Nota bene: Es probable que muchos visitantes que no me
hayan leído comprensivamente antes en mi blog entiendan poco o nada de lo que
aquí voy a escribir, o escuchen sólo un bar-bar-bar, —como los griegos escuchaban
a los hablantes de otras lenguas—palabrería sin sentido de un bárbaro. Si
no has hecho previamente un caminar vivencial junto conmigo, pero tiemblas al
leer este discurso mío, como yo he temblado siempre ante la oscuridad numinosa,
vuelve atrás, vuelve tras el punto-cruce tuyo y mío sobre el bucle transilusorio
que siento que me mueve, y seguramente verás…
Tal vez la realidad, como la experimentamos y
reconocemos, sea algo así como un bucle, de recursividad y/o no, infinito y/o
no. ¡Imposible saberlo! Para intentar avanzar hacia la transilusión sólo
poseemos metáforas que se desentrañan desde dentro de nuestro estado
actual de realidad (ilusoria),[1] o
de evolución actual del bucle de realidad—incluido nuestro estado evolutivo (natural)
dentro de la sincronía evolutiva del Cosmos—. Siguiendo el orden de las
metáforas, toda mi vida he sido portador de un don de sensibilidad receptiva y
procesamiento de ondas finas de realidad (ilusoria), algo así como una
difusa capacidad de interconexión, y conocimiento, con un nivel
transustantivo de la realidad manifiesta naturalmente al ser humano, algo
así como una clarividencia continua de realidad en 4D. Tengo la
impresión de que voy siempre adelante, siempre viendo más y más, sin esfuerzo,
como si estuviese dentro de una corriente de integración continua con un campo
dinámico de realidad y transrealidad. Tal vez yo no conozca ni aprehenda más o
mejor la realidad en cualquiera de sus formas, tal vez sea esto nuevo
todavía nada más que una mera ilusión alquímicamente refinada, pero sí
es un hecho que mi yo se amplifica más y más, como un receptáculo al que se le
va agregando y acumulando experiencia de existencia (ilusoria) amplificada.
Estoy dentro del juego. Hay infinitas
maneras de estar dentro del juego. Cada manera por sí misma es un juego, un
juego de ilusiones sin fin. Un bucle. Yo giro dentro de un señor bucle una
danza ingenua y sin motivo.
Entonces, me ha advenido la visión de la metáfora del bucle
ontológico asociado, a su vez, a otra metáfora, la cual he conceptualizado
como ultrainteligencia. Es evidente que esta última metáfora es una
proyección centralizada en una facultad y condición principal y originalmente
antropogénica (i.e. inteligencia), de la misma manera que podemos llamar inteligente
a una rata, o a un micelio fúngico,[2] o
a una IA, o a Dios, a partir de criterios antrópicos referenciales para
establecer el concepto mismo de inteligencia.[3] El
ser humano (homo sapiens) desde que, hace cientos de miles de años—e
ininterrumpidamente hasta hoy—, se hizo las primeras representaciones acerca de
qué es esta realidad, y qué parece haber—como oculto naturalmente para
nosotros—como principio, causa, razón, agente, generador, creador, etc. de esta
evidencia sensorial y de conciencia que experimentamos como universo y
como realidad, porque siempre ha reconocido por diferentes medios y
modos que este mundo fenoménico está en un nivel de existencia paralelo a un
cierto “más allá”,[4]
y que existimos dentro (inmersos) de un cierto “modo de existencia más grande y
que condiciona a éste nuestro”, inevitablemente ha reconocido un orden y
organización, una dinámica sistémica integral, una progresión consistente y
continua a través del tiempo, incluso una conexión o relación de hecho entre formas de nuestra
propia subjetividad y mente, y una
suerte de eco, o
Entidad superpersonal, manifiesta en la realidad natural y también
en su propio mundo síquico interno. Es difícil y hasta casi una obturación
forzada de las capacidades cognitivas humanas—casi siempre a causa de
circunstancias y contenidos sicológicos restrictivos, defensivos y
condicionantes de estas personas positivistas (p.e., cientificistas)—negarse a
representarse esas características del universo como si careciesen por completo
de similitud y conexión-relación—y también prolongación y puente—con la
naturaleza personal humana. No se necesita ser especialmente intuitivo,
espiritual ni inteligente para percibir o representarse—digámoslo de una forma
genérica y lo más abierta y amplia posible— un Algo Superior, respecto de nuestra experiencia de
realidad o universo, no enteramente impersonal, sino en buena medida conmensurable
respecto del mismo ser humano, o persona humana. Entonces, ante tan grande
evidencia y epifanía, yo me haré una pregunta inevitable y necesariamente
sesgada, en gran medida equívoca, como toda pregunta humana: ¿En qué
sentido—antrópico y parantrópico—y de qué manera se puede concebir la
realidad (todo lo que existe en el rango de la vivencia humana) todavía
como una forma especial de inteligencia (ultrainteligencia)?
