Ángel
de mi guarda
nombre
aprendido en el sueño de mi infancia
entre
descensos apresurados de bondad huérfana
en
respuestas tímidas y muy mías de amor
a
un despertar de atrevidos acosos
que
a veces se enfrenta con gigantes de ensueños
y
golpes de destino incomprensible
como
rayos encadenados alrededor de mi flaca figura
entre
besos y manotazos de plumas celestiales
porque
todo ángel identifica su zona de crueldad
como
la sombra furiosa del ángel que lucha contra sí mismo
y
nos adormece sin certeza si para la vida eterna
o
para esta vida moribunda del despertar matutino.
Ángel
de la guarda sin cliché
ángel
desbordado de los mitos patrimoniales
resoplido
de una consciencia alterada por el miedo
que
se habla a sí misma convincente y convencida
en
el reconocimiento de su propio vuelo cósmico
ángel
con ángel
advenimiento
de las tormentas dulcificadas
de
las paternidades dudosas pero ciertas
de
los caminos incomprensibles del extrañamiento
humanizados
a fuerza de un dios de amor
con
ángeles guardianes como legiones de moscas santas
que
se reparten los niños del planeta
y
juegan a otorgarles dulces sueños en abrazos de felpa
o
a dejarlos caer por la angustiosa garganta de la muerte
hasta
recibirlos por el otro lado del dolor
en
la cuna de la muerte que comienza.
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