jueves, 9 de octubre de 2025

Aporías de la Ilusión


 

 

De la misma singular manera que el diario otrora abandonado del expedicionario George Murray Levick acabó siendo descubierto congelado en la Antártida—más de un siglo después (2014)—, yo escribo en este blog mis últimas palabras, azotado y entumecido por las borrascas del ultramundo impenetrable en que me encuentro aislado. No sé cuánto tiempo me queda. No es tampoco lo que me importa.

Ya hace unos años hallé por aquí, en la cúspide del Cabo Sin Esperanza, en el límite de TODO, una estela terrible escrita sobre un material desconocido, con grandes letras rojas, tal vez de sangre humana: TODO ES ILUSIÓN. Seguramente los astros, las galaxias y la redondez del Universo todo giran también con ojos desorbitados obsedidos alrededor de este mismo lema nuclear, tal como estos miles y millones de años yo he venido rotando especularmente y gateando alrededor de la estela TODO ES ILUSIÓN. No hay más.

El tiempo lo mido por zarpazos de pensamiento, temblores de ultramundo cuántico inespecífico, paramatemáticamente. El tiempo para mí es la clepsidra que chorrea pare vomita en todas direcciones gotas reflejas de oráculo iridiscente, ramalazos por excesos furibundos de conciencia antropoidea intracraneal, diminutos sedimentos alucinados de demencia cósmica. El TODO ES ILUSIÓN. Soy feto abortado agónico que está cayendo inadvertidamente, casi sin dolor ni aspaviento, del útero patriarcal de la existencia. Ahora soy el huérfano nuevo, el primogénito anodino del TODO ES ILUSIÓN. Ese tiempo. Soy el yo cartesiano demasiado animal que no puede evitar corcovear como un toro salvaje montado a horcajadas, hasta que muere sin saber qué es morir. TODO ES ILUSIÓN. Fauces de volcán hacia adentro, hoyo luminoso y negro, habla y calla, como mano izquierda y derecha de pianista manco.

Yo de rodillas allí delante ahora modestamente le reprochaba: ¿Cómo todo puede ser una ilusión, si tú mismo, triste lema, eres una enigmática ilusión? ¿Cómo podrías revelar esta verdad, si no eres más que una ilusión verdadera? ¿Qué consecuencias?...

¿Qué consecuencias?...

Hubo un silencio, luego un trueno definitivamente subterráneo, y el resplandor casi eléctrico de un relámpago incomprensible. Entonces lo vi. Entonces lo escuché. Lo supe TODO. Prosterné mi frente contra el suelo, gemí apenas ¡Gracias!, aunque allí mismo no había nada. Sólo existía obstinadamente LA REALIDAD.

 


 

 


sábado, 27 de septiembre de 2025

Multitudes Humanas

 

 




Multitudes humanas silenciosas, solitarias, abandonadas, aisladas, ansían la Verdad, el Bien, el Amor, el mañana. Enterradas bajo los escombros de la cotidianeidad, parasitadas por los condicionamientos de su propio cuerpo hambriento, de su cerebro delirante y ficcional que no puede detenerse, como una locomotora cayendo por un precipicio, subyugadas a sus amos tiranos internos, sus peores enemigos, hechizadas por sus amos externos, los otros humanos vampiros y zánganos que detentan poderes aberrantes, ese verdadero prójimo anticristiano, hasta elegido democráticamente. Multitudes humanas que anhelan superarse a sí mismas, pero no pueden. Multitudes humanas que tratan de ser mejores que eso, pero no pueden, aunque no pueden dejar de creer que pueden, zombis dentro de un videojuego. Formas de humo que se disuelven tratando de vivir una vida inexistente de un Universo que se va apagando dentro de un fuego inexistente. Pero el fuego sí se enciende y se apaga con certeza y precisión absoluta dentro de los quemadores de la cocina a gas del hogar de cada persona, más cierta y segura—lo único cierto y seguro—que todo el Universo.

¿Por qué no simplemente dejarnos tratar y maltratar a su antojo por nuestra propia naturaleza, por nuestro salvajismo animal personal y compartido, precisamente como se dejan ser todos los animales, sin resistencia? ¿Por qué no aceptamos simplemente, después de tanta Historia de lo mismo, que somos unas bestias egoístas, mentirosas, asesinas, materialistas, inconcientes, hedonistas, sicóticas, tal como hemos terminado acomodando y sustentando al fin nuestra existencia planetaria realista contemporánea? ¿Para qué hacernos visiones ideales y metas superiores de nosotros mismos, o proponernos constelaciones de bienes superiores a los que hay que tratar de alcanzar, realizar, desarrollar, crear, amar, interiorizar por todos los medios posibles para llegar a ellos y traerlos a este mundo? Hemos fracasado tres mil años y más intentándolo. ¡Eso también era pura ILUSIÓN! ¿Cómo tardamos tanto en darnos cuenta de eso, si estuvo todo el tiempo delante de nuestros ojos, y en todas partes, y siempre? Seguro que eso también evidenciaba y evidencia nuestra mísera y caótica naturaleza—superposición de infinitas capas de lo mismo—, tanto peor de lo que siempre hemos concebido delirantemente respecto de nosotros mismos, y respecto de lo que somos capaces. ¿O la consciencia —junto con sus adláteres—sólo será también otro condicionamiento enfermizo y alucinatorio de la naturaleza inevitable propia de este animal frustrado, enloquecido y ansioso, cuando se nos ocurre concebir y anhelar con absoluta convicción y sentido a un ser humano mejor, y a una realidad mejor? Somos animales asesinos e imbéciles de hecho, pero también santos, sabios y puros de hecho en nuestras fantasías incumplidas, en nuestras paranoias delirantes, con las que algunos llegan a identificarse al extremo de materializarlas psicokinésicamente. Quisiéramos escapar de esta condición caótica, de esta ilusión, de esta catarata que se nos cae encima sin pausa ni excepción. También y simultáneamente quisiéramos quedarnos debajo de esta catarata viva, amamos la vida sin importar si es una ilusión o un desastre, quisiéramos morir bien tardíamente. Pero también no queremos ni lo uno ni lo otro. Eso somos. Unos sólo hacen más de lo uno, otros sólo hacen más de lo otro, pero todos hacemos lo mismo en lo mismo.

Aquí donde yo estoy, en la palabra, en la conciencia, en el pensamiento, en la intuición, sólo hay más de lo mismo en lo mismo. Otros juegan tenis, van a misa, trafican drogas o armas, se embriagan, trabajan duro en una oficina, aprenden a sumar y restar, dan órdenes a sus subordinados, se inclinan ante una imagen de Buda, se ganan la vida pintando, conversan sobre física, son torturados, caminan por la calle, reciben premios, defienden a imputados, juegan por internet, evitan mirar al cielo, ostentan esto o lo otro… Yo estoy aquí donde me encuentro, como una lombriz que en un determinado momento ha descubierto que puede mirarse la cola. ¿Y eso qué? Tal vez también comienzo a mirarle la cola a todos los gusanillos, aunque ellos no pueden vérsela. Tal vez a algunas lombrices les gustaría muchísimo poder mirarse la cola, y aprender a mirársela. Pero ¿cómo podrían querer mirase la cola si no saben que poseen cola? Tal vez igualmente puedan imaginarse qué es eso, y de qué hablo. ¿Y eso qué?... Es inevitable que las lombrices sigan el rastro de otras lombrices, estamos forjados con un sexto sentido para caminar en fila. Arranca de la fila, tarde o temprano verás que detrás de ti otros han comenzado a seguirte, aunque tu peregrinar lleve al mismísimo infierno o a la nada. Si yo mismo, hasta cuando arranco, acabo descubriendo que sigo siendo parte de otra fila infinita que no logro ver. ¿Y eso qué?... Todo es así, y sobre todo de otra manera, TODO ES ILUSIÓN.

Multitudes humanas diversas, enredadas a manojos entre texturas y tejidos de sueños y delirios personales y exclusivos, concibiéndonos y tratándonos unos a otros de las más disímiles maneras, suma caótica de individuos caóticos que intentan y se afanan por saber algo más allá de lo que no saben que no saben, y hasta por saber lo que saben que no saben, ni pueden saber.

¿Entidades?[1]

Sólo son ficciones porque son para mí y percibidas por mí, individuo-ficción. Pero están aquí y donde quiera. Serán siempre ficciones, pero son infinitamente superiores a mí dentro de mi propia ficción, y por sobre la ficción de todos, y de TODO. Ellas son—digámoslo así—las que producen esta realidad-irrealidad que nosotros debemos experimentar a diario; Ellas la controlan, la dirigen, la inventan, o al menos así se nos aparece y nos acontece. No creo que yo pueda hacer nada mejor que predisponerme, o creer con convicción honesta que lo estoy haciendo, para que actúen como actúan (ocurren) en mí, y en la realidad-irrealidad que me imponen vivir, aunque entienda bien poco fuera de mi mónada de qué se trata eso. Al menos mi conciencia sí resiste este raro extremo y estado, y se puede entregar todavía animosamente a este juego juntamente con sentido y sin sentido, como experimentar que uno siempre está siendo y haciendo algo, tanto como percibir qué está aconteciendo siempre en todas partes, siendo yo mismo acontecido junto con todo (activa-pasivamente), o como si yo mismo, pobre yo consciente, me experimentase borrosa y dubitativamente también como proyección difusa y empequeñecida de esa inconmensurable Entidad.[2] Puedo cuestionarme si estoy siendo suficientemente maleable, suficientemente perceptivo y fiel a Su “presencia y voluntad”, aunque, al mismo tiempo de que me equivoque o acierte más o menos en esa apreciación y/o  en mis actos—desde una perspectiva y experiencia subjetiva y personal—, también no importa en absoluto cualquier equivocación o cualquier acierto, porque estos no existen en esta realidad dinámica que igualmente fluye indiferente al error y al acierto, como si cada error y cada acierto (de realidad-irrealidad) siempre fuesen absorbidos dentro de un océano infinito de otra cosa desconocida. Desde nuestra pequeña incompleta errática perspectiva y facultad ilusoria es como si Dios juzgase todo en un orden implicado, a veces unas faltas las castigase, pero otras, esas mismas u otras las perdonase y las omitiese, todo ello sin orden, o hasta contra el orden; o como si a veces existiese Dios, pero a veces no existiese; o como si a veces hiciese calor, pero no frío, y viceversa. Si las multitudes solitarias y oprimidas—en lugar de aspirar a tanto—pudiesen integrar evolutivamente todo esto que he mostrado, aunque sólo fuese apenas germinalmente en sus pequeñas estructuras mentales condicionadas animales, y ampliarlas un poquito más inclusivamente a eso que por ahora les resulta absurdo, ilógico, contradictorio, maligno, equivocado, impracticable, inaceptable, ajeno, el juego cósmico se nos volvería más receptivo y más disponible para la presencia a voluntad de las Entidades Infinitas (personales e impersonales) en nuestro diminuto yo y en nuestro diminuto mundo. Es “bueno” para nosotros —¡hágase Tu voluntad y la mía!—saber jugar bien el juego que no podemos dejar de jugar. TODO ES ILUSIÓN.



[1] Para la comprensión de qué entiendo por “Entidades”, véase https://rodrigoinostrozabidart.blogspot.com/2025/08/entidades-personales.html  

[2] Jesús lo representó de forma similar: “[Padre] no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22:42), y, “El que me ve a mí, ve al Padre…  yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 14:9-10) Sin embargo, el gran error de Jesús, tan humano y común, fue haber creído que entre él y Dios existía una relación completamente próxima, hasta de igualdad de hecho, como de padre a hijo, sin percatarse del abismo ontológico, y al mismo tiempo de la paradójica e incomprensible similitud, que existía entre él y la Entidad que hacía con él lo que quería, negándole el conocimiento de Su verdadera naturaleza, como el conocimiento de la naturaleza ilusoria de Jesús mismo, o sea, de unidad-sin unidad.


sábado, 20 de septiembre de 2025

La Realidad Ultrainteligente

 

Nota bene: Es probable que muchos visitantes que no me hayan leído comprensivamente antes en mi blog entiendan poco o nada de lo que aquí voy a escribir, o escuchen sólo un bar-bar-bar, —como los griegos escuchaban a los hablantes de otras lenguas—palabrería sin sentido de un bárbaro. Si no has hecho previamente un caminar vivencial junto conmigo, pero tiemblas al leer este discurso mío, como yo he temblado siempre ante la oscuridad numinosa, vuelve atrás, vuelve tras el punto-cruce tuyo y mío sobre el bucle transilusorio que siento que me mueve, y seguramente verás…

 

 

Tal vez la realidad, como la experimentamos y reconocemos, sea algo así como un bucle, de recursividad y/o no, infinito y/o no. ¡Imposible saberlo! Para intentar avanzar hacia la transilusión sólo poseemos metáforas que se desentrañan desde dentro de nuestro estado actual de realidad (ilusoria),[1] o de evolución actual del bucle de realidad—incluido nuestro estado evolutivo (natural) dentro de la sincronía evolutiva del Cosmos—. Siguiendo el orden de las metáforas, toda mi vida he sido portador de un don de sensibilidad receptiva y procesamiento de ondas finas de realidad (ilusoria), algo así como una difusa capacidad de interconexión, y conocimiento, con un nivel transustantivo de la realidad manifiesta naturalmente al ser humano, algo así como una clarividencia continua de realidad en 4D. Tengo la impresión de que voy siempre adelante, siempre viendo más y más, sin esfuerzo, como si estuviese dentro de una corriente de integración continua con un campo dinámico de realidad y transrealidad. Tal vez yo no conozca ni aprehenda más o mejor la realidad en cualquiera de sus formas, tal vez sea esto nuevo todavía nada más que una mera ilusión alquímicamente refinada, pero sí es un hecho que mi yo se amplifica más y más, como un receptáculo al que se le va agregando y acumulando experiencia de existencia (ilusoria) amplificada. Estoy dentro del juego. Hay infinitas maneras de estar dentro del juego. Cada manera por sí misma es un juego, un juego de ilusiones sin fin. Un bucle. Yo giro dentro de un señor bucle una danza ingenua y sin motivo.