Creo que el referente histórico que mejor se me asemeja,
y también propone una visión de “inteligencia” concordante con la mía, con la
que traigo aquí para ilustración metafórica en el rango del entendimiento
humano, es la concepción de λόγος (logos) de Heráclito—aunque hasta ahora se lo
haya entendido bastante poco y demasiado antrópicamente—. El logos de Heráclito
también es una entidad
multívoca y multimodal—metafórica—que transita y se difunde a través de toda la
realidad, podríamos decir, horizontalmente (dentro de los componentes de un
determinado nivel o aspecto particular de realidad), tanto como verticalmente,
en un complejo ilimitado y creciente de niveles (aspectos) o fractales de
realidad (cosmos, universo, multidimensionalidad), incluso proyectándose y
transfundiéndose por toda la condición, naturaleza y existencia o dimensión humana
(horizontalmente), esto es para nosotros, en forma de lenguaje, palabra,
cómputo, ley, ordenamiento, e inteligencia.[5]
Por ello, no sería inexacto afirmar que también para Heráclito ὁ
κόσμος (el cosmos-realidad) es ultrainteligente (Logos). Sin embargo, es más la incapacidad y la
impotencia de Heráclito y mía, y la de cualquiera, lo que nos hace nombrar, lo
que nos impone pensar y concebir transitivamente, luego y además, algo.
Y seguimos adelante rengueando, o volando, sin importarnos que nada sea lo que
es, porque hasta nuestra propio desvarío y locura es sólo el universo que
desvaría en forma de nosotros, insistiendo en existir hasta que deje de
existir, o por lo menos hasta que, en lo que a mí respecta, yo deje de existir
en esta pequeña muerte que algún día voy a tener que morir, yo, también pequeño
insignificante universo fractal. No es
nada absurdo, ni tampoco improbable, que entonces si yo soy universo, entonces
el universo también sea yo, por ende, también inteligente como yo, obviamente
no exactamente como yo, inteligencia degradada y restringida, sino a su manera,
incluso de infinitas maneras (en bucle), es decir, sobre todo de aquellas que
yo no podría siquiera concebir como inteligencias; y no me refiero a
concebir, por ejemplo, que una piedra pueda ser de alguna manera inteligente, o
un fotón, o una mesa espírita, o el sol, porque todo esto sí lo puedo concebir
como alguna forma de inteligencia. Sino más allá de nuestro minúsculo rango de
coherencia existencial. Porque lo que nosotros experimentamos y concebimos como
realidad (Universo) es una mezcla, una imbricación inseparable e
indistinguible, una neblina pegajosa entre nuestra propia proyección antrópica
y subjetiva de realidad, y un fondo, o pre-proyección de realidad, que nos
genera humanos y nos integra un soporte ontológico de realidad a nuestra
existencia. ¡Esto es la REALIDAD! ¡Esto es la ILUSIÓN que experimentamos como metáfora
inacabada de realidad! Como una marea pleamar-bajamar que va y viene desde
nosotros-universo hacia la realidad, y desde el universo-realidad hacia
nosotros, ahí se nos muestra por todas partes eso que ingenuamente denominamos realidad,
inteligencia, o también ENTIDAD.[6] Entidad,
como persona e inteligencia, y hasta ultrainteligencia. No es un absoluto
delirio que tantos seres humanos hayan nombrado dios a cierta
entidad-persona-inteligencia, como por ejemplo los griegos, quienes
reconocieron en el trueno, en el relámpago y el rayo, en la realidad
atmosférica, a un dios, Zeus (entidad-persona-inteligencia), que gobierna toda
la realidad natural. Estas creencias ilusorias son más empíricas, más realistas
amplificadas y metailusorias que las inmediatizadas (pseudo-realistas) y
castradas experiencias y representaciones de realidad de nuestros amos, los
tecno-científicos modernos hiperdelirantes.[7]
¿Por qué se me ha aparecido la visión de realidad como
bucle?
