En
el marco de un espacio
vive
una casa de adobe blanco,
desde
los balcones del cielo bajan enredaderas
hasta
el amistoso jardín.
Las
caracolas trajeron agua de mar
y
se quedaron dormidas flotando en el aire,
el
aire huele a jazmín de umbrales de roca
a
largas prosas que se desflecan en raíces de estrellas
y
se quedan extáticas entre miradas humanas
convalecientes
de pena, casi libres
para
sonreír el momento de vida
entre
murallas de un mundo cuadrado
que
aprieta.
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