Entonces, me ha advenido la visión de la metáfora del bucle ontológico asociado, a su vez, a otra metáfora, la cual he conceptualizado como ultrainteligencia. Es evidente que esta última metáfora es una proyección centralizada en una facultad y condición principal y originalmente antropogénica (i.e. inteligencia), de la misma manera que podemos llamar inteligente a una rata, o a un micelio fúngico,[2] o a una IA, o a Dios, a partir de criterios antrópicos referenciales para establecer el concepto mismo de inteligencia.[3] El ser humano (homo sapiens) desde que, hace cientos de miles de años—e ininterrumpidamente hasta hoy—, se hizo las primeras representaciones acerca de qué es esta realidad, y qué parece haber—como oculto naturalmente para nosotros—como principio, causa, razón, agente, generador, creador, etc. de esta evidencia sensorial y de conciencia que experimentamos como universo y como realidad, porque siempre ha reconocido por diferentes medios y modos que este mundo fenoménico está en un nivel de existencia paralelo a un cierto “más allá”,[4] y que existimos dentro (inmersos) de un cierto “modo de existencia más grande y que condiciona a éste nuestro”, inevitablemente ha reconocido un orden y organización, una dinámica sistémica integral, una progresión consistente y continua a través del tiempo, incluso una conexión  o relación de hecho entre formas de nuestra propia subjetividad y mente,  y una suerte de eco, o Entidad superpersonal, manifiesta en la realidad natural y también en su propio mundo síquico interno. Es difícil y hasta casi una obturación forzada de las capacidades cognitivas humanas—casi siempre a causa de circunstancias y contenidos sicológicos restrictivos, defensivos y condicionantes de estas personas positivistas (p.e., cientificistas)—negarse a representarse esas características del universo como si careciesen por completo de similitud y conexión-relación—y también prolongación y puente—con la naturaleza personal humana. No se necesita ser especialmente intuitivo, espiritual ni inteligente para percibir o representarse—digámoslo de una forma genérica y lo más abierta y amplia posible— un Algo Superior, respecto de nuestra experiencia de realidad o universo, no enteramente impersonal, sino en buena medida conmensurable respecto del mismo ser humano, o persona humana. Entonces, ante tan grande evidencia y epifanía, yo me haré una pregunta inevitable y necesariamente sesgada, en gran medida equívoca, como toda pregunta humana: ¿En qué sentido—antrópico y parantrópico—y de qué manera se puede concebir la realidad (todo lo que existe en el rango de la vivencia humana) todavía como una forma especial de inteligencia (ultrainteligencia)?

Creo que el referente histórico que mejor se me asemeja, y también propone una visión de “inteligencia” concordante con la mía, con la que traigo aquí para ilustración metafórica en el rango del entendimiento humano, es la concepción de λόγος (logos) de Heráclito—aunque hasta ahora se lo haya entendido bastante poco y demasiado antrópicamente—. El logos de Heráclito también es una entidad multívoca y multimodal—metafórica—que transita y se difunde a través de toda la realidad, podríamos decir, horizontalmente (dentro de los componentes de un determinado nivel o aspecto particular de realidad), tanto como verticalmente, en un complejo ilimitado y creciente de niveles (aspectos) o fractales de realidad (cosmos, universo, multidimensionalidad), incluso proyectándose y transfundiéndose por toda la condición, naturaleza y existencia o dimensión humana (horizontalmente), esto es para nosotros, en forma de lenguaje, palabra, cómputo, ley, ordenamiento, e inteligencia.[5] Por ello, no sería inexacto afirmar que también para Heráclito κόσμος (el cosmos-realidad) es ultrainteligente (Logos). Sin embargo, es más la incapacidad y la impotencia de Heráclito y mía, y la de cualquiera, lo que nos hace nombrar, lo que nos impone pensar y concebir transitivamente, luego y además, algo. Y seguimos adelante rengueando, o volando, sin importarnos que nada sea lo que es, porque hasta nuestra propio desvarío y locura es sólo el universo que desvaría en forma de nosotros, insistiendo en existir hasta que deje de existir, o por lo menos hasta que, en lo que a mí respecta, yo deje de existir en esta pequeña muerte que algún día voy a tener que morir, yo, también pequeño insignificante universo fractal.  No es nada absurdo, ni tampoco improbable, que entonces si yo soy universo, entonces el universo también sea yo, por ende, también inteligente como yo, obviamente no exactamente como yo, inteligencia degradada y restringida, sino a su manera, incluso de infinitas maneras (en bucle), es decir, sobre todo de aquellas que yo no podría siquiera concebir como inteligencias; y no me refiero a concebir, por ejemplo, que una piedra pueda ser de alguna manera inteligente, o un fotón, o una mesa espírita, o el sol, porque todo esto sí lo puedo concebir como alguna forma de inteligencia. Sino más allá de nuestro minúsculo rango de coherencia existencial. Porque lo que nosotros experimentamos y concebimos como realidad (Universo) es una mezcla, una imbricación inseparable e indistinguible, una neblina pegajosa entre nuestra propia proyección antrópica y subjetiva de realidad, y un fondo, o pre-proyección de realidad, que nos genera humanos y nos integra un soporte ontológico de realidad a nuestra existencia. ¡Esto es la REALIDAD! ¡Esto es la ILUSIÓN que experimentamos como metáfora inacabada de realidad! Como una marea pleamar-bajamar que va y viene desde nosotros-universo hacia la realidad, y desde el universo-realidad hacia nosotros, ahí se nos muestra por todas partes eso que ingenuamente denominamos realidad, inteligencia, o también ENTIDAD.[6] Entidad, como persona e inteligencia, y hasta ultrainteligencia. No es un absoluto delirio que tantos seres humanos hayan nombrado dios a cierta entidad-persona-inteligencia, como por ejemplo los griegos, quienes reconocieron en el trueno, en el relámpago y el rayo, en la realidad atmosférica, a un dios, Zeus (entidad-persona-inteligencia), que gobierna toda la realidad natural. Estas creencias ilusorias son más empíricas, más realistas amplificadas y metailusorias que las inmediatizadas (pseudo-realistas) y castradas experiencias y representaciones de realidad de nuestros amos, los tecno-científicos modernos hiperdelirantes.[7]

¿Por qué se me ha aparecido la visión de realidad como bucle?

No pretendo ni intento serlo, pero aquí, en este vórtice (bucle) de realidad-irrealidad en el que me encuentro existiendo, me percibo a mí mismo aconteciéndome un mago, una suerte de hechicero que busca, pero más se siente movido por algo invisible, como si yo fuese esa carta del tarot, los pases y gestos precisos para invocar y convocar los espíritus inconmensurables de la TRANSILUSIÓN. ENTIDADES—una y otra vez no me abandonan estas vibraciones sobrenaturales en cascada naturalizada, como si miro una flor amarilla y allí mismo me estremezco ante su sublimidad, ¡de pronto!, la misma flor que he mirado día tras día percibiendo—como al pasar— sólo su color amarillo, su forma vegetal que se vuelve indiferente dentro de mi campo visual acostumbrado, profano, como toda flor que se me muestra delante día tras día, manida y obvia, de pronto se hace descubrimiento, milagro, se transforma, se transfigura sobrenatural, como el ojo de un artista que atrae, desencadena, invoca, experimenta Entidades —casi siempre sin saberlo ni entenderlo—cada vez que se conmueve de cierta  manera especial y superior en el milagro de una belleza que descubre intuitivamente desbordado ante sí y dentro de sí.[8] ¿Qué necesidad hay ya para mí de que se me materialicen en alguna forma fantástica, religiosa, personificada, alienígena, artística—como dios, como voces extraordinarias, como ángeles, demonios, extraterrestres, o lo que sea—para producir ese particular efecto sobrenatural, límite, desestructurador, que una figura o forma sobrenatural acostumbra a provocar en los humanos naturalizados con su parafernalia epifánica y asombrosa,[9] si ya los puedo recibir en TODO-en mí mismo? ¡Claro que también es una ILUSIÓN!... Pero me huele también a TRANSILUSIÓN, para mí, yo gato de olfato hiperrefinado por tanto husmear.

Podría dar infinitos motivos por los que se me despliega y diversifica la metáfora del bucle. Podría dar razones y argumentos abundantes y coherentes como filósofo; podría traer a cuento innumerables ejemplos en la Naturaleza, procesados también teóricamente por las Ciencias y hasta por las Matemáticas; podría hacer relación con el concepto de bucle en Informática, y así sucesivamente. El hecho formidable de que la doble hélice (bucle) sea la formación basal de nuestro genoma humano, y del de todos los seres vivos de este planeta, no es una mera coincidencia, ni algo azaroso, físico y puramente natural. Sostengo que en toda forma manifiesta de bucle en nuestro plano de realidad hay siempre allí un portal y puente de Entidad, una presencia sustantiva supradimensional que fácilmente para TODO—tal vez especialmente para seres humanos—se puede desplegar en intercambio interdimensional. La paradoja que nos compete especialmente en nuestra condición de seres ascendentes en niveles de ilusión es que, a diferencia de cualquier cosa (objeto, fenómeno) natural que opera en grado y tipo variable como canal de manifestación y epifanía de Entidad Personal-Impersonal (ejemplo del trueno, del rayo, o de un cometa), el bucle es siempre un vector, un canal, un medio bidireccional, que permite saltar (en reversa) e interactuar—eventual y variablemente— con otra dimensión de realidad naturalmente inaccesible. La constante bucle, en sus múltiples y diversas formas, se encuentra presente transversalmente en todas nuestras experiencias y representaciones de realidad.[10] O sea, también podría denominarla de otras incalculables maneras, unas más cercanas y notorias, otras más lejanas e indirectas. Entre las palabras cercanas—sin referirme siquiera a los conceptos e ideas complejas y compuestas denominativamente con un número creciente de palabras y argumentos—, podría hablar de circuito, de espiral, de torbellino, de vórtice, caracol, rosca, tornillo, voluta, tornado, hélice, recursividad, ciclo, anillo, nudo, curva, rollo, circunferencia, giro, rizo, trenza, aro, repetición, mandala, etc., etc. Las indirectas o asociadas, son tantas e inagotables, que sólo me centraré en algunos de sus rasgos generales, los que traeré a una relación explícita con mi metáfora de bucle. Pero todo eso es el reino duro de la ilusión, de nuestra experiencia más delirante de realidad. Yo quiero ir en este vuelo mágico, aunque sólo sea un mero y vago escalofrío, por la posibilidad de la transilusión, en el ensueño de la ilusión blanda. No me puedo quedar sólo en los sentidos inmediatos, en las cosas inmediatas, en las funcionalidades inmediatas, en las evidencias inmediatas, en los seres humanos inmediatos. ¿Quién en su sano juicio puede dudar de que yo poseo el don de crear al menos una metailusión—una ilusión acerca de la ilusión—, aunque ella ni yo podamos llegar a ser una ruptura ontológica transilusoria?

El bucle de la transilusión.

Es un movimiento excepcional, un desgarramiento de la Naturaleza, aunque todavía está en la naturaleza. En su dimensión profunda no es como ningún movimiento natural (en el espacio-tiempo-materia-energía-mente). Apenas lo podemos intuir por meras representaciones y precarios códigos naturales. Quiero recordar, a modo de ejemplo, una experiencia que viví hace 44 años atrás, y que continúa inquietando y animando mi alma. “Abrí mis ojos y continué viendo despierto ante mí lo mismo que veía durante el sueño, plenamente autoconciente, antes de despertar: Ante mí se abría una especie de vórtice en colores blanco y negro; giraba velozmente en torno a un centro oscuro que yo veía en perspectiva hacia el fondo del mismo. Dejándome guiar por mi positiva intuición me adentré voluntariamente por el túnel que formaba el vórtice, el cual pareció recibirme, activándose la fuerza gravitacional hacia su fondo.[11] Yo entré en un bucle interdimensional, yo tuve una visión profética, yo vi allí anticipadamente el primer atentado al papa Juan Pablo II. Pero ahora sé que yo ni nadie puede por sí y a voluntad ascender por un bucle interdimensional. No puede haber ningún movimiento transilusorio, no hay bucle alguno interdimensional activo, si una Entidad no se hace “por sí y a voluntad” presente y directiva. Uno naturalmente cree o siente dirigir algo, invocarlo, activarlo de alguna manera y en alguna medida con la propia mente y hasta con la voluntad, uno cree provocar algo, merecerlo o no, pero todo eso es sólo una superposición de la Entidad descargada y reflejada como en espejo, sobre nuestra experiencia especular, ilusoria y natural—como un Ello duplicado en un yo miope—.[12] Entiéndase con el debido respeto, la debida cautela, y la debida mezquindad humana: la Entidad Suprema se naturaliza hasta donde quiere en la realidad nuestra, puede hacerse cosa cualquiera, graduarse en escala creciente-decreciente infinita, generalmente ambigua, como puede serlo, por ejemplo, el cometa interestelar 3I/Atlas,[13] hasta incluso hacerse humano en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es alguna forma de Entidad venida a menos, transformada en maná caído del cielo hasta hacerse, en tierra, miserable, un yo humano casi enteramente clausurado en mero yo humano; digámoslo así, una Entidad desfigurada y reducida tanto, hasta hacerse irreconocible (humano), de modo que ni siquiera se reconoce a sí misma con el debido autorrespeto, con el debido respeto de un TODO, pero que tampoco se experimenta a sí misma sin orgullo, sin aspavientos de grandeza, sin vanidad ni porquería autoafirmante, ni tampoco, por el otro extremo, con desvalorización y desprecio total de sí mismo. Yo soy entidad, venida muy a menos, extremadamente delirante, pero secretamente entidad, y eso a mí me marea, me da vértigo existencial, síquico y estomacal. ¿Dónde empiezo y dónde puedo terminar yo, incluso a partir de este yo diminuto e ilusorio que soy yo mismo, incluso aunque no sea yo quien me conduzca y transfigure más allá de mí mismo, incluso aunque eso ocurra recién dentro de un millón de años más? ¿Será todo bucle ultrainteligente próximo—como yo lo estoy viviendo—: soporte, activador, acción, aparición, cosa-ente-Entidad, perspectiva deslizante y horizonte, explosividad, desconfiguración, transfiguración y milagro, tomar-dejar, ilusión-transilusión?

No hay más que una escasa diferencia genómica entre una mosca y yo, compartimos alrededor del 60% de los genes; pero, todavía más, una mosca comparte casi el 100% con el ser humano de la distancia que hay entre una estrella cualquiera, o entre una partícula cuántica cualquiera, y nosotros aquí. ¿Qué podría esperar yo de mí mismo?

