Historias de un Individuo Imposible

 

 

Capítulo 1 

12-16 años

 

 

 

Hoy he decidido comenzar a narrar completa la historia fenomenológica de este ser humano imposible, en tanto imposible, que soy yo. Y digo “imposible”, porque hasta el momento no logro entender por qué soy una persona tan extraordinariamente… rara, o única, o sobrenatural, o demente, o qué sé yo, pues, al final de cuentas, no creo que exista una palabra en lenguaje humano para calificarme adecuadamente. Claro, cualquiera puede calificarme como quiera y crea - ¡y vaya si lo han hecho! -, pero hasta hoy no he escuchado ni conocido a nadie que me ayude a encontrar la palabra que también para mí haga ¡clic!... Con el correr de las narraciones creo que irán entendido mejor por qué, a falta de algún término apropiado para la novedad que soy yo mismo, me califico en mi propia incomprensibilidad como imposible. Esto lo digo al principio, introductoriamente, con el único fin de que ustedes se mentalicen ya, con todos sus sentidos on fire - ¡es necesario! -, como cuando en el cine uno se acomoda nerviosamente al apagarse las luces para comenzar a ver una película que sabemos por adelantado que es IMPOSIBLE

12 años

Esta edad es arquetípicamente clave para los seres humanos. Los niños y niñas en muchas culturas tradicionales son iniciados a los 12 años. Jesús hace su primera aparición misional y sobrenatural a los 12 años (Lucas, 2:41-50). También es un arquetipo biológico, o programa biológico: la edad promedio en que se produce la maduración sexual reproductora - ¡cómo nos cambia la vida! -. En la numerología, en la magia y el ocultismo, el número 12 está cargado de un significado decisivo y trascendental. Eso, y mucho más. Eso y mucho más es también lo que me ocurrió a mí…

Hasta los 11 años fui un niño promedio, un niñito pasivo y apacible. A los 12 años en punto, me convertí en un mutante, en un monstruo de la naturaleza, en un abducido trascendental... Por supuesto que en ese tiempo yo no me percibía a mí mismo como me percibo desde esta avanzada edad (63), aunque tampoco la diferencia es cualitativamente tanta. En esos primeros años post-12 vivía y me vivía a mí mismo casi vertiginosamente; en cambio ahora vivo, me vivo a mí mismo, me contemplo y contemplo todo en paz, aunque sólo sea la paz de un hombre intranquilo. No he cambiado tanto, porque, al fin de cuentas, sigo viviendo hasta hoy solamente la continuación (la extensión) de mis 12 años.

¿Qué pasó?

No lo sé. Hasta el día de hoy busco una explicación a la medida humana, y no la encuentro. ¡Y vaya si he buscado y rebuscado en todas partes!... Mi mentalidad rigurosamente científica, al igual que mi mentalidad rigurosamente anticientífica, me lleva una y otra vez a atenerme a los hechos, a los data, pero también a los fenómenos. Por ello, intentaré una descripción de los hechos como hasta hoy se me aparecen a mí.

Cursaba entonces el octavo año de educación básica en el Liceo Experimental Manuel de Salas. Era yo un oscuro y tímido alumno promedio, animado sólo por la inercia de la educación obligatoria. Mi único rasgo especial y espontáneo hasta entonces, como alumno y persona-niño, consistía en el gusto de leer libros de aventuras. También había descubierto que podía escribir imitándolas y adaptándolas a mi vida personal. Recuerdo una ocasión en que mi padre, intrigado al saber que yo escribía, me pidió durante un almuerzo que le leyera algo de lo que había escrito. Era una historieta cómica, al estilo de las novelas de Marcela Paz, en la cual, en lugar de Papelucho – el protagonista de sus historias -, el narrador en primera persona era yo. Para mi sorpresa, mi padre, un hombre generalmente serio, un médico bastante hosco y parco, comenzó a sonreír, hasta que finalmente, en cierta situación que le pareció especialmente jocosa, explotó en carcajadas sin poder contener las lágrimas, las cuales le caían realmente de los ojos, y sin parar. Me sentí feliz, y desde ese momento comencé a creer que podía ser bueno escribiendo. Ése era todo mi contexto literario. Durante el segundo semestre de ese año escolar, mi profesor de Castellano por primera vez nos dio a leer un libro profundo, de contenido humano y existencial: Demian, de Herman Hesse. Desde el primer párrafo, mi niño-yo, mi persona humana, explotó… Durante esos tres días que tardé en leerlo, morí y resucité innumerables veces. No era conciente de mí mismo, sólo leía y leía y leía… Vivía a Emil Sinclair desde su propia alma, vivía cada palabra suya como vivida y salida de mi propia alma. Yo estaba ahí, y él estaba aquí, conmigo. Era tan natural, siendo tan sobrenatural… Pero en esos 3 días, simultáneamente ocurría otro fenómeno, una transmutación indescriptible y extraordinaria en mi mente y en todo mi ser interior, en mi persona toda. Sería agotador e inoportuno tratar de describir ahora y aquí en qué consistía esa transformación de cada facultad mental mía, de cada contenido conciente e inconciente de mi mente, del universo exterior, de mi autopercepción, de mi yo, de mi consciencia, de mi espíritu, y, en definitiva, de TODO. Por ahora, sólo mencionaré aquellos aspectos más generales y notables, pues había dado comienzo a una experiencia y a un proceso descomunales, que iría progresivamente desarrollándose y progresando a través de mi vida. Desde mi distancia actual, observo que en gran medida todo lo que he sido hasta aquí estaba simbólicamente representado en esa novela, en esos dos personajes unificados: Emil Sinclair y Demian… Pero, sobre todo, en Demian.

De todos aquellos aspectos de mi ser que mencioné más arriba, no puedo resaltar uno sobre otro, porque precisamente una de sus características más importantes es que se trataba de un fenómeno explosivo integral e integrado, asombrosamente integrado y abierto (dinámico). Todo calzaba con todo dentro de mí, y se extendía fuera de mí, integrando también a mi proceso interno todo lo que percibía en mi realidad exterior. Cada día - como dije - nacía y moría, no sólo al despertar y al volver a dormir, sino también varias veces durante el día, y lo mismo durante el sueño nocturno. No he conocido una experiencia similar en ningún otro humano, aunque estoy seguro de que ha ocurrido en muchos ocultos. Mencionaré de pasada cómo se transfiguraron en mí algunos de los aspectos más representativos de la condición de persona humana:

