sábado, 20 de septiembre de 2025

La Realidad Ultrainteligente

 

Nota bene: Es probable que muchos visitantes que no me hayan leído comprensivamente antes en mi blog entiendan poco o nada de lo que aquí voy a escribir, o escuchen sólo un bar-bar-bar, —como los griegos escuchaban a los hablantes de otras lenguas—palabrería sin sentido de un bárbaro. Si no has hecho previamente un caminar vivencial junto conmigo, pero tiemblas al leer este discurso mío, como yo he temblado siempre ante la oscuridad numinosa, vuelve atrás, vuelve tras el punto-cruce tuyo y mío sobre el bucle transilusorio que siento que me mueve, y seguramente verás…

 

 

Tal vez la realidad, como la experimentamos y reconocemos, sea algo así como un bucle, de recursividad y/o no, infinito y/o no. ¡Imposible saberlo! Para intentar avanzar hacia la transilusión sólo poseemos metáforas que se desentrañan desde dentro de nuestro estado actual de realidad (ilusoria),[1] o de evolución actual del bucle de realidad—incluido nuestro estado evolutivo (natural) dentro de la sincronía evolutiva del Cosmos—. Siguiendo el orden de las metáforas, toda mi vida he sido portador de un don de sensibilidad receptiva y procesamiento de ondas finas de realidad (ilusoria), algo así como una difusa capacidad de interconexión, y conocimiento, con un nivel transustantivo de la realidad manifiesta naturalmente al ser humano, algo así como una clarividencia continua de realidad en 4D. Tengo la impresión de que voy siempre adelante, siempre viendo más y más, sin esfuerzo, como si estuviese dentro de una corriente de integración continua con un campo dinámico de realidad y transrealidad. Tal vez yo no conozca ni aprehenda más o mejor la realidad en cualquiera de sus formas, tal vez sea esto nuevo todavía nada más que una mera ilusión alquímicamente refinada, pero sí es un hecho que mi yo se amplifica más y más, como un receptáculo al que se le va agregando y acumulando experiencia de existencia (ilusoria) amplificada. Estoy dentro del juego. Hay infinitas maneras de estar dentro del juego. Cada manera por sí misma es un juego, un juego de ilusiones sin fin. Un bucle. Yo giro dentro de un señor bucle una danza ingenua y sin motivo.

Entonces, me ha advenido la visión de la metáfora del bucle ontológico asociado, a su vez, a otra metáfora, la cual he conceptualizado como ultrainteligencia. Es evidente que esta última metáfora es una proyección centralizada en una facultad y condición principal y originalmente antropogénica (i.e. inteligencia), de la misma manera que podemos llamar inteligente a una rata, o a un micelio fúngico,[2] o a una IA, o a Dios, a partir de criterios antrópicos referenciales para establecer el concepto mismo de inteligencia.[3] El ser humano (homo sapiens) desde que, hace cientos de miles de años—e ininterrumpidamente hasta hoy—, se hizo las primeras representaciones acerca de qué es esta realidad, y qué parece haber—como oculto naturalmente para nosotros—como principio, causa, razón, agente, generador, creador, etc. de esta evidencia sensorial y de conciencia que experimentamos como universo y como realidad, porque siempre ha reconocido por diferentes medios y modos que este mundo fenoménico está en un nivel de existencia paralelo a un cierto “más allá”,[4] y que existimos dentro (inmersos) de un cierto “modo de existencia más grande y que condiciona a éste nuestro”, inevitablemente ha reconocido un orden y organización, una dinámica sistémica integral, una progresión consistente y continua a través del tiempo, incluso una conexión  o relación de hecho entre formas de nuestra propia subjetividad y mente,  y una suerte de eco, o Entidad superpersonal, manifiesta en la realidad natural y también en su propio mundo síquico interno. Es difícil y hasta casi una obturación forzada de las capacidades cognitivas humanas—casi siempre a causa de circunstancias y contenidos sicológicos restrictivos, defensivos y condicionantes de estas personas positivistas (p.e., cientificistas)—negarse a representarse esas características del universo como si careciesen por completo de similitud y conexión-relación—y también prolongación y puente—con la naturaleza personal humana. No se necesita ser especialmente intuitivo, espiritual ni inteligente para percibir o representarse—digámoslo de una forma genérica y lo más abierta y amplia posible— un Algo Superior, respecto de nuestra experiencia de realidad o universo, no enteramente impersonal, sino en buena medida conmensurable respecto del mismo ser humano, o persona humana. Entonces, ante tan grande evidencia y epifanía, yo me haré una pregunta inevitable y necesariamente sesgada, en gran medida equívoca, como toda pregunta humana: ¿En qué sentido—antrópico y parantrópico—y de qué manera se puede concebir la realidad (todo lo que existe en el rango de la vivencia humana) todavía como una forma especial de inteligencia (ultrainteligencia)?