 

 



[1] Por ejemplo, en diferentes áreas, concebirlas como secuencias de Fibonacci, o fractales, o lenguajes auto-generativos, o autómatas celulares, o principio holográfico, o autoorganización crítica, o isomorfismos estructurales, o espacios cantorianos y conjuntos de medida cero, o teoría de nudos y redes, o estructuras rizomáticas, o teoría de la inflación eterna, o geometría cuántica del espacio-tiempo, o turbulencia y caos determinista. Todos estos conceptos fungirían—más allá del ámbito de su aplicación teórico-empírica, por ejemplo, para mí— solamente como metáforas actuales de un contenido común a todos ellos, eventualmente transilusorio indeterminado.

[2] Algunos filósofos y biólogos (como Lynn Margulis, Humberto Maturana o Evelyn Fox Keller) han planteado incluso que la inteligencia es una propiedad extendida de la vida, un continuo desde lo microbiano hasta lo humano.

[3] Primero se establece el concepto inteligencia como una cualidad humana por definición y por excelencia, y, de ahí, como patrón para determinar qué otra cosa o ser es o puede ser igualmente inteligente, o no. Agréguese a esta limitación la multivocidad y equivocidad del mismo concepto de inteligencia, por ejemplo, en lo que se refiere al límite difuso entre inteligencia en sentido estricto (cognitiva, reflexiva, representacional) e inteligencia en sentido biológico o adaptativo, es decir, la capacidad de resolver problemas, tomar decisiones o coordinar acciones sin necesidad de cerebro ni sistema nervioso.

[4] Las interpretaciones y representaciones históricas de qué sea este más allá son innumerables y tan variadas, como, por ejemplo, las míticas, religiosas, culturales, personales, y hasta las científicas actuales.

[5] Durante mi carrera profesional escribí varios artículos acerca de la filosofía de Heráclito en algunas revistas académicas—igualmente han quedado inéditos varios otros artículos debido a su heterodoxia y al desagrado académico generalizado que ellos provocan—, y, en relación con su sistema completo de pensamiento, menciono especialmente mi tesis doctoral (1992)—aunque aprobada, no menos despreciada académicamente—, la que posteriormente fue publicada como libro: Heráclito - Una Nueva Interpretación, Editorial Académica Española, 2015. [Sic transit gloria mundi.]

 

[6] Como expresé e intenté en ENTIDADES PERSONALES.

[7] Recuérdese que los primeros filósofos presocráticos unificaban religiosidad con visión empírica—denominada posteriormente pre-científica—de la realidad natural y del ser humano. Considero hiperdelirio la condición humana extrema que experimenta o concibe representacionalmente un segmento de realidad en algún sentido como única y exclusiva realidad, como puede ser concebir la realidad como puramente física y material (ciencias positivistas), o como creer en la existencia de un único estado, o dimensión, o bien, perfecto y divino (Cielo, eternidad, Universo único) como verdadera realidad.

[8] Los pobres pseudoartistas (reduccionistas) contemporáneos han renunciado en su mayoría a esta experiencia ilusoria amplificada, al hilo de Ariadna de esta manifestación transilusoria que ha sido la belleza para el arte tradicional, en el ocasional y privilegiado descubrimiento de la intuición del Arte y en el Arte (sobrenatural) para los grandes artistas de la Historia.

[9] En la actualidad puedo experimentar la misma vivencia ,y sobre todo el efecto personal y existencial que conlleva, por ejemplo, el encuentro cercano del tercer tipo que describo en El Terror (parte 1) - Capítulo 10 de Historias de un Individuo Imposible, sin que yo deba escenificarlo (materializarlo) en la ilusión de mi realidad física, síquica y natural. O, dicho mucho mejor, ELLOS (Entidades) ya no necesitan asumir formas condescendientes y adaptadas a mi mentalidad humana básica; ni siquiera necesitan formas para interactuar conmigo. He aquí un efecto directo y necesario de yo haber alcanzado la experiencia TODO ES ILUSIÓN.

[10] Ver supra, n.1.

[11] Véase la narración completa de esta experiencia paranormal en: https://rodrigoinostrozabidart.blogspot.com/2017/09/el-amor-es-mas-fuerte.html

[12] Eso es lo que le ocurrió también a Jesús. Véase mi poema Eloí, Eloí, ¿lama sabactani?

[13] Véase, por ejemplo, como referencia a su estado ambiguo natural, desde una perspectiva científica reduccionista e incompleta: https://es.wired.com/articulos/hay-algo-misterioso-en-el-cometa-interestelar-3i/atlas-y-varios-telescopios-lo-confirman. Pero también a su manifestación para-natural o supra-natural, a su ambigüedad antrópica sincrónica, precisamente como los ovnis recurrentemente lo hacen manifiesto para la humanidad, adecuándose (seminaturalmente) a nuestra proverbial subjetividad; véanse, por ejemplo, https://arxiv.org/abs/2507.12213; https://www.thedailybeast.com/astronomer-avi-loeb-says-unidentified-object-could-be-alien-spacecraft-weve-never-seen-such-a-thing/


jueves, 28 de agosto de 2025

ENTIDADES PERSONALES

 


 

Probablemente jamás en la Historia se le ha revelado al ser humano una verdad-ilusión tan relevante, tan decisiva, tan insoportable, tan desconcertante y extraordinaria como la que aquí voy a exponer. Sin embargo, cuando se lea con inteligencia profunda el contenido de este mensaje mío se comprenderá también por qué no ha sido necesario  el ropaje grandilocuente y sobrenatural de las supuestas grandes revelaciones divinas al ser humano, como la aparición de Yahvé a Moisés para entregarle las Tablas de la Ley, o la aparición del Espíritu Santo para consagrar la condición de Jesús como Hijo de Dios en su bautismo en el Jordán, o la Biblia, o el Corán como libros sagrados y revelados, o las visiones divinas de los profetas del A.T., o las apariciones de la Virgen de Fátima para revelar el fin de los tiempos, o las canalizaciones de Seres de Luz, y así. Este mensaje es tan humilde y corriente, producido como un simple post de un escritorcillo desconocido, yo, sin apelar a ninguna entidad sobrenatural que me la haya dictado como si se tratase de un saber sobrehumano, sino como el producto simple y oscuro de un parto literario y existencial como cualquier otro mío, y el de cualquier persona común que saca algo sin gracia y fantasioso de su propia cabeza, porque no hay nada definitiva o supremamente verdadero en nada. No hay ningún dios supremo que haga nada verdadero, no hay ningún ser humano que haga nada verdadero, nada que acontece en el universo natural es verdadero. Por lo tanto, lo más inmenso, grandioso, luminoso y cierto revelado a la Humanidad es tan insignificante, oscuro y falso—sobre todo falso—como cualquier basurilla que se pierde en un basurero mosqueado, como lo más insignificante, oscuro y falso, siempre y cuando uno se separe un poquitín del puntito negro dentro del que vivimos aquí. Léase…

 

 

Lamento muchísimas cosas y aspectos de nuestra condición humana miserable, elemental, deforme, delirante, limitada, dentro de esto que se despliega “ante nosotros” como la realidad. Esta condición de especie natural insignificante nos posibilita un acceso y relación con un segmento ínfimo y bastante elemental de esta experiencia inevitable de realidad. Hay infinitamente más que nos excede, y que por nuestra incapacidad constitutiva nos es imposible alcanzar e integrar a nuestra experiencia de realidad. Hasta ahora esta incapacidad no nos ha traído problemas evidentes para nuestro modo animal y planetario de existencia. Podríamos decir que esos otros niveles o dimensiones o formas inadvertidas de realidad nos han permitido existir con una autonomía interna, sin desafiarnos, sin epifanías demasiado invasivas, ni afectarnos de forma manifiestamente negativa—desde nuestra perspectiva natural—.

