Estoy sentado en el balcón de mi
departamento. Ante mí cientos de techos de distintas formas; techos de zinc, de
pizarreño, de tejas, de latón, grises, rojos, pardos, todos cansados de
soportar el peso de un cielo demasiado lejano; todos mudos de soledad y
desconsuelo; todos deformes; todos ausentes de dulzura, de calor, de alegría…
¿Por qué me siento tan triste? ¿Por qué sufro tanto contemplando este
cementerio que quiere esconder algo que yo no puedo evitar sentir?... ¿Acaso
hay verdaderamente personas en este lugar?... No quiero estar aquí, pero no sé
por qué… Trato de recordar, trato de entender, pero mi corazón sólo sufre.
Tengo siete meses de vida y me han dejado día tras día olvidado en este balcón,
sentado en mi silla de bebé, mirando techos, techos que me provocan el llanto y
nada más.
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