Creo que el referente histórico que mejor se me asemeja, y también propone una visión de “inteligencia” concordante con la mía, con la que traigo aquí para ilustración metafórica en el rango del entendimiento humano, es la concepción de λόγος (logos) de Heráclito—aunque hasta ahora se lo haya entendido bastante poco y demasiado antrópicamente—. El logos de Heráclito también es una entidad multívoca y multimodal—metafórica—que transita y se difunde a través de toda la realidad, podríamos decir, horizontalmente (dentro de los componentes de un determinado nivel o aspecto particular de realidad), tanto como verticalmente, en un complejo ilimitado y creciente de niveles (aspectos) o fractales de realidad (cosmos, universo, multidimensionalidad), incluso proyectándose y transfundiéndose por toda la condición, naturaleza y existencia o dimensión humana (horizontalmente), esto es para nosotros, en forma de lenguaje, palabra, cómputo, ley, ordenamiento, e inteligencia.[5] Por ello, no sería inexacto afirmar que también para Heráclito κόσμος (el cosmos-realidad) es ultrainteligente (Logos). Sin embargo, es más la incapacidad y la impotencia de Heráclito y mía, y la de cualquiera, lo que nos hace nombrar, lo que nos impone pensar y concebir transitivamente, luego y además, algo. Y seguimos adelante rengueando, o volando, sin importarnos que nada sea lo que es, porque hasta nuestra propio desvarío y locura es sólo el universo que desvaría en forma de nosotros, insistiendo en existir hasta que deje de existir, o por lo menos hasta que, en lo que a mí respecta, yo deje de existir en esta pequeña muerte que algún día voy a tener que morir, yo, también pequeño insignificante universo fractal.  No es nada absurdo, ni tampoco improbable, que entonces si yo soy universo, entonces el universo también sea yo, por ende, también inteligente como yo, obviamente no exactamente como yo, inteligencia degradada y restringida, sino a su manera, incluso de infinitas maneras (en bucle), es decir, sobre todo de aquellas que yo no podría siquiera concebir como inteligencias; y no me refiero a concebir, por ejemplo, que una piedra pueda ser de alguna manera inteligente, o un fotón, o una mesa espírita, o el sol, porque todo esto sí lo puedo concebir como alguna forma de inteligencia. Sino más allá de nuestro minúsculo rango de coherencia existencial. Porque lo que nosotros experimentamos y concebimos como realidad (Universo) es una mezcla, una imbricación inseparable e indistinguible, una neblina pegajosa entre nuestra propia proyección antrópica y subjetiva de realidad, y un fondo, o pre-proyección de realidad, que nos genera humanos y nos integra un soporte ontológico de realidad a nuestra existencia. ¡Esto es la REALIDAD! ¡Esto es la ILUSIÓN que experimentamos como metáfora inacabada de realidad! Como una marea pleamar-bajamar que va y viene desde nosotros-universo hacia la realidad, y desde el universo-realidad hacia nosotros, ahí se nos muestra por todas partes eso que ingenuamente denominamos realidad, inteligencia, o también ENTIDAD.[6] Entidad, como persona e inteligencia, y hasta ultrainteligencia. No es un absoluto delirio que tantos seres humanos hayan nombrado dios a cierta entidad-persona-inteligencia, como por ejemplo los griegos, quienes reconocieron en el trueno, en el relámpago y el rayo, en la realidad atmosférica, a un dios, Zeus (entidad-persona-inteligencia), que gobierna toda la realidad natural. Estas creencias ilusorias son más empíricas, más realistas amplificadas y metailusorias que las inmediatizadas (pseudo-realistas) y castradas experiencias y representaciones de realidad de nuestros amos, los tecno-científicos modernos hiperdelirantes.[7]

¿Por qué se me ha aparecido la visión de realidad como bucle?

No pretendo ni intento serlo, pero aquí, en este vórtice (bucle) de realidad-irrealidad en el que me encuentro existiendo, me percibo a mí mismo aconteciéndome un mago, una suerte de hechicero que busca, pero más se siente movido por algo invisible, como si yo fuese esa carta del tarot, los pases y gestos precisos para invocar y convocar los espíritus inconmensurables de la TRANSILUSIÓN. ENTIDADES—una y otra vez no me abandonan estas vibraciones sobrenaturales en cascada naturalizada, como si miro una flor amarilla y allí mismo me estremezco ante su sublimidad, ¡de pronto!, la misma flor que he mirado día tras día percibiendo—como al pasar— sólo su color amarillo, su forma vegetal que se vuelve indiferente dentro de mi campo visual acostumbrado, profano, como toda flor que se me muestra delante día tras día, manida y obvia, de pronto se hace descubrimiento, milagro, se transforma, se transfigura sobrenatural, como el ojo de un artista que atrae, desencadena, invoca, experimenta Entidades —casi siempre sin saberlo ni entenderlo—cada vez que se conmueve de cierta  manera especial y superior en el milagro de una belleza que descubre intuitivamente desbordado ante sí y dentro de sí.[8] ¿Qué necