Yo soy yo, pero no soy yo, sino algo desconocido para mí y para cualquiera, que se
proyecta o materializa o realiza, u otra cosa, en el fenómeno de mí
mismo que yo experimento completamente como yo. ¿Qué soy más, yo
o (eso) no yo, si en tanto yo, no soy yo, y en tanto no soy yo, soy lo que
soy?... ¿Es real esto que experimento, y que pienso de mí mismo, y por experimentarlo
y pensarlo puede siquiera en alguna medida ser verdadero?... Si
yo no puedo dejar de experimentar lo real como irreal, y lo irreal como real, no
me está permitido diferenciar lo real de lo irreal verdaderamente. ¿Hay
alguna diferencia entre yo y no yo, primero que sea verdaderamente real,
y luego que yo pueda experimentar y conocer? Ni siquiera puedo asegurar que
existe la Verdad más allá de mí mismo. Aunque la haya más allá de mi pobre
percepción, no puedo en absoluto reconocerla, sólo puedo crear ficciones
(comprobables) de que la reconozco, y engañarme a mí mismo y a los demás de
ello. Esto es una completa aporía, el sueño de nunca acabar. No puedo
avanzar ni un milímetro más allá de ella, no puedo avanzar ni un milímetro
existencial para responderla. ¿Puedo hacer algo, algo mínimo e
insustancial que sea, pero que sea algo más, algo otro, aunque
sólo sea realmente otro dentro de lo mismo, que se hunda más
profundamente en su piel, que esta pobre e inerme conciencia que estoy
teniendo acerca de esto mismo?... El problema irresoluble del punto de apoyo absoluto
de Arquímedes para mover el Universo es que, aunque exista ese punto en algún
lugar o forma, él no puede jamás alcanzarlo u obtenerlo; y aunque, por algún
sorpresivo y original descubrimiento o invención, logre mover con su palanca el
Universo, sólo puede hacer eso, pero nada más allá que eso, nada
más que lo que puede hacer un humano con una palanca apoyada en un punto
determinado con un Universo. O sea, lo mismo que hacía antes,
pero de distinta manera, o más, o mejor. Para la mayoría, eso es suficiente.
Para mí, no,
aunque así me sienta como un perro sarnoso que se agita y convulsiona para
tratar de sacarse la sarna de encima. Yo soy libre, en cuanto soy jugado, de jugar este juego en el
que me encuentro; lo jugaré, aunque sea absurdo, hasta que ya no juegue
más por la razón o causa que sea. El que sea absurdo e imposible, hoy por hoy,
no es razón suficiente ni causa para no jugarlo. Disfruto este Juego,
porque cada día descubro que estoy en un casillero distinto que ayer y que siempre,
aunque yo no pueda ganar ni escapar de este juego. La gente en general no puede
ni imaginarse de qué nivel profundo del Juego estoy hablando. Me motiva
vivir esta vida absurda, porque no he perdido la sensación febril, infantil, la
sensación solar interna, irresistible, de que mañana, o en el instante
siguiente, puede aparecérseme una GRAN SORPRESA.