1.    Mi sensibilidad. Se amplificó, se diversificó, se desarrolló tanto, que respondía sensorial, sensitiva y emocionalmente a fenómenos y cosas de la realidad que las personas normales no perciben en su rango de sensibilidad, ni de la manera que yo podía sentir la realidad, en su totalidad y en su infinita diversidad. No digo pensar en cada cosa, entiéndase bien, sino sentir-percibir – por medio de cada capacidad humana asociada a la sensibilidad - todas las cosas, tanto las que todos perciben normalmente, como las que sólo yo percibía como “cosas” o modalidades de existencia, con una sensación única, con una relación de sensación única con el aspecto de la realidad percibido y sentido. Si yo observaba un objeto, podía verlo, graduando mi sensibilidad a voluntad como con un dial, en diferentes niveles o grados de percepción. Si miraba un árbol, podía ver una infinidad de matices de color, una geografía y una coreografía inagotables en su forma externa, en las que podía llegar a ver infinitas formas conectadas entre sí por algún maravilloso vínculo de existencia, hasta incluso ver su aura sutil con sensaciones desconocidas para el ojo natural; pero también podía sentir su yo interior, su palpitación energética vegetal y única, su raíz arraigada en el planeta, y el planeta junto con el árbol, arraigado al Universo, y el Universo, inmerso en ALGO sublimemente Mayor. ¡Era una experiencia extática, sobrecogedora, alucinante, inagotable y continua!... Todas estas son meras metáforas, porque no hemos desarrollado términos que describan esa particular y única manifestación de realidad o de existencia. Cada una de mis emociones y sentimientos se intensificaron más de lo que a veces resistía en mi estado natural, y me ponía a llorar, o a reír, o a tiritar, y hasta alguna vez me desmayaba, sin que nunca tuviese una connotación o un componente dañino para mí; y entre todos mis sentimientos y mi hipersensibilidad, el amor se desbordó por sobre toda forma y experiencia sensibles, por sobre y dentro de todo mi ser y persona, representándome que ningún sentimiento ni emoción humanas podían asimilar y acceder mejor a TODO lo que existe en esta realidad, sin excepción ninguna [que el amor]. Pero como mi sensibilidad era una parte más de un todo simultáneo que era mi mente junto con la realidad, por mi sensibilidad también entraba y salía todo lo que acontecía en cada parte, función y zona de mi cerebro y de mi mente, sin que una cualquiera se impusiese descoordinadamente sobre otra. ¿Cómo no colapsaba mi mente, mi cerebro, mi yo, etc., experimentando tal efervescencia dinámica y continua, caótica y armónica a la vez?... ¿Cómo era posible que en toda esta experiencia una confianza, una seguridad trascendental no sólo me aconteciese, sino con toda claridad me guiase tan amorosa y sabiamente?... ¡Imposible!... Porque todo mi ser y toda la realidad parecían haberse ordenado y danzar animados por un Espíritu Unificador y Supremo. No creo que en ningún idioma humano haya un concepto más extremo y superior que Espíritu, pues hasta el concepto de Dios, en su condición más puramente divina, es concebido por las mentes humanas como Espíritu. Y si hubiese algo todavía anterior y superior al Espíritu, entonces todavía mejor sería ESO lo que me ha poseído…

2.    Mi conciencia. La conciencia es como un ojo-foco ciclópeo interior de la mente. Cuando exploté, mi consciencia se expandió hacia mi interior y hacia el exterior, incluso hacia otras zonas periféricas de realidad. Se encarnó juntamente en mi consciencia un yo milenario, casi sin tiempo, como un anciano cósmico y al mismo tiempo un niño maravillado. Todo lo que experimentaba con el ojo-foco de la consciencia iba acompañado de un saber espontáneo y profundo, como brotado de alguna fuente de conocimiento total. Lo sabía todo como sin esfuerzo, pero digo todo, como cada cosa – y todo - es conocida de otra manera allá en lo más profundo de una super-realidad que se nos aleja, de una manera espiritual, esencial, holística, realizada a través de un tiempo distinto, juntamente dulce y amarga, como la vida y la muerte unificadas por una trascendencia superior. Y este saber profundo me hacía arder humildemente de ambiciosos deseos de conocer todo el saber humano, de aprender todo cuanto la experiencia humana en este plano de realidad histórica había propuesto como saber. Y comencé a leer de todo – cuando todavía no existía internet -, infatigablemente, ansiosamente por abarcar cuanto antes el conocimiento de todas las cosas. Sin embargo, una voz interior - sí que era como un soplo imperceptible, inteligente y sutil que yo atribuía a mi propia capacidad de pensamiento - me llenaba de ideas novedosas, críticas, intuitivas, creativas, poderosas, contrastantes y atrevidas, como si fuese siempre el más versado en cada especialidad, en cada materia, en cada doctrina, pero no de datos ni de contenidos específicos que yo no conocía, sino siempre del espíritu significativo y superior que sostiene fundacional y estructuralmente a cada saber y a cada conocimiento, fuese lo mismo en las ciencias, en las matemáticas, la historia, la moral, la religión, la sicología, antropología, las artes, la existencia, y todo lo demás… Eso no me hacía obtener mejores rendimientos y resultados en mis calificaciones escolares, pues el tratamiento reduccionista y trivial de las materias que me enseñaban en clases me causaba un desaliento y un desinterés continuos. Pronto comencé a leer libros bajo la mesa durante ciertas clases, o a escribir versos; o pensaba abstraído en algún asunto de mi propio interés, si al desatender no corría peligro con el profesor; o derechamente comencé a no asistir a clases después de un recreo, y quedarme hurgando solo en esos mágicos pasillos estrechos, con ese peculiar y conmovedor olor a libro antiguo, llenos de estantes polvorientos con miles de libros hechizados en el inmenso ático de un edificio antiguo, en el que se encontraba escondida la biblioteca. ¡Cuánta magia había en esa biblioteca alquímica (para mí) de Alejandría!... Ahora sé que allí, en paralelo, experimenté un portal hacia los Registros Akáshicos, que por entonces mi mente nuevamente encarnada comenzaba a recordar confusamente, pero también exultante. Todo eso pasaba por mi nueva consciencia, una consciencia ampliada que me unió (mi yo conciente) por un puente angosto, pero sólido y denso, con el hontanar de mi conciencia profunda, ésa que denominamos erróneamente inconsciente, pero que es tanto más conciente cuanto se acerca más al punto eventual de ruptura de esta nuestra ilusión mental que nos desborda por completo en este estado de vigilia y de normalidad.

Y he aquí que apareció sobrecogedoramente en el centro de esta nueva e inmensa conciencia mía, LA HUMANIDAD… ¡La vi, la vi!... ¡Por primera vez la vi con el ojo-foco de la consciencia y del espíritu!... En los libros, en la historia, en mi entorno, en el mundo, muy cerca, en todas partes. Con este descubrimiento de la humanidad y de las personas que yo comenzaba a experimentar y reconocer de una forma por completo nueva explotó el sufrimiento… Mi sufrimiento por la humanidad y a causa de la humanidad. Mi sufrimiento por mi propia humanidad deformada y sufriente. Entonces descubrí que, al sufrir tan desgarradoramente por la humanidad embrutecida y perdida, la AMABA. Y descubrí juntamente que, al amarla y sufrir, así, con toda esta conciencia sobre mi corazón, mi mente y mi alma, estaba SOLO, completamente SOLO en medio de la humanidad que me rodeaba de cerca y de lejos. Entonces sentí a Dios, y lo llamé dios, porque en ese tiempo no conocía otro concepto para esa Entidad sobrecogedora que se me manifestaba amorosamente sufriendo en todo este sufrimiento humano y mío. Y no veía entonces, no podía ver, ni me dejaban ver, que ese Dios amoroso era el mismo Dios criminal que hacía sufrir a la Humanidad y a mí mismo… ¡Contradicción terrible que comienzo a creer que comienzo a vislumbrar apenas nebulosamente el día de hoy, cuando me encuentro con mi cuerpo, mente y alma sobre el borde-abismo de la-mi realidad!... ¡Imposible!...