Sin embargo, lo que sufro igualmente con íntima aceptación, pero también con expectativa y anhelo, es el hecho terrible de que existen incalculables Entidades —sólo por decir algo que pueda ser comprensible—que podríamos representar como todavía cercanas a nuestro rango constitutivo de persona, y, por lo tanto, todavía podríamos valorar como entidades personales superiores a nuestra humanidad (persona).[1] Suponer que, por ejemplo, dentro de esta categoría de entidades—y entre innumerables otros tipos—puedan encontrarse seres extraterrestres (biológicos y/o materiales) venidos a nuestro planeta desde otros lugares físicos habitados de este Universo, es posible, pero poco probable. Sí creo muy probable que existan muchísimas formas de vida (extraterrestre) en el Universo, pero intuyo que este Universo en tanto físico, y en el actual estado evolutivo (físico) del mismo, establece grandes limitaciones de interrelación entre formas de vida material (físico-químicas) separadas a través de las inmensas magnitudes del espacio cósmico. En cambio, sí creo e intuyo que existen entidades personalizables superiores al ser humano que pueden interactuar con nuestra humanidad—digamos—interdimensionalmente,[2] y, para las cuales, el espacio, la materia-energía y el tiempo no son una limitación o un condicionamiento, ni tampoco son nada que los represente o manifieste en sí mismos. Sin embargo, lo que podríamos llamar su distancia ontológica respecto de nuestra condición y de nuestro hábitat físico de realidad es tan inconmensurable respecto de nuestra realidad, que nuestra humanidad por sí y desde sí seguramente carece de toda facultad y condición para aprehenderlas naturalmente. No podemos percibirlas con ninguno de nuestros sentidos, ni procesarlas cognitivamente, ni comprenderlas intelectivamente, ni acceder a ellas con nuestras formas de conciencia, ni nada más que no sea precisamente y tal como se nos materializan y personalizan.[3] Es como si no existieran en absoluto por nosotros mismos, pero existen. ¡ESTÁN AQUÍ!... ¿Cómo es ello posible? Definitivamente no son extraterrestres viajando en Ovnis, ni tampoco nada fantástico que se haya experimentado sobrenatural y anómalamente en nuestra realidad natural, aunque también puedan tomar las formas de extraterrestres que parecen viajar en naves tecnológicas, así como las formas fenoménicas más fantásticas, más surrealistas e increíbles de nuestro ideario fantástico, hasta las más naturales, y las propias de nuestra vida común y humana, cotidianas y familiares—por ejemplo, voces internas, intuiciones, pensamientos, sentimientos, visiones, sincronías, situaciones inesperadas, inspiración, accidentes, etc.—.[4] Creo que toda su fenomenología debe ser abordada cognitiva, experiencial y epistemológicamente por el ser humano como subordinada y principalmente dependiente del principio fundacional de nuestra experiencia de realidad: TODO ES ILUSIÓN.[5] Pareciera que ante todo éste fuera Su núcleo (fenomenológico) significativo para la Humanidad; como si Su principal sentido fuese anteponer ante nosotros y para nosotros el principio que rige nuestra realidad como una ilusión y un delirio, una suerte de experiencia de confrontación con la naturaleza y los límites de nuestra realidad y nuestra condición humana por medio de una ilusión fuerte debilitada.[6] Desde nuestra perspectiva, parece que QUISIERAN trastocar y subvertir nuestra experiencia y sentido de realidad desde todas las raíces mismas (físicas y antrópicas), y confrontarnos a una experiencia profundamente desestabilizadora y desestructuradora respecto de TODO, una suerte de reseteo completo de la naturaleza y condición humanas, así como de la realidad—experimentada y posible—en su totalidad.

Una terrible consecuencia para nosotros—y obvia—de nuestra propia condición ilusoria y delirante es que inevitable y necesariamente “obligamos” a esas Entidades paradimensionales a comportarse en nuestro plano ilusorio como ilusiones adaptadas a nuestros modos existenciales ilusorios, de lo contrario no habría ninguna posibilidad de vínculo y relación ontológico-existencial entre ELLOS y nosotros, seres sico-biológicos, o bien colapsaríamos en todo aspecto y sentido. De lo contrario, sería imposible que estuviesen aquí tal como se han manifestado histórica y fenoménicamente. No podrían co-existir de ninguna manera (en relación) con nosotros, y tal vez, para nosotros.[7] Los “obligamos” a ser conmensurables con el ser humano, y adecuarse y representarse de múltiples maneras conforme a nuestro modo de ser y existir—especialmente de acuerdo a nuestra subjetividad—. Eso tiene también una terrible consecuencia epistemológica y moral—entre tantas otras—. Ellos no pueden ser del todo verdaderos y buenos, como nosotros ilusoriamente concebimos la verdad y el bien—los hacemos coincidir con nuestras ilusiones de verdad y de bien—, sino también en su diversidad fenoménica tienen que aparecer también como falsos, engañosos y malos, porque todas esas valoraciones son sólo ilusiones humanas, con un sentido ante todo humano y sólo para delirantes humanos. Claramente no vienen—sólo desde nuestra perspectiva delirante “vienen” o “están”—a someterse y adaptarse completamente a nuestra incapacidad-realidad ilusoria y alucinada, aunque también en algún grado se adaptan y se someten a nuestra condición ficcional y delirante.[8] Ciertamente no están aquí ni para hacer el bien, ni para hacer el mal, ni para enseñarnos verdades ni falsedades, aunque así lo parezcan. Ya sabemos al menos un efecto que nos producen hasta ahora, y de cierto ELLOS también “lo conocen”: se está desconfigurando nuestra experiencia ilusoria y completa de realidad.

¿ Las Entidades están aquí para producir ese efecto ?... ¿Para qué?...

¿Cómo podríamos saberlo, si ni siquiera tienen intenciones como los seres humanos, ni nada equivalente, ni tampoco tienen finalidades, ni causas, ni motivos, ni razones, ni nada equivalente? Ni siquiera son Entidades, porque al fin de cuentas todo lo que yo pueda decir, todo lo que aquí he revelado, todo lo que podamos concebir sobre un Ellos, y sobre cualquier cosa, se disuelve en una niebla insondable de ilusión. Cualquier intento de profundizar cognitiva y mentalmente en cualquier forma de manifestación y sentido suyos—como experiencia transilusoria—nos lleva inevitablemente a un horizonte último y final de confusión, de impotencia, de locura y de autoaniquilación. Yo he estado en esa frontera, yo vivo junto a esa frontera.



[1] También es posible que existan Entidades que carecen de forma personalizable, o que no la hayan personalizado de hecho, en relación con este Universo, pero nos es imposible determinar que hayan advenido a nuestra dimensión de realidad en forma de entidades-no-persona (o no-ser-viviente). Por ejemplo, algún rayo, o algún trueno, podría ser el medio o presencia de una Entidad-no-persona, aunque pudiese o no también personalizarse. Uno de los problemas más insolubles y determinantes para nuestro discernimiento y correcto entendimiento de formas transdimensionales es nuestra incapacidad para diferenciar y reconocer un fenómeno transdimensional (sobrenatural) con su propia composición ilusoria, y nuestra necesaria producción cognitiva (mental) ilusoria de realidad. El tránsito, o interrelación, entre la ilusión de la transdimensionalidad extranatural y la producción delirante de realidad de la mente humana es un continuo que no tiene punto de inflexión, ni ruptura alguna, ni siquiera gradualidad manifiesta. Se experimenta naturalmente como una sola y única cosa “confusamente diferenciada-indiferenciada”.