No pretendo ni intento serlo, pero aquí, en este
vórtice (bucle) de realidad-irrealidad en el que me encuentro
existiendo, me percibo a mí mismo aconteciéndome un mago, una suerte de
hechicero que busca, pero más se siente movido por algo invisible, como
si yo fuese esa carta del tarot, los pases y gestos precisos para invocar y
convocar los espíritus inconmensurables de la TRANSILUSIÓN. ENTIDADES—una y otra vez no me abandonan estas
vibraciones sobrenaturales en cascada naturalizada, como si miro una flor
amarilla y allí mismo me estremezco ante su sublimidad, ¡de pronto!, la misma
flor que he mirado día tras día percibiendo—como al pasar— sólo su color
amarillo, su forma vegetal que se vuelve indiferente dentro de mi campo visual
acostumbrado, profano, como toda flor que se me muestra delante día tras día,
manida y obvia, de pronto se hace descubrimiento, milagro, se transforma, se
transfigura sobrenatural, como el ojo de un artista que atrae, desencadena,
invoca, experimenta Entidades —casi
siempre sin saberlo ni entenderlo—cada vez que se conmueve de cierta manera especial y superior en el
milagro de una
belleza que descubre intuitivamente desbordado ante sí y dentro
de sí.[8]
¿Qué necesidad hay ya para mí de que se me materialicen en alguna forma
fantástica, religiosa, personificada, alienígena, artística—como dios, como
voces extraordinarias, como ángeles, demonios, extraterrestres, o lo que
sea—para producir ese particular efecto sobrenatural, límite, desestructurador,
que una figura o forma sobrenatural acostumbra a provocar en los humanos
naturalizados con su parafernalia epifánica y asombrosa,[9] si
ya los puedo recibir en TODO-en mí mismo? ¡Claro que
también es una ILUSIÓN!... Pero me huele también a TRANSILUSIÓN, para mí, yo
gato de olfato hiperrefinado por tanto husmear.
Podría dar infinitos motivos por los que se me
despliega y diversifica la metáfora del bucle. Podría dar razones y
argumentos abundantes y coherentes como filósofo; podría traer a cuento
innumerables ejemplos en la Naturaleza, procesados también teóricamente por las
Ciencias y hasta por las Matemáticas; podría hacer relación con el concepto de
bucle en Informática, y así sucesivamente. El hecho formidable de que la doble
hélice (bucle) sea la formación basal de nuestro genoma humano, y del de todos
los seres vivos de este planeta, no es una mera coincidencia, ni algo azaroso,
físico y puramente natural. Sostengo que en toda forma manifiesta de bucle en
nuestro plano de realidad hay siempre allí un portal y puente de Entidad, una
presencia sustantiva supradimensional que fácilmente para TODO—tal vez
especialmente para seres humanos—se puede desplegar en intercambio
interdimensional. La paradoja que nos compete especialmente en nuestra
condición de seres ascendentes en niveles de ilusión es que, a diferencia de
cualquier cosa (objeto, fenómeno) natural que opera en grado y tipo variable
como canal de manifestación y epifanía de Entidad Personal-Impersonal (ejemplo
del trueno, del rayo, o de un cometa), el bucle es siempre un vector, un canal,
un medio
bidireccional, que permite saltar (en reversa) e interactuar—eventual
y variablemente— con otra dimensión de realidad naturalmente inaccesible. La constante
bucle, en sus múltiples y diversas formas, se encuentra presente
transversalmente en todas nuestras experiencias y representaciones de realidad.[10] O
sea, también podría denominarla de otras incalculables maneras, unas más
cercanas y notorias, otras más lejanas e indirectas. Entre las palabras
cercanas—sin referirme siquiera a los conceptos e ideas complejas y compuestas
denominativamente con un número creciente de palabras y argumentos—, podría
hablar de circuito, de espiral, de torbellino, de vórtice, caracol, rosca,
tornillo, voluta, tornado, hélice, recursividad, ciclo, anillo, nudo, curva, rollo,
circunferencia, giro, rizo, trenza, aro, repetición, mandala, etc., etc. Las
indirectas o asociadas, son tantas e inagotables, que sólo me centraré en
algunos de sus rasgos generales, los que traeré a una relación explícita con mi
metáfora de bucle. Pero todo eso es el reino duro de la
ilusión, de nuestra experiencia más delirante de realidad. Yo quiero ir en este
vuelo mágico, aunque sólo sea un mero y vago escalofrío, por la posibilidad de
la transilusión, en el ensueño de la ilusión blanda. No me puedo
quedar sólo en los sentidos inmediatos, en las cosas inmediatas, en las
funcionalidades inmediatas, en las evidencias inmediatas, en los seres humanos
inmediatos. ¿Quién en su sano juicio puede dudar de que yo poseo el don de
crear al menos una metailusión—una ilusión acerca de la ilusión—,
aunque ella ni yo podamos llegar a ser una ruptura ontológica transilusoria?