 

He dejado de escribir durante horas. Una sensación incómoda, complicada, me detiene. Es como si me alejara de mí mismo, de mi vida, de mi texto y me observase con la conciencia de otros, con la de ustedes, y como consecuencia de eso dudase de mí mismo, una vez más… Dudo que tenga el valor que creo que pudiera tener el compartir unas vivencias tan personales, tan subjetivas, tan ajenas a las de la mayoría de las personas. No me atrevo siquiera a confesar por qué lo escribo y qué me mueve. Esa persistente sensación de lejanía insalvable respecto de los demás seres humanos vuelve a herirme. Porque uno escribe para comunicar, para vincularse, para intimar, en definitiva. Esto que hago aquí está en un universo opuesto a tomarse selfies y subirlas a plataformas sociales. Esto que hago aquí no es sólo exposición, es mucho más extraño, difícil y peligroso que eso. Y cuando digo peligroso, no es siquiera en un sentido que ustedes puedan comprender, ni yo explicar. Siento vergüenza de que me vean así, tan desnudo, y ante ustedes, tonto. Tengo miedo de seguir escribiendo, y tengo miedo de publicarlo, sí, también, como también tengo razones, como tengo hijos, como tengo fe en tantas cosas, la fe de esos primeros cristianos que miraban a los ojos del león que se les iba a abalanzar con las fauces abiertas en el Circo Romano. Estoy escribiendo esto como si me estuviese cortando la piel con cada palabra, a pequeños pedazos, para entregárselo a ustedes como un Jesús se decía pan y carne, sangre y vino. Esa carne y esa sangre que los seres humanos, todos, después de comerla y de beberla, vivas, salen a escupirlas y vomitarlas fuera de su presencia... No soy cristiano, ya no soy cristiano. Pero Jesús, ¡oh!, si Jesús es el referente para la Humanidad no superado... ¡Imposible!... ¿Les hiere que me compare con Jesús?... ¡No soy Jesús!... ¿O sí?... ¿Soy ridículo, megalomaníaco, narcisista?... Es inevitable, tarde o temprano, que uno asuma honestamente quien uno cree que es, y no negarlo, aunque sepas que un león está saltando hacia tu cuello. Tal vez, tal vez es verdad que las palabras pueden ser una ventana, y logro que ustedes, si se dan las condiciones requeridas, puedan por ellas siquiera vislumbrar hacia adentro, no sólo mi mente, sino más invisible, mi alma.

 

Yo no tenía el control de mi mente, como tampoco lo he tenido en ningún momento de mi vida. Ustedes tampoco, y nadie... Hay tantas situaciones, decisiones, estados y procesos mentales que parecieran ser causados o depender directamente de nuestra volición, no sólo en la vida de uno como individuo, sino también en nuestras formas de vida colectivas, pero que esconden una causalidad tan ajena y diferente a la comprensión y autonomía humanas. Jamás somos independientes y autónomos, aunque poseamos algún grado de libertad; es algo parecido a experimentar alguna forma de inmovilidad (libertad), mientras estamos dentro de un planeta que se mueve alrededor del sol, y de un sol que se mueve dentro de una galaxia, y, así sucesivamente… Jamás podemos existir en una inmovilidad (científica) que no sea la que experimentamos respecto de un referente subjetivamente estanco y relativo. Por ejemplo, yo puedo permanecer con mis brazos inmóviles respecto del resto de mi cuerpo, pero no respecto del espacio (universal). Es decir, podemos permanecer inmóviles sólo respecto del espacio inmediato (referencial) que nos está rodeando, para producir el efecto circunstancial e ilusorio de inmovilidad, pero no más allá, respecto del que no podemos aparentar no movernos… ¡Y vaya que es relevante creer conocer y hasta creer controlar las causas de las cosas - ¡pobre Humanidad! -, pero no conocerlas en su causalidad profunda y sorpresivamente ascendente y emergente hasta nuestro pobre plano de ilusiones científicamente cotidianas, en donde acabarán inevitablemente quebrando de forma inesperada nuestro sólido ensueño de realidad!... Si mis brazos no se mueven respecto de mi cuerpo, pero sí respecto del espacio universal, entonces, ¿mis brazos se mueven o no se mueven, cuando no los muevo yo?[1]... Jamás tampoco podemos sentirnos libres más allá de un minúsculo contexto circunstancial y, sobre todo, ilusorio. Sin embargo, sentirnos libres – aunque sea sólo en alguna diminuta forma y grado -, o creernos libres, o sabernos libres, es más engañoso, diferente y más complejo que la determinación de la causa aparente de cualquier experiencia física y material. Esto he llegado a experimentar, a entender y a creer.

Y lo anterior lo digo aquí, porque una de las apreciaciones obvias y principales ante mi proceso interno y existencial a los 12, a los 14 o a los 16, es su condición vertiginosa y transformativa.  A los 17, en cambio, se produjo un quiebre existencial y vital tan profundo en mi vida y en mi persona, del cual nunca he logrado recuperarme, que cambió dramáticamente la dirección y la forma de mis procesos previos. Pero eso es “harina de otro costal”, así es que volvamos a los 12-16 años.

Yo me sabía, con todos mis medios, que estaba siendo llevado por Algo Inteligente y Sabio. ¡Qué fácil y natural me resultaba toda mi transformación, todo mi desenvolvimiento imprevisto junto con una realidad imprevista!... Si yo hacía algo que surgía de una sensación de “mí mismo”, al mismo tiempo percibía intuitivamente que yo no era diferente de aquellas personas que gritan una orden repitiendo las palabras que otro oculto – aunque esté en su propio pensamiento - le ordenó proferir. También era como caer por una cascada sin tener que hacer ningún esfuerzo para caer, pero igualmente sin poder resistirse. Es evidente, por otra parte, que la velocidad, la amplitud y la naturaleza de mi transformación – tan orgánica internamente - inevitablemente me iba a llevar pronto a un conflicto y desajuste con la realidad humana y natural de mi entorno próximo y también general, así como le había ocurrido a Emil Sinclair al romper el cascarón. También lo vi venir, y seguí adelante. Si la realidad no estaba hecha a mi medida, al menos yo estaba siendo hecho a la medida de lo que debía vivir en este estado de realidad.