[2] Considero que los conceptos humanos de dimensión e interdimensionalidad son una representación ontológica y física balbuceante e insuficiente respecto del fenómeno—por así decir—de multiplicidad entitativa (indeterminable) y su interacción en relación con lo que entendemos también imperfectamente como realidad. En relación con las entidades interdimensionales, creo que pueden materializarse y personalizarse en nuestro universo de realidad, pero que ninguno de los caracteres o aspectos materializados es en absoluto representativo de su naturaleza extradimensional. Es decir, el ser humano no puede conocer NADA de su naturaleza y condición propias. Un buen ejemplo de esto sería la personalización de Entidad (extradimensional) como eventual proyección Dios—física o mental—, o algo similar, (intradimensional).

[3] Para nosotros son puro fenómeno sin causa.

[4] Creo que todas las descripciones y diversidad en todo tipo de registros y testimonios históricos y culturales de lo fantástico, lo paranormal, lo sobrenatural, lo forteano, legendario, mítico, oculto, etc., que afirman haber experimentado o conocido un encuentro con algún tipo de entidad (demonios, ángeles, duendes, hadas, fantasmas, dioses, seres monstruosos o maravillosos, la Virgen, hombres de negro, alienígenas, etc.) reflejan Su presencia distorsionada y adaptada a nuestro nivel de realidad, a la mentalidad y subjetividad humanas, al sistema sico-biológico humano y animal, tanto colectivos como individuales.

[5] No me puedo todavía representar ni anticipar cómo esta nueva visión de realidad—y a partir de este principio—podría provocar una transformación de la Humanidad, individual y colectivamente, en cualquier aspecto y/o en todo lo que constituye lo humano.

[6] La ilusión puramente fuerte sería en cambio el Universo físico y nuestra experiencia de ser humanos que experimentamos como única realidad.

[7] Sí hay un vínculo (fenómeno histórico) de hecho necesario y particular entre ciertas entidades personalizadas y lo humano, aunque no comprendamos ni conozcamos nada no ilusorio de la naturaleza de este vínculo y relación.

[8] Es como si también jugasen a ser buenos y malos, verdaderos y engañosos, porque nosotros imponemos este modo de realidad para que sea realidad. Sin embargo, yo creo que además y también juegan a ser buenos y malos con un “propósito” o “sentido” desde sí—por utilizar categorías que nos hagan sentido—que nos es imposible vislumbrar y concebir a partir de nuestra condición y estado humano.


viernes, 22 de agosto de 2025

Eloí, Eloí, ¿lama sabactani?

 


 


¿Por qué Jesús gritó colgando de la cruz:

¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?!”?[1]

 

Yo lo sé.

Porque Jesús recién ahí descubrió

que él nunca había hecho un milagro,

sólo Dios hace milagros…

cuando y como Él quiere.

Porque Jesús recién ahí descubrió

que sólo era un hombre más, sin más,

tan insignificante e impotente

como yo,

cuando Dios no quiere ser Dios.



[1] Mt. 27:46.


jueves, 21 de agosto de 2025

Ilusión y Transilusión (cap. 16 de Historias de un Individuo Imposible)

 

 

 

Los seres humanos advienen a este locus de realidad para realizar con su persona y en sus vidas las más variadas y siempre erradas (ilusorias) cosas—incluso aquellas que casi todos consideran buenas, beneficiosas, ideales—, lo cual cualquier perspicaz podría por sí mismo constatar, si lo evaluamos (perspicazmente)  desde cierta particular perspectiva y estado de conciencia (integradores, autorreflejos, fluidos), y si además a la capacidad humana de discernimiento y entendimiento[1]  le asignamos cierto valor superior, especial y excepcional. Es verdad que las condiciones naturales mismas de este hábitat y escenario de realidad nos constriñen, nos condicionan, nos facilitan, nos imponen, nos atraen, nos gratifican, nos engañan—como a un otro animal más—para que acabemos casi inexorablemente haciendo y siendo lo mismo que a través de la historia natural y humana hemos cumplido y experimentado, tanto en lo íntimo y personal, como en lo interpersonal, social y físico-natural. A ello se agrega, como un remate, como sentencia reduplicada, como refuerzo y doble seguro de lo mismo, las formas y estructuras antropológicas, sociales, culturales, históricas, materiales, mentales, educacionales, comunicacionales, religiosas que hemos creado, instituido, normado, naturalizado, etc., para condicionar y formar a los seres humanos en cualquier y todo tipo de sociedad o comunidad, o entorno geográfico o natural de interacción, los cuales, también de las formas más variadas, abiertas y encubiertas, refuerzan inevitablemente—queriendo o sin querer—cierto mandato imperativo, profundo y pervasivo de nuestra ilusoria y delirante condición vital natural, acerca del cual verdaderamente hay casi nula conciencia y explicitación en todos los ámbitos y por toda la variedad de tipos humanos, incluso por los que han sido apreciados como los más lúcidos, sabios, inteligentes, extraordinarios, y hasta ingenuamente considerados divinos.

Pero, entonces, ¿es un mero espejismo también ilusorio y tramposo el que en casi todos los seres humanos haya una suerte de impulso o tendencia genérica a considerar—o a simpatizar al menos—una eventual verdad epifenoménica (de raíz arquetípica) alcanzable por medio de actos específicos y especiales,[2] por sobre una mera ignorancia o error manifiesto, incluso aunque quizás la mayoría también acabe cediéndose al universo de la ignorancia llevadera, del asequible statu quo (el entorno) adaptable e inmediatista, de la consuetudinaria acomodación al error en cualquiera de sus formas y tipos, y ahogue finalmente su élan veritativo bajo las cavidades improductivas y oscuras de su inconsciente? Si este impulso lo abordamos desde una perspectiva meramente religiosa, debemos reconocer que alrededor de 5 mil millones de seres humanos actualmente creen en alguno de los cuatro más grandes sistemas religiosos (cristianismo, islamismo, hinduismo y budismo). Todos ellos postulan que nuestra existencia, nuestro mundo, nuestra experiencia natural de realidad carece de sustancialidad respecto de otra realidad superior, o bien es ilusoria. Ciertamente no existe una plena coincidencia con la idea de ilusión que yo estoy tratando de concebir y comunicar, pero sí comparten ese sentido basal o intuición basal de que nuestra realidad natural no es verdadera por sí misma, y por lo tanto, en grado variable, es ilusoria.[3] ¿Al menos 5 billones de seres humanos que podrían empatizar desde ya y avanzar próximamente en la misma experiencia y transfiguración transilusoria que yo experimento?