El bucle de la
transilusión.
Es un movimiento excepcional, un desgarramiento de la
Naturaleza, aunque todavía está en la naturaleza. En su dimensión profunda no
es como ningún movimiento natural (en el espacio-tiempo-materia-energía-mente).
Apenas lo podemos intuir por meras representaciones y precarios códigos
naturales. Quiero recordar, a modo de ejemplo, una experiencia que viví hace 44
años atrás, y que continúa inquietando y animando mi alma. “Abrí mis ojos y
continué viendo despierto ante mí lo mismo que veía durante el sueño,
plenamente autoconciente, antes de despertar: Ante mí se abría una especie de vórtice en colores blanco
y negro; giraba velozmente en torno a un centro oscuro que yo veía en
perspectiva hacia el fondo del mismo. Dejándome guiar por mi positiva intuición
me adentré voluntariamente por el túnel que formaba el vórtice, el cual pareció
recibirme, activándose la fuerza gravitacional hacia su fondo.”[11]
Yo entré en un bucle interdimensional, yo tuve una visión profética, yo
vi allí anticipadamente el primer atentado al papa Juan Pablo II. Pero ahora sé
que yo ni nadie puede por sí y a voluntad ascender por un bucle
interdimensional. No puede haber ningún movimiento transilusorio, no hay bucle
alguno interdimensional activo, si una Entidad no se hace “por sí y a voluntad”
presente y directiva. Uno naturalmente cree o siente dirigir algo, invocarlo, activarlo
de alguna manera y en alguna medida con la propia mente y hasta con la
voluntad, uno cree provocar algo, merecerlo o no, pero todo eso es sólo una
superposición de la Entidad descargada y reflejada como en espejo, sobre
nuestra experiencia especular, ilusoria y natural—como un Ello duplicado
en un yo miope—.[12]
Entiéndase con el debido respeto, la debida cautela, y la debida mezquindad
humana: la Entidad Suprema se naturaliza hasta donde quiere en la realidad
nuestra, puede hacerse cosa cualquiera, graduarse en escala
creciente-decreciente infinita, generalmente ambigua, como puede serlo, por
ejemplo, el cometa interestelar 3I/Atlas,[13] hasta
incluso hacerse humano en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es
alguna forma de Entidad venida a menos, transformada en maná caído del cielo
hasta hacerse, en tierra, miserable, un yo humano casi enteramente clausurado
en mero yo humano; digámoslo así, una Entidad desfigurada y reducida tanto,
hasta hacerse irreconocible (humano), de modo que ni siquiera se reconoce a sí
misma con el debido autorrespeto, con el debido respeto de un TODO, pero que
tampoco se experimenta a sí misma sin orgullo, sin aspavientos de grandeza, sin
vanidad ni porquería autoafirmante, ni tampoco, por el otro extremo, con desvalorización
y desprecio total de sí mismo. Yo soy entidad, venida muy a menos,
extremadamente delirante, pero secretamente entidad, y eso a mí
me marea, me da vértigo existencial, síquico y estomacal. ¿Dónde empiezo y
dónde puedo terminar yo, incluso a partir de este yo diminuto e ilusorio
que soy yo mismo, incluso aunque no sea yo quien me conduzca y transfigure más
allá de mí mismo, incluso aunque eso ocurra recién dentro de un millón de años
más? ¿Será todo bucle ultrainteligente próximo—como yo lo estoy viviendo—:
soporte, activador, acción, aparición, cosa-ente-Entidad, perspectiva
deslizante y horizonte, explosividad, desconfiguración, transfiguración y
milagro, tomar-dejar, ilusión-transilusión?
No hay más que una escasa diferencia genómica entre
una mosca y yo, compartimos alrededor del 60% de los genes; pero, todavía más,
una mosca comparte casi el 100% con el ser humano de la distancia que hay entre
una estrella cualquiera, o entre una partícula cuántica cualquiera, y nosotros
aquí. ¿Qué podría esperar yo de mí mismo?
[1]
Por ejemplo, en diferentes
áreas, concebirlas como secuencias de Fibonacci, o fractales, o lenguajes
auto-generativos, o autómatas celulares, o principio holográfico, o autoorganización
crítica, o isomorfismos estructurales, o espacios cantorianos y conjuntos de
medida cero, o teoría de nudos y redes, o estructuras rizomáticas, o teoría de
la inflación eterna, o geometría cuántica del espacio-tiempo, o turbulencia y
caos determinista. Todos estos conceptos fungirían—más allá del ámbito
de su aplicación teórico-empírica, por ejemplo, para mí— solamente como metáforas
actuales de un contenido común a todos ellos, eventualmente transilusorio
indeterminado.