Conocemos tan poco de la mente humana. Cuando queremos referirnos a la zona más “interna” de la experiencia subjetiva de la mente, lanzamos ingenuamente el concepto de consciencia, y luego, como un recurso desesperado, pero también innegable, hemos debido acuñar el terrible concepto que se esconde tras esta escenografía primaria de la consciencia: el inconsciente; o, menos perturbador, la inconciencia, como mera ausencia de conciencia, pero sin que posea entidad síquica como parte formativa de la mente. Yo he ido más allá en mi autoexploración a través de mi vida, pero no es oportuno hablar de ello ahora. Lo menciono así solamente para facilitar la comprensión de un tema difícil de conceptualizar y verbalizar. Cuando me referí más arriba a mi transformación descomunal de conciencia, en realidad tuve que reducir y simplificar otros procesos y fenómenos mentales que experimenté, y que carecen de una terminología conocida en el área de los estudios de la mente, pero que al menos están directamente asociados al fenómeno de la consciencia, lo mismo que al concepto sicodinámico de inconsciente. En palabras muy coloquiales, los conceptos de consciente e inconsciente son una “bolsa de gatos”, pero es lo que hay…

Este proceso expansivo integral de mi mente era estimulado, provocado, dirigido, etc., desde las profundidades de mi inconsciente, se desbordaba hasta mi consciencia y mi mente co-funcional[2], las que a su vez recibían sus propios y directos acompañamientos e intervenciones superiores, y, aquí, mi yo-conciente trataba de integrar y asimilar todo ese proceso y fenómeno a mi experiencia existencial de mí mismo y de la realidad en conjunto… ¿Qué ocurría en mi inconsciente?; ni siquiera con mínima claridad y precisión puedo explicarlo ni saberlo[3]. Casi todo lo que puedo atisbar es cuanto aparecía como una experiencia mental (fenómeno mental) a mi propia conciencia de vigilia, incluyendo en ella lo que podría denominar cierta intuición, o inspiración, acerca del inconsciente, aunque eso de la intuición, o inspiración, puede no ser más que un mero espejismo, o simplemente un pseudo-conocimiento (errado), pero también la mayor de mis verdades. ¿Seremos alguna vez capaces de saberlo?... Contemplando en retrospectiva esa edad entre los 12 y 14, me produce la impresión de haber estado soñando continuamente, como en esos sueños en que uno es el protagonista natural dentro del sueño, pero que también por momentos se reconoce y se siente soñando dentro de un sueño, como si uno hubiese entrado al sueño desde un afuera, y por tanto el yo que sueña adentro sueña y es soñado al mismo tiempo… ¡Cuánto caos creativo y explosivo, y cuánta sabiduría y armonía constructiva juntamente!... ¡Qué cerca estaba entonces del total abismo humano, de la impotencia límite de nuestra naturaleza y de la disolución de la integridad síquica! Podía presentirlo y entenderlo, pero era tal la pasión, la beatitud, el hechizo y tantas emociones sublimes más, que no había ni una pizca de miedo, de desconfianza, ni de cualquiera de esas respuestas tan humanas y animales al peligro real e imaginado de la realidad y de nosotros mismos. ¡Qué lejos y qué pobre la Sicología como ciencia humana respecto del conocer y comprender que nuestra condición mental y la existencia misma es sostenida y activada desde un PODER TRASCENDENTAL sólo invisible a nuestra propia mente y a nuestra capacidad de percibir realidad, porque nosotros somos los incapaces, y no porque las otras realidades profundas no existan, o sean insustancialmente difusas! Éste era el Poder Inconsciente que me arrastraba y que yo, al dejarme arrastrar, comencé a sentir y a percibir tan total y ubicuo, tan amorosa e íntimamente TODO, que acabé constituyéndolo como una entidad, un Ser plenamente definido y consistente, un YO-TÚ TRASCENDENTAL e INMANENTE, o sea, un DIOS. Y como este Ser, esta Experiencia desbordada y desbordaba por todas partes y sin excepción, también se me abalanzaba providencial, premonitoria y sincrónicamente, de modo que se materializó en ese mismo tiempo, espontáneamente, en el tomar la Biblia y leer, como un mero impulso interior e inconciente, y descubrir a ese Ser Trascendental también allí adentro, ante todo y sobre todo en Jesús, y a mí mismo allí también, adentro de ese Cristo viviente. Entonces, mi primer Demian-Sinclair se transfiguró en Jesús, con un efecto en mí y en todo incalculable e insondablemente mayor

 

 

 

 

 

Capítulo 2

El Anciano y el Niño 



Esta Historia no puede continuar así. Vengo a las palabras. El lenguaje articulado me somete a un estado de conciencia y a una expresión de realidad insatisfactorios, y a tantas cosas más, que actualmente trato de evitar. Ya casi no estoy en las palabras, ni en mis palabras… No me busquen aquí. No me reconozcan aquí.  Ésta es sólo una aparición fantasmagórica que se esfuma con el punto final. Todo esto suena a literatura. No sé cuánto pueda intuirse de lo que se encuentra en el trasfondo de esta palabrería. Estoy tratando de rescatar las últimas palabras de mi vida con sentido y algo de trascendencia – si la descubro - para mí y para ustedes. Algo así como un repentino diálogo conmigo mismo en medio de una plaza pública. Mucha vida y mucho teatro, todo junto. El resto del tiempo soy nada más que un cangrejo escondido en su agujero. Allí, las cosas son bien bien diferentes. Allí, las cosas seguirán siempre otro curso...

Cada día me pregunto si deberé pasar por este lapso de vida mía así no más. Siempre he intentado más de lo que he conseguido y logrado. He sido un ademán grandilocuente, como esos locos quijotescos que gesticulan tratando de representar el Universo. Un día creí que hasta la salvación de la Humanidad era parte de mi misión en la tierra. Yo era una persona especial, muy especial, y suponía que eso debía tener un efecto concordante con mi paso por el mundo. Mucho tiempo viví en complicidad con Dios. Lo experimentaba en mí y en todo, de tantas y tan maravillosas maneras. Ninguna experiencia en toda mi vida se asemeja a la inmensidad y particularidad de vivir a mi Dios, ese Dios. Ello ha sido mi experiencia suprema… Yo iba a ser un escritor, un buen escritor. Centré todos mis aprendizajes, mis esfuerzos concientes e inconcientes, mis motivaciones más queridas, en ese propósito. ¡Cómo me extasiaba escribir!... No puedo explicar la inmensidad de esa experiencia, siempre. Suponía que podría llegar a ser leído para bien de tantas personas. No es común que aparezca un individuo imposible Escribo en un blog, un sitio minúsculo en internet, igual que el agujero oscuro del cangrejo que soy.  La mayor parte de lo que he escrito está archivado o destruido, y nunca verá la luz en otros ojos. Ya no queda casi nada en pie de todo eso. Ya no queda casi nada en pie de nada, ni tampoco de Dios, aunque este particular casi es diferente de TODO.

También lo que escribo es parte de ese casi. Confesó mi amigo Hamlet: “Lo demás es silencio”.

Puedo oler, como un lobo viejo, la tempestad catastrófica que se avecina para esta Humanidad y para este Mundo, y que también he olido, como un lobo nuevo, ya desde mi adolescencia, aunque actualmente casi todo el mundo también es capaz de oler ese tan particular olor a quemado. Ya sé que no debo tratar de comprender ni saber para qué, ni por qué, escribo, ni nada de esas cosas “grandes” que me ha tocado vivir… o sea, TODO. Las razones son sólo etiquetas que les pegamos a las cosas para jugar a entenderlas y poner cara de serios y confiados, para jugar lo que llamamos la realidad. Por otra parte, no nos queda otra opción que jugar el Juego, porque estamos bien bien bien adentro de Él.

Siento compasión por mí, por ustedes, por mis seres amados, por la Humanidad. No he dejado de amar. El amor, mi amor, no se me ha caído de ninguna parte, de ninguna altura, no ha perdido su valor, quizás porque siempre ha sido lo más humilde, lo más yo mismo. Sólo está aquí, porque yo mismo estoy vivo, siempre conmigo, como mi piel ha estado toda mi vida pegada conmigo. Estoy juntando palabras porque siento amor y compasión. Que el amor sea ilusión también, ¡lo admito!... Es parte del juego. Pero es inevitable para nosotros que las ilusiones sean igualmente ilusionismo, o sea, magia, la magia misma de la existencia. Voy a hablar.