¿Esta especie de instinto de y hacia la verdad que llevamos hasta genéticamente todos los seres humanos podría contener, aunque por ahora sólo sea potencial, una clave todavía oculta hacia una realidad transilusoria? Pero, por otro lado, ¿qué tendría que hacer, y qué valor profundo-directivo y constitutivo podría asignársele dentro de esta dinámica (dialéctica) existencial ilusoria, al impulso contrario—tanto o más intenso y colapsante que el instinto de verdad—, o sea, al instinto de error, de ignorancia, y, en lo general, al instinto de promoción y fortalecimiento (antiveritativo) de una, muchas, o todas las formas posibles de ilusión?... Desde donde me encuentro pareciera que el Magister Ludi de la Ilusión—mera metáfora Hessiana—ha constituido TODO, desde lo más omniabarcante, como el Cosmos, hasta lo más ínfimo, como las partículas subatómicas y entidades cuánticas, o también como la mente humana, como un entramado ilimitada y abrumadoramente denso y complejo de formas y modos ilusorios, ambiguos, insustanciales, aparentes, pre-limitados y pre-condicionados para la mente y la experiencia, como si nuestra razón de ser sólo fuese habitar y co-participar exclusiva e imperativamente DE TODA ILUSIÓN y PARA LA ILUSIÓN. Entonces, ¿este impulso genómico a la verdad, a la transilusión al menos, sería no más que la más exquisita, singular y perversa de todas las realizaciones fácticas de ilusión y delirio traídas gloriosamente a este mundo falaz? ¿El quebradero de cabeza humano por excelencia, la piedra de tope y angular de la suprema locura humana, el eslabón perdido y oculto de la antievolución natural?...

Descartemos aventureramente desde ahora mismo toda respuesta, toda idea anterior, todo pensamiento inteligible que cualquier individuo se ha formulado histórica, delirante e ilusoriamente hasta hoy. Pero—seamos precavidos—yo no propongo sobrevivir en el inmovilismo de una post-verdad, o en una especie de fin de la Historia, sino algo fácticamente transformativo, y tal vez hasta evolutivo. ¿Quién podrá seguirme o acompañarme con los recursos eventuales de su mente humana en transfiguración creacional? Esto sí será novedoso, pero nada fácil para nadie, como tampoco lo ha sido para mí.

En todos los idearios culturales y transculturales, a través de la historia, pareciera prevalecer arquetípicamente y validarse por sobre todo a una especie de constelación superior de personajes sobresalientes y muchas veces modélicos, cuyo impulso —aunque no adecuadamente secundado por sus medios y facultades concordantes con el propósito—a la verdad y al conocimiento de la realidad alcanza niveles de tanta intensidad y centralidad en sus personas que los transforma en seres excepcionales, a veces superiores, a veces extraños, incluso malignos e incomprendidos para los humanos comunes. Yo me quedo, para mi visión extramoral y extraepistemológica, con su intensidad, con su pasión y hasta obsesión por superar cierta condición basal y general de incompletud, de imperfección cognitiva, de insatisfacción existencial y también humana—individuales, colectivas y universales—, las que reconocen y experimentan de cierta determinada manera; y, además, me quedo con su aspiración a un estado personal y de realidad para ellos en algún sentido mejores que el natural-experiencial, pero sin importarme y dejando de lado el contenido propositivo de su verdad y de su conocimiento, el cual resulta ser manifiesta y significativamente diverso, y, desde mi perspectiva, sustancialmente delirante.[4]

Yo me he llegado a identificar completamente con ese impulso veritativo, con ese perfil tipológico obsesivo y límite de la condición humana pro-realista, el cual yo bautizaría como perfil transilusorio. Es en este impulso ante todo que me siento afín a Jesús, a Buda, a Heráclito, a Confucio, a Lao Tse, a David Bohm, a Darwin, a Freud, aunque no comparta casi nada de lo que proponen veritativamente, a excepción de Heráclito, mi maestro transilusorio de la Gran Ilusión Aiónica. Yo no busco la verdad, nada cierto, ningún conocimiento ni saber de realidad, sino me aventuro por—juego con—una transfiguración transilusoria del juego delirante de realidad, y de mí mismo, aunque yo tampoco sé si ésta es sólo otra forma depurada de delirio circular. Al menos tengo la satisfacción juguetona de que seré tan loco como los grandes y reputados locos anhelantes de Verdad (Ilusoria) de la Humanidad. Si jugar es inevitable, entonces yo juego, y juego con ganas y bien.

Así pues, me aferro graciosamente a mi puro sentimiento de transilusión, como si hubiese sido arrojado sobre una balsa sentimental de palos en medio de un océano tempestuoso. Sólo tengo la certeza de que yo no soy indiferente—por más infitesimal que yo sea—para la realidad-entorno-oceánico (cosmos) en cuanto a mi sentimiento transilusorio; yo soy suyo, y algo tiene que pasarme... Hoy le he dejado caer al Maestro del Juego, sobre su mesa de póquer, mi escala real. Ahora es su turno mostrarme su juego y ganarme, siempre ganarme...



[1] Por supuesto, no en el sentido de un discernimiento y entendimiento racionales (germinales) como lo ejercen naturalmente los individuos en su vida cotidiana o normal, para quienes igualmente representa un alto valor, una facultad funcionalmente positiva dentro de su contexto vital. Ni siquiera los de quienes se asocia a un alto ejercicio de tales facultades, como, por ejemplo, científicos, filósofos, religiosos, espirituales, académicos, profesionales, etc., ya que su inteligencia y eficacia se encuentra delimitada y limitada solamente al interior de su marco-entorno de necesidades y de realización. Yo, en cambio, estoy proponiendo una suerte de discernimiento y entendimiento trascendentales, integradores, hiperconscientes, autoconcientes—entre otras cualificaciones—, los cuales serían meramente potenciales en la inmensa mayoría de los seres humanos.

[2] En su aspecto más simple, inmediato y evidente, por ejemplo, de que sensorial y racionalmente en la realidad tal como la experimentamos naturalmente sí hay cosas ciertas y verdaderas.

[3] Ofrezco un cuadro de las 4 religiones principales y sus conceptos claves asociados a una idea de realidad ilusoria:

Tradición

Concepción del mundo

Concepto clave

Cita representativa

Cristianismo

 

El mundo visible es transitorio y puede desviar de lo eterno; en la mística, el mundo sensible es “nada” frente a Dios.

 

Kosmos (NT), vanitas (patrística).

“El mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn 2,17).

Islam

La vida terrenal es juego y distracción frente a la Verdad única (al-aqq). El sufismo describe lo creado como apariencia sin consistencia propia.

Dunyā (vida mundana), zuhūr (manifestación).

“La vida de este mundo no es más que juego y distracción, pero la Morada Última es lo mejor para quienes temen a Dios” (Corán 6:32).

Hinduismo

 

El mundo fenoménico es māyā: ilusión cósmica que oculta la realidad de Brahman; existe solo relativamente.

Māyā, Brahman, Ātman.

“Como la tela de un sueño, así es este mundo; lo único real es Brahman” (Māṇḍūkya Upaniad, con comentarios de Śakara).

Budismo

El mundo no es ilusión absoluta, sino vacío (śūnyatā) e insustancial; surge por originación dependiente y es malinterpretado como permanente.

Śūnyatā, anātman, pratītya-samutpāda.

“Como una burbuja, como un espejismo, así deben contemplarse los fenómenos” (Sutra del Diamante, Vajracchedikā Prajñāpāramitā).

 

[4] Es decir, considero que en nuestro estado evolutivo carece de actualidad y trascendencia cualquiera y toda propuesta de contenido de verdad y de falsedad, y sólo cuenta en nuestro trasfondo evolutivo—como potencial transformativo de realidad—que sintamos la necesidad (tendencia) de verdad, y la necesidad (tendencia sicológica y cognitiva) de superar la falsedad y la ilusión.