinterpretar su figura como “Mesías sufriente”. IV. Problemas hermenéuticos y filosófico-teológicos. 17. Tensión entre historia y fe. La intención teológica de los evangelios (convencer de que Jesús es el Mesías) puede haber primado sobre la fidelidad a los hechos históricos. 18. Milagros y verificación histórica. La historicidad de los milagros no puede verificarse con métodos históricos convencionales, lo que coloca muchos relatos fuera del análisis crítico empírico. 19. La resurrección como evento trascendente. La resurrección, eje de la fe cristiana, no puede demostrarse históricamente; los relatos son simbólicos y contradictorios. 20. Construcción posterior del "Jesús divino". Algunos estudiosos argumentan que la divinidad de Jesús fue desarrollada progresivamente en la tradición cristiana, y no es una autocomprensión explícita de Jesús histórico. V. Otros problemas metodológicos y culturales. 21. Proyección teológica en la figura de Jesús. Las comunidades cristianas proyectaron en Jesús conceptos culturales (como el Logos griego o el Siervo de Yahvé) que moldearon la narrativa. 22. Ausencia de testigos imparciales. Los autores de los evangelios eran creyentes comprometidos; no contamos con relatos de testigos neutrales u opositores. 23. Influencia de géneros literarios antiguos. Los evangelios usan formas literarias de la época como biografías heroicas o hagiografías, que no buscaban la objetividad moderna. 24. Idealización del martirio. La pasión de Jesús fue redactada para equipararlo a mártires heroicos y sufrientes, reforzando un modelo de redención narrativa. 25.    Redacción en contextos distintos del judaísmo palestino. Los evangelios fueron escritos en griego, en ambientes urbanos y helenizados, lo que distorsiona o transforma la figura de un profeta rural galileo. VI. Problemas textuales, de autoría y composición. 26.              Redacción comunitaria y anónima. Los evangelios reflejan tradiciones orales colectivas más que voces individuales; los autores probablemente compilaron fuentes preexistentes sin criterios modernos de autoría. 27.  Ausencia de mención directa de Jesús en Pablo sobre su vida terrenal. Pablo, la fuente más temprana, apenas menciona enseñanzas, milagros o eventos de la vida de Jesús, lo que plantea dudas sobre la circulación temprana de tales relatos. 28. Interpolaciones y ediciones tardías. Se sospecha que algunos pasajes (como el final largo de Marcos o el “Testimonium Flavianum” de Josefo) fueron añadidos o modificados por editores posteriores. 29. Construcción teológica de la infancia de Jesús. Los relatos del nacimiento de Jesús parecen construcciones teológicas destinadas a cumplir profecías, más que testimonios históricos. 30. Silencio sobre Jesús en las cartas de Santiago y Judas. Supuestos hermanos de Jesús no ofrecen casi ningún detalle sobre él en sus cartas, lo que resulta problemático si realmente lo conocieron. 31. Ausencia de una biografía continua. Los evangelios no ofrecen una narrativa cronológica uniforme o continua, sino episodios fragmentarios con grandes lagunas (como la infancia y juventud). 32. Contradicciones en el linaje mesiánico. Mateo y Lucas ofrecen genealogías incompatibles de Jesús, lo que complica la afirmación de su linaje davídico. VII. Problemas históricos y contextuales. 33. Improbabilidad del viaje a Egipto. El relato del viaje de la familia de Jesús a Egipto para huir de Herodes no tiene corroboración histórica ni coherencia geográfica clara. 34. Identificación errónea de autoridades. Los evangelios parecen no conocer con precisión la estructura del Sanedrín o el rol exacto de los sumos sacerdotes, lo que indica una distancia histórica con los hechos. 35. Desconocimiento del entorno rural galileo. El retrato de Galilea en los evangelios refleja un conocimiento limitado o estilizado de su economía, política y geografía. 36. Anacronismos imperiales. Algunos relatos parecen proyectar estructuras o conceptos romanos posteriores a la época de Jesús, lo que sugiere redacción tardía. 37. Ausencia de fuentes judías contemporáneas sobre Jesús. Las fuentes judías del siglo I (como Filón de Alejandría) no mencionan a Jesús, pese a tratar temas religiosos del mismo período. 38. Asimilación de motivos helenísticos. El nacimiento virginal, la ascensión, y otros elementos recuerdan modelos helenísticos de hombres divinos (como Esculapio o Apolonio de Tiana). 39. Ambigüedad sobre el rol de Jesús en relación con el Templo. Su posición respecto al Templo de Jerusalén es ambivalente: lo respeta, lo critica, lo purifica, lo profetiza destruido, lo trasciende. VIII. Problemas teológicos y doctrinales con implicaciones históricas. 40. Evolución de la cristología. Jesús es presentado como profeta, mesías, hijo de Dios, Logos eterno... en una progresión doctrinal que probablemente no refleja su autocomprensión original. 41. Improbabilidad histórica de discursos largos (como en Juan). Los extensos discursos atribuidos a Jesús (especialmente en Juan) difícilmente podrían haberse recordado o registrado literalmente. 42. Ambigüedad escatológica. Jesús parece anunciar un inminente fin del mundo que nunca llegó, lo que genera una tensión entre su expectativa y la posterior reinterpretación eclesial. 43. Problema del "secreto mesiánico". En Marcos, Jesús prohíbe hablar de su identidad; esta construcción teológica tiene difícil encaje en un contexto histórico real. 44. Multiplicidad de retratos incompatibles. Los evangelios ofrecen imágenes distintas de Jesús: revolucionario apocalíptico, sabio pacífico, sanador carismático, mesías espiritualizado... 45. La figura del “traidor” como construcción narrativa. La caracterización de Judas como traidor absoluto parece responder más a necesidades simbólicas que a evidencia verificable. IX. Problemas hermenéuticos, simbólicos y filosófico-políticos. 46.      Narración desde el desenlace (la cruz). La vida de Jesús está narrada retrospectivamente desde la cruz y la resurrección, lo que distorsiona la historicidad de sus acciones anteriores. 47. Problema del milagro como evidencia. Los milagros, que cumplen funciones apologéticas y simbólicas, escapan a todo análisis histórico riguroso. 48. Cristalización de discursos contra “los judíos”. La hostilidad hacia los “judíos” como colectivo puede reflejar conflictos de segunda generación más que la realidad del ministerio de Jesús. 49. Reescritura tipológica del Antiguo Testamento. Muchas escenas de los evangelios están modeladas como “cumplimientos” de escrituras hebreas, lo que puede haber distorsionado los hechos originales. 50. Problemática del “Jesús único”. La insistencia teológica en la unicidad radical de Jesús a menudo bloquea su comparación con otros líderes religiosos, lo que impide un análisis histórico libre de supuestos dogmáticos.

[2] El manifiesto de Amor entre yo y Jesús lo he expuesto en mi libro Evangelium: La Revolución del Amor (Evangelium: La Revolución del Amor). Existe una versión en inglés: Evangelium: The Revolution of Love, Archway Publishing, USA, 2019.


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