Yo no tengo nada que enseñar, nada que dar de verdad. Para enseñar y dar de verdad es necesario saber algo, poseer algo cierto. Todavía puedo crear y ofrecer ilusiones, como cuando escribía poesía, o me levantaba al alba para ir a enseñar en un colegio. Podría, pero ahora carezco del don del ilusionismo. No me puedo encantar a mí mismo, menos podría hacerlo con otros. Yo más bien me estoy diluyendo, disipando, como he visto que hacen las neblinas. Hasta mi bienamado Jesús se me presenta demasiado pesado, demasiado duro, demasiado anticuado, como una roca milenaria y desgastada que se aferra tercamente a sí misma. Sólo puedo jugar con palabras para ustedes; por ejemplo, palabras de consuelo, de esperanza, de entrega y de aceptación, subsumidos todos en medio de tanta palabrería falaz. Y de esas palpitantes por el reverso, ingrávidas ante este abismo… quedan pocas. Yo me encuentro al borde, junto al precipicio de mi realidad. Yo he querido con todo mi ser y persona venir hasta aquí, aunque nunca me imaginé lo que precisamente me he llegado a encontrar aquí. He caminado hasta aquí como un hipnotizado, un sonámbulo que da cada paso en la dirección correcta, ¿llevado?... ¿llevado?... ¡Esto es lo único que de verdad he logrado, aunque zigzagueando, tropezando, volviéndome a levantar, a través de toda mi vida, de principio a fin!... Creo que ustedes se encontrarán también en el borde y precipicio dentro de poco tiempo más, pero de su realidad. Me duele el alma saber que ustedes se encontrarán allí, habiendo NO querido llegar ahí… Me duele el alma saber que ustedes se encontrarán allí, habiendo aprendido justo lo contrario – que es parte de Lo Mismo - para estar ahí… ¿llevados?... ¿llevados?...  Recuerden, amigos míos, no sé por qué, ni para qué… ¡No teman!... Aún así, ¡no teman!... Sólo cuando estén ahí mismísimo, lo entenderán, aún sin por qué ni para qué. No necesitamos entender nada, ni saber nada de verdad, para llegar donde ha llegado la Humanidad: al borde de su Abismo.

Hace un par de años había comenzado a escribir estas Historias de un Individuo Imposible, o sea, acerca de mi propia vida. Quería rescatar los momentos más amados, más grandiosos y secretos de mi vida pasada y futura. Los resortes y engranajes invisibles del milagro de mi existencia y de la existencia. Quería revisar con una sola mirada, como un moribundo, el flujo y la sustancia profunda, como se degusta el fondo especioso y decantado de un vino añejo, agridulce, en el fondo de la botella inmóvil. Rescatar y arrojar afuera cuestiones tan íntimas y guardadas, que pocos las conocen, e incluso, muchas y así, nadie. Entonces, apenas escritos dos capítulos acerca de mis secretos de infancia y primera adolescencia, ellos, las más sagradas y supremas experiencias y saberes de esta existencia, se desprendieron de su halo intocable y divino, se desprendieron como se desprende el suelo bajo los pies, y el cielo por arriba infinito cae, ellos, que habían conservado inmarcesible su verdad y trascendencia entre la corrupción y el deterioro ilusorio de todo saber y experiencia humanos, ellos también se disolvieron en el mismo ácido de la ilusión y del delirio totales. Ya ni siquiera podían ser míos. Incluso cualquiera respuesta, cualquiera, todas, ante esta evidencia repentina se transformó también en una mascarada, un quid pro quo, una duplicación de la ilusión de la ilusión, sin excepción posible, hasta la ilusión de la constatación misma de la ilusión absoluta. Y entonces, ¿qué queda?... ¿Qué me queda?... ¿Qué nos queda?... Aparte de esta confusión y desorientación trascendentales, omnipotentes.

 

 

 

 

 

Capítulo 3

La Cima 


 

Es una alta hora de la noche. Desde hace rato me conmueven unos extraños sentimientos. Estoy de pie, tiritando en esta cima, aunque no siento frío. Las palmas de mis manos están tibias una contra otra, perpendicularmente contra mi boca. Nunca había visto tantas estrellas sobre mí. Nunca había visto tan inquietantemente negro el cielo sobre mí. Pero ahora mi vista se mueve pendularmente por abajo, tan abajo y lejos, que diviso las luces titilantes, amarillentas, de todas las ciudades, de todos los países, de todas las regiones, de todos los continentes de este mundo, alrededor de mí. Es una visión tan extraña, tan distinta de lo que allá abajo cualquiera experimenta y percibe de sí, como cuando se escudriñan entre sí dos universos paralelos. Si lo pienso, es imposible, pero yo lo estoy viendo. Eso cuenta. Mientras mi visión deambula por las diferentes geografías y relieves luminosos, expresivamente humanos, entre inmensas masas y paños de oscuridad oceánica y terrena, según me encuentre con cada punto de luz, con cada racimo de luces y resplandores, un sentimiento propio, diferente y nuevo me conmueve. ¡Qué solo me encuentro, y qué difícil ha sido llegar hasta aquí!... Entonces, se me aparecen pensamientos, como si se desgranasen desde todas las rosas de los vientos por el impacto de esta visión.

¿Qué se le debe decir, qué se le debe enseñar, qué cosa nueva, todavía no dicha, trascendental, se le debe revelar a la Humanidad[4] actual y futura? ¿Yo mismo soy portador de alguna obligación personal para con la Humanidad?... ¿Hay alguna cima tan alta, aunque no sea la más alta posible, desde donde se puedan contemplar conjunta y verdaderamente todas las cimas construidas y los valles más siniestros de esta Humanidad? Porque una de las más graves deficiencias de esta especie humana es la incapacidad colectiva e individual de contemplarse a sí misma y a su entorno de realidad, con decidida lucidez, por encima, abarcándolo todo, sin identificarse con nada particular, como si se estuviese armónicamente adentro y afuera al mismo tiempo, “más allá del bien y del mal”, pero también conviviendo con el bien y el mal. Porque una todavía más grave deficiencia de esta especie humana es su propia naturaleza y su pandemia colectiva e individual, material, biológica, sicológica, cognitiva, espiritual, moral, total,  de persuadirse a sí mismos y a los demás de que ya se ha alcanzado, al menos, el reconocimiento del verdadero camino (progresivo) hacia la precisa cima máxima y suprema de TODO, sin excepción, por una especie de continua autorrevelación científica, o, en la vertiente religiosa, sin que haya nada por encima de su “verdad”, hacia Dios, puesto que hasta Dios se supone que no puede revelar nada nuevo que contradiga y refute violentamente la “verdad” que ya reveló a sus “elegidos”, y a la Humanidad. Para esta Humanidad es todo sencillo, desbordante de recursos, como un simplemente dejarse llevar por la corriente de los avances del quehacer colectivo, o un dejarse envolver, amortajar, por este cómodo y excitante estado de cosas.

