Hubo
un tiempo en que mis piernas
corrieron
descarriladas detrás de mi pensamiento,
imité
el asalto de las mariposas blancas amarillas y rojas alrededor de las nubes,
las
nubes representaron magistralmente para mí el drama de las formas infinitas
sobre
el telón cinematográfico de los ojos azules del cielo,
mi
felicidad se parecía tanto al sol de afuera y de adentro,
aun
así volteé hacia atrás como un gato erizado ante las miradas agrias,
el
bailarín converso de las cuatro esquinas sin fin del mundo.
Hubo
un tiempo en que mis sentidos
ya
no pudieron jugar con la intensidad
que
la paciencia de Dios les había perdonado sentir
y
no me importó enloquecer
ilegalmente
desde
temprana edad.
Ahora
enloquezco en regla
recordando
que viví.