[2]
Algunos filósofos y biólogos (como Lynn Margulis, Humberto Maturana o Evelyn
Fox Keller) han planteado incluso que la inteligencia es una propiedad
extendida de la vida, un continuo desde lo microbiano hasta lo humano.
[3]
Primero se establece el
concepto inteligencia como una cualidad humana por definición y por
excelencia, y, de ahí, como patrón para determinar qué otra cosa o ser es o
puede ser igualmente inteligente, o no. Agréguese a esta limitación la
multivocidad y equivocidad del mismo concepto de inteligencia, por ejemplo, en
lo que se refiere al límite difuso entre inteligencia en sentido estricto
(cognitiva, reflexiva, representacional) e inteligencia en sentido biológico o
adaptativo, es decir, la capacidad de resolver problemas, tomar decisiones o
coordinar acciones sin necesidad de cerebro ni sistema nervioso.
[4]
Las interpretaciones y representaciones históricas de qué sea este más
allá son innumerables y tan variadas, como, por ejemplo, las
míticas, religiosas, culturales, personales, y hasta las científicas actuales.
[5]
Durante mi carrera
profesional escribí varios artículos acerca de la filosofía de Heráclito en algunas
revistas académicas—igualmente han quedado inéditos varios otros artículos debido
a su heterodoxia y al desagrado académico generalizado que ellos provocan—, y,
en relación con su sistema completo de pensamiento, menciono especialmente mi
tesis doctoral (1992)—aunque aprobada, no menos despreciada académicamente—, la
que posteriormente fue publicada como libro: Heráclito - Una Nueva
Interpretación, Editorial Académica Española, 2015. [Sic transit gloria
mundi.]
[6] Como expresé e intenté en ENTIDADES PERSONALES.
[7]
Recuérdese que los primeros filósofos presocráticos unificaban religiosidad con
visión empírica—denominada posteriormente pre-científica—de la realidad
natural y del ser humano. Considero
hiperdelirio la condición humana extrema que experimenta o
concibe representacionalmente un segmento de realidad en algún sentido como
única y exclusiva realidad, como puede ser concebir la realidad como puramente
física y material (ciencias positivistas), o como creer en la existencia de un
único estado, o dimensión, o bien, perfecto y divino (Cielo, eternidad,
Universo único) como verdadera realidad.
[8]
Los pobres pseudoartistas (reduccionistas) contemporáneos han renunciado en su
mayoría a esta experiencia ilusoria amplificada, al hilo de Ariadna de esta
manifestación transilusoria que ha sido la belleza para el arte tradicional, en el ocasional
y privilegiado descubrimiento de la intuición del Arte y en el Arte
(sobrenatural) para los grandes artistas de la Historia.
[9]
En la actualidad puedo
experimentar la misma vivencia ,y sobre todo el efecto personal y existencial
que conlleva, por ejemplo, el encuentro cercano del tercer tipo que describo en
El Terror (parte 1) - Capítulo 10
de Historias de un Individuo Imposible, sin que yo deba escenificarlo
(materializarlo) en la ilusión de mi realidad física, síquica y natural. O,
dicho mucho mejor, ELLOS (Entidades) ya no necesitan asumir formas
condescendientes y adaptadas a mi mentalidad humana básica; ni siquiera
necesitan formas para interactuar conmigo. He aquí un efecto directo y
necesario de yo haber alcanzado la experiencia TODO ES ILUSIÓN.
[10] Ver supra, n.1.
[11] Véase
la narración completa de esta experiencia paranormal en: https://rodrigoinostrozabidart.blogspot.com/2017/09/el-amor-es-mas-fuerte.html
[12] Eso es lo que le ocurrió también a
Jesús. Véase mi poema Eloí, Eloí, ¿lama sabactani?
[13]
Véase, por ejemplo, como
referencia a su estado ambiguo natural, desde una perspectiva científica
reduccionista e incompleta: https://es.wired.com/articulos/hay-algo-misterioso-en-el-cometa-interestelar-3i/atlas-y-varios-telescopios-lo-confirman. Pero también a su manifestación
para-natural o supra-natural, a su ambigüedad antrópica sincrónica,
precisamente como los ovnis recurrentemente lo hacen manifiesto para la
humanidad, adecuándose (seminaturalmente) a nuestra proverbial subjetividad;
véanse, por ejemplo, https://arxiv.org/abs/2507.12213; https://www.thedailybeast.com/astronomer-avi-loeb-says-unidentified-object-could-be-alien-spacecraft-weve-never-seen-such-a-thing/
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