No vislumbro, y hasta donde alcanzo a colegir hoy, no sé, que haya alguna forma, alguna facultad humana, alguna posibilidad humana de alcanzar, o siquiera de ir avanzando, hacia una cima de TODO, en ningún sentido.[5]¿Qué es, entonces, el estar yo aquí?...

Yo no puedo asegurar que esto mío no sea una ilusión más de la delirancia omnímoda humana, y de la ilusión no menos delirante que nos impone el entorno físico universal. Pero estoy aquí con seguridad en la cima de todos los delirios humanos, conteniéndolos a todos juntos, aceptándolos a todos juntos, con un amor paciente, pero, honestamente, sin saber qué hacer… ¡No!... ¡No!... ¡Sí reconozco que estoy delirando!... Es necesario que yo llegue a ser borrado, olvidado, desechado, superado, como le es connatural a toda forma encarnada, succionada absolutamente dentro del torbellino conciencia, tiempo y espacio, incluso a la forma de un Dios, incluso a la forma real de este Universo. El hecho de que yo esté de pie en esta cumbre no es prueba de ningún sentido, de ningún valor, de ninguna certeza, de nada. Sin duda, ésta es una cumbre suprema mirando hacia abajo, pero al mismo tiempo es el momento crucial en que el ahogado todavía alcanza a sacar por un instante su boca a la superficie, e inspira su último sorbo de aire y agua. Pienso ahora mismo tan grande, tan colosalmente humano, como para aspirar a una verdad, aunque sólo sea la más insignificante y humilde, en tanto pienso tan erráticamente como cualquier desquiciado demente. ¡Yo existo!... Esta es la prueba del loco de que aún existo inevitablemente. Pero, aun así, ¿y si ya estoy muerto, y sólo soy un texto que habla cuando soy leído?... Todo es tanto más de cuanto se nos aparece. ¡Qué corta de luces es la conciencia humana! ¿Se puede ir más lejos en mis pretensiones de enseñar cualquier cosa relevante a esta Humanidad, si no soy representativo de nadie, por más que pueda ponerme suficientemente bien en los zapatos de cada individuo real, si nadie puede siquiera inferir qué me pasa para que me haya transformado en un perro solitario, extemporáneo, escéptico, descalzo?... Debo tratar de convencerme de cualquier cosa u opción, pero pensando, y, sobre todo, girando, girando, como un proceso local más propio de este punto apical. ¿Podría enseñarles algo que no margine a nadie, algo para todos, sin que nadie se reconozca ajeno y extraño?... ¿A cuántos de los 8 mil millones de humanos podría tocarlos?... La Humanidad no depende, en ningún sentido, de un solo individuo, ni de un montón de individuos, ni siquiera de un solo Dios. Busquen dentro de la Historia. ¡Nadie!... Estamos donde estamos y como estamos sin que ningún ser humano nos haya enseñado nada particular para ponernos aquí. Más parece depender de un destino, de un designio constrictor, omnipotente respecto de nosotros, de un Algo desnudo, pero todavía secreto… que de algún conocimiento o enseñanza, revelada o revelable. El acontecer es la verdadera revelación y la verdadera enseñanza para nuestra Humanidad, la cual no por caminar en dos patas, y no cuatro o más, se diferencia sustantivamente de cualquier artrópodo. Aunque el acontecer y el suceder sean otra gigantesca ilusión, nos contiene, como el Universo inabarcable contiene nuestro mundo azul, flotando. ¿Y cuánto más hace con nosotros?... ¡Quién sabe! Es al acontecer hacia quien nosotros debemos abrirle un nuevo camino interior, todas nuestras capacidades disponibles, nuestras fantasías transformativas más delirantes, nuestro infantil discipulado, cima sobre cima, desde la presente visible, hacia la siguiente invisible e inexistente. También nosotros podemos llegar a ser más y más acontecimiento y suceso. Yo he alcanzado aquí la cima de la materialización simbólica. Aquí los símbolos humanos más altos, más conmovedores de la creación humana ocurren, se encarnan en cosas, juegan a voluntad con las leyes de la naturaleza, sueñan y ocurren, piensan y saben, levitan, se desdoblan, se unifican, hacen milagros, aprenden de otra manera. Aquí las cosas materiales, los fenómenos, un amanecer contemplado con luna nueva, el vaso que se resbala de las manos y se quiebra, la ciencia de los números, una mariposa que se posa en el dorso de tu mano, se transforman ante todo en símbolos, en metáforas vibrantes, en pura sincronía desbordante de universos paralelos, que necesitan hablar y ocurrir de una forma nueva, superior. Aquí acontece transfiguración. Pero mensaje, enseñanza, no hay, ni para mí, ni para ustedes. Lo que realmente la Humanidad debe saber, debe aprender, solamente debe vivirlo. Yo tampoco necesito anticipar futuro, aunque en alguna medida eso ya lo sé, porque desde aquí veo más, algo más.









Capítulo 4

Una Experiencia Repugnante



  

Desde niño me llenaron la cabeza de MIERDA; aunque ésta sea una metáfora desagradable, sé que funcionará para hacerme entender. Cuando digo mierda, lamentable quiero decir TODO. Advierto que no es en absoluto mi intención herir la sensibilidad de nadie. Tampoco estoy culpando a nadie, ni me siento profundamente resentido ni dolido. Es muy raro que uno no use la palabra mierda con una carga de rabia, con una intensa carga emocional negativa, de desprecio, asco, ofensa, violencia, etc. Yo carezco de carga emocional negativa, aunque la utilizo también y la reconozco en mi biografía y aquí para representar las infiltraciones negativas dentro de mi sensibilidad personal, y su gravedad en general, en buena parte de mi vida previa… ¡Claro que podría haber utilizado otra palabra!... Creo que la uso aquí sobre todo para destacar la dificultad y el desagrado – metafóricamente asco - que me causa no poder sacarme de adentro más fácilmente esto (mierda, desecho, residuo conceptual y mental) que todavía me hace tanto daño, que me condiciona, que me embadurna inaguantablemente por dentro y por fuera. ¿Cómo podrían mis semejantes haberme ofrecido y dado algo que no fuese mierda, si ellos mismos tenían y tienen la cabeza llena de mierda?... ¡Está bien, maticemos!, hay muchos tipos de mierda... Incluso se da la paradoja frecuente de que hay mierda que no es mierda, o sólo mierda. Veamos esto de la paradoja tan frecuente. Si alguien me lee ahora, dirá con seguridad: “Yo no tengo la cabeza llena de mierda”... ¡Sí!, pero también hay personas que dicen de un pastel: “¡Esto es una mierda!”, y otras, respecto del mismo: “¡Esto es una exquisitez!”… Una de las grandes preguntas que se deriva de esta situación universal de la experiencia humana ha sido siempre histórica y filosóficamente: ¿Ese pastel es realmente algo como una exquisitez, una mierda, u otra cosa?... Es más, estoy cierto de lo que llamo la mierda infiltrada dentro de mi cabeza para casi todos los seres humanos sería otra cosa que mierda, incluso mucho les parecería un rico pastel. Demos un claro y decisivo ejemplo para que comience a visualizarse de qué hablo… La Educación. En todo el Mundo, en todas las culturas, en todos los tiempos, la educación (la formal y la informal) ha sido un eje central de toda sociedad humana. Sin educación, sin transmisión de conocimientos y experiencias, la Humanidad no habría sobrevivido hasta el día de hoy, ni tampoco habría logrado lo que ha logrado – usted, lector, entienda aquí según su criterio: pastel o mierda, u otra cosa -. Recuerde que si usted mira hacia la luna y considera que ya ha habido seres humanos saltando en ella, o piensa en un Mars Rover desplazándose sobre la superficie de Marte, se henchirá de orgullo humano, de esta civilización-pastel, y de todo lo demás que hemos llegado a desarrollar en nuestro “beneficio”. En cambio, si nos encontrásemos en el año 2043 con un planeta Tierra devastado por la destrucción nuclear y otras calamidades antropogénicas, esos humanos tendrán que reconocer que la nuestra ha sido una civilización-mierda.[6] [Ejemplifiquemos sólo de pasada: el hecho de que Einstein, y sus epígonos físicos, no hayan reconocido e incorporado la dimensión humana (bio-psico-física)[7] en sus teorías físico-matemáticas reduccionistas de la realidad, convierte su Teoría de la Relatividad, sin restarle sus méritos ciertos, también en una teoría de mierda. Es más, toda la Física y las Ciencias modernas adolecen de la misma falencia y, a fortiori, falsedad, al excluir la Dimensión Humana, en tanto dimensión universal, en paralelo a las dimensiones espacio-tiempo, multiverso, cuántica, hiperespacio, etc., no sólo de su modelo de realidad, sino de sus propios condicionantes – actualmente ignorados - para la actividad y área (sistema) de conocimiento de las Ciencias.[8]]

Bien, con la Educación obviamente nos encontramos con un conjunto de saberes transmitidos intencionalmente para beneficio de quienes los reciben y que se inoculan casi sin aceptar ninguna forma ni grado de oposición en el educado, o bien utilizando las más variadas y eficaces formas de encantamiento persuasivo (p.e., el reconocimiento social, el bienestar material).[9] Sin embargo, ya desde tempranos tiempos la Humanidad ha creado un set de conocimientos y experiencias tan numeroso y variado en sus características, condiciones y efectos, que, lo que a unos les resulta beneficioso, a otros les resulta perjudicial, como, por ejemplo, “El Arte de la Guerra”, o, en su conceptualización actual: “El Negocio de la Guerra”. Reconozco que yo también me nutrí a través de los innumerables tipos de medios culturales y educativos con la firme creencia y experiencia de estar accediendo, como un privilegiado, a la pastelería más exquisita y superior que nos ofrecía la civilización humana: las artes, las ciencias, los libros, la espiritualidad, la religión, Dios, la filosofía, la inteligencia, el conocimiento, la superación material y la autosuperación, la medicina, los valores morales, los ideales, el bien, el amor, la justicia, la humanidad, etc., etc., etc…. He dicho antes que hay muchos tipos de mierda; también podría agregar – para que se entienda mejor -, de grados, de experiencias, de parámetros, de criterios, de sentidos, etc. Se podría, y hasta debería, ampliar y profundizar en este complejísimo concepto de mierda que aquí propongo – siempre sólo metafórica y sugestivamente -, para que se comprenda cabalmente la dimensión, densidad y complejidad implícitas que posee (también en mi texto). No puedo hacerlo aquí. En cambio, hago explícito que, para mí, dicho en forma simple y banal, también hay tipos de mierdas mejores y peores. En buena medida, como meros ámbitos o áreas de la experiencia humana de civilización, todos aquellos tipos y excelencias que nombré más arriba siguen siendo para mí todavía las mejores mierdas humanas. En cambio, se han convertido en una gran mierda sus contenidos, sus logros específicos, sus conocimientos particulares. O sea, la Física, como Ciencia facultativa, para mí es una mierda relativamente mejor, que la mierda específica de la teoría de la relatividad. Sí, uno puede y debe nutrirse de mierda para funcionar concordantemente en un mundo de mierda, en el cual funciona bastante bien la mierda, pero no la crema… ¡Esto es una trampa, un engaño, una falacia, porque nadie te advierte en esta sociedad humana que TODO te está como hipnotizando para comer heces, pero lo experimentas enteramente pastel!...[10] ¿Cómo podría uno, tratando de huir de la ilusión de mierda,  encontrar un punto que no sea otro mero punto de mierda desde donde contemplar separadamente TODO?... ¡No lo sé!... Pero, al menos, es un hecho indesmentible para mí que estoy viendo feca donde antes veía pastel, y estoy experimentando, viviendo esta otra mierda separada que se siente mejor en todo sentido que toda esa otra mierda, aunque no sea del todo diferente. ¡Eso ya es, al menos, un avance entre mierda y mierda!... Tal vez TODO no sea más que una escala de mierda al infinito, en la cual uno sólo puede subir o bajar de una grada de mierda, a otra grada de mierda. [Es desagradable, ¿verdad?, que repita tanto la palabra mierda, sinónimos y derivados. Bueno, así precisamente me sé - aunque no siento -, y por eso mismo la repito por todas partes.] Intercalo aquí otro exabrupto y ejemplo significativo de algo central en el conocimiento de mierda actual: las Ciencias… ¡Qué decisiva ha sido para la Humanidad, también para mí, su presencia imperial, imperialista, que todavía crece y crece, en desmedro de los demás saberes y cosmovisiones!... Una pobre y hedionda Ciencia que teoriza sólo con ayuda de la razón humana, infantil, vérmica, sicótica; una pobre y pegajosa Ciencia que se atiene a una realidad sólo encuadrable dentro de los sentidos; una pobre y arrogante Ciencia que se ha representado y le ha metido el guante sólo con Matemáticas a un minúsculo entorno material (un Universo con un tamaño de sólo 93.000 millones de años luz) que debiera ser experimentado en relación con la infinitud incalculable, indeterminada, de realidades, modos de ser y dimensiones, a los que tenemos acceso fáctico y también posible; una pobre y delirante Ciencia que se absolutiza a sí misma como Verdad y Sucesora de Dios (Supremo)… ¡Qué aborrecible ceguera de las Ciencias, y, como causa de las Ciencias, la penosa y limitada condición humana, incapaz hasta ahora de reconocer por dónde va su increíble y desaprovechada propia grandeza!... La persona humana es un cruce interdimensional, un agujero de gusano multidimensional, incalculablemente multidimensional, la demostración más completa e inmediata del Multiverso físico y no-físico, la sobre-superación de toda Física y de toda Ciencia y de toda forma de conocimiento hasta ahora conocidas; el asombro y el milagro llevado al summum, pero experimentado desde una conciencia y una autoconciencia espontáneas tan limitadas del fenómeno, del potencial, de la complejidad de sus realidades imbricadas, de su verdadera condición natural, que le ha sido conferida de modo tan fácil, tan gratuitamente dado, tan integrado, tan unificado en su rareza y multiplicidad, que no alcanza a reconocerlo, que no alcanza a darse cuenta - ¡pobre miope! -, aunque está totalmente inmerso en esa experiencia multiversal[11], pues sólo se ha atenido a la utilización de los sentidos; a una racionalidad servil de los sentidos y la materia; a una prolongación y extensión (material-tecnológica-computacional) de los sentidos y la corporalidad física; a una emocionalidad absorbente tan básica y animal, que apenas nos diferencia de los lagartos; a un desarrollo de la mente, de la conciencia y del cerebro que apenas se asemeja al resplandor de un fósforo que pronto se apaga, habiendo podido brillar desde hace miles de años como soles hasta ahora desconocidos…

Sin embargo, no soy tan mal agradecido, tan absurdo, tan desarraigado de la experiencia de realidad que me ha acompañado toda mi vida a mí, y a todos los seres humanos desde el principio de nuestra especie, como podría colegirse de lo dicho hasta aquí. La experiencia directa de la Naturaleza, el conocimiento y desenvolvimiento humano en sociedades y en el entorno natural y físico del Universo asumido, los procesos cognitivos y sus producciones, las realizaciones materiales, la educación y las enseñanzas de todo tipo, no pueden ser calificados tan burda y exageradamente como desecho, mierda. En buena medida crecí, me desarrollé hasta donde he llegado hoy (lo mejor de mí) gracias a esos saberes, a esos maestros, aunque haya tenido que ser un proceso dialéctico, de amor y odio, de leche y veneno, para sólo así serme entonces positivo, el cual ahora denuesto y trato de exorcizar. Sólo donde me encuentro hoy, en el Borde de la Realidad, en esta condición de singularidad, los contenidos humanos aprendidos o disponibles son para mí, sólo para mí, una mierda, más que cualquier otra cosa. Incluso pido perdón por todo esto, pero realmente en mi experiencia actual de realidad es ASÍ. Seguramente algo, seguramente sólo un poco, muy poquito de tu experiencia, mi lector, se asemeja o te resuena familiar y tuya en esta mi visión extrema de la producción omnipresente del excremento humano, que a mí y a ti nos empantana y nos hunde asfixiantemente, o dulcemente, en contra de nuestra irrenunciable, profunda e incomprensible necesidad de trascender, de evolucionar hacia un punto ápex trascendental desconocido, el Gran Agujero de Gusano hacia una realidad aún no conocida, que exige irresistiblemente de nosotros la capacidad de irnos desprendiendo de TODO, transformándonos integradora y vertiginosamente en algo más y superior respecto de nosotros mismos y de TODO, contenidos por la misteriosa paciencia y gradualidad que demuestra un Universo de unos 30.000 millones de años hacia atrás, y probablemente de otros tantos hacia adelante.[12] Seamos pacientes, también vehementes, en la justa medida lo uno y lo otro, para devenir experimentando necesariamente este gran pastel y esta gran mierda, todo junto, definitivamente, al menos por ahora, a ciegas, porque no sabemos siquiera si vamos a alguna parte (inteligible), si seguiremos siquiera siendo algo semejante a lo que ahora somos, y dentro de algo semejante (Universo-multidimensionalidad), como individuos, y/o como especie.

 



[1] Heráclito de Éfeso, como expondré más adelante, conocía la respuesta como ningún humano de conocimiento público la ha conocido hasta hoy.

[2] Entiendo con este neologismo la condición de la mente en coordinación funcional con la consciencia de vigilia y el yo.

[3] La pretensión de la sicología sicoanalítica y sicodinámica de acceder a contenidos o ámbitos del inconsciente es tan precaria, que podría compararse a suponer que un conjunto de sombras chinescas proyectadas sobre la superficie de un grueso muro representa las cosas que ocurren invisibles por el otro lado de ese mismo muro. Es más probable – de acuerdo a mis experiencias y conocimientos - que los contenidos y el universo del inconsciente sean algo completamente diferente e inconcebible para nuestros contenidos y funciones síquicas asociadas a la condición de consciencia de vigilia. 

 [4] Entiéndase como quiera Humanidad, ya sea como una especie natural, un concepto antropológico, religioso, filosófico, una constatación histórica, una acumulación fáctica de individuos que se reconocen entre sí más parecidos respecto de cualquier otro ser vivo en este mundo, etc.

[5] En publicaciones anteriores he justificado y explicado por qué sostengo esta visión.

[6] Hoy por hoy no nos encontramos con una situación y experiencia tan extremas, aunque también son innumerables los hechos-mierda en escala más reducida. Creo que no necesito dar ejemplos por todos conocidos, aunque todavía no por todos sufridos.

[7] Sólo la macrodimensión Psi (psiquismo) encubre incalculables otras dimensiones de realidad, a las que se accede y se interactúa, en la medida que ello es posible, a través y por medio de la mente, la conciencia, el inconciente, el yo, las diferentes facultades mentales y cognitivas, el espíritu, la energía psico-biológica, etc. Si las Ciencias modernas y la Humanidad inteligente pusiesen la atención en esto, investigasen, experimentasen con nuevas metodologías y nuevos modos epistemológicos, con sus propias facultades cognitivas reconfiguradas, todo lo que hay, e implica, en la Mente o Psiquismo humano y animal, se derrumbaría todo el conocimiento científico adquirido hasta hoy, todo su paradigma de realidad y de conocimiento, toda experiencia humana como se vive y concibe actualmente, TODO, sin excepción.

[8] Una demostración de esto se encuentra en el hecho de que las Ciencias y sus conocimientos van cambiando necesariamente con el transcurso del devenir histórico del ser humano, a causa de su experiencia y transformación colectiva y subjetiva – incluido como tal la tecnología -, pero no por un factor intrínseco (verdad, virtud, poder, creatividad, etc.) a la Ciencia misma, a la tecnología, o a cambios sustantivos de la realidad física y material. No es la Ciencia, sus nuevos conocimientos y creaciones, los que cambian la Ciencia ni la realidad, sino es el ser humano el que cambia el conocimiento relativo de la Ciencia, la Ciencia misma, y sus efectos (logros).

[9] En capítulos anteriores he narrado cómo experimenté en mi adolescencia y adultez un autoencantamiento, una especie de autohipnosis, para exaltar y desarrollar mis propias formas de conocimiento, basadas en, y referidas a, lo que ahora considero la mierda del saber humano, pero que en su momento me resultaron una especie de ascenso sobrenatural hacia la Verdad, un logro precioso para mí y hasta para la Humanidad. También yo me hice trampa y me engañé a mí mismo, sin coacción externa, tanto como con coacción externa.

[10] Los peores enmierdadores son aquellos que afirman que todo, o esto o aquello, es una ilusión de mierda, para enseguida “enchufarte” su solución de mierda, que se te propone para superar la otra ilusión de mierda que ellos tan meritoriamente ya han desenmascarado.

[11] Otras dimensiones de realidad, además del tiempo, del espacio, del (eventual) multiverso, son la dimensión de la vida biológica, el antes y el después de la vida corporal, las dimensiones asociadas a las experiencias paranormales (telepatía, ECM, Ovnis, las apariciones (entidades) personales no biológicas, la memoria kármica, premonición, etc.), la conciencia, etc.

[12] Estos u otros datos matemáticos y teóricos que manejan los cosmólogos son una mierda ilusoria, no tanto así la referencia implícita a algún tipo de un gran antes y un gran después de TODO ESTO, aunque incluso una visión de este tipo (más empírica) pueda llegar a ser también una mierda ilusoria antropogénica, y hasta una mierda extra-antropogénica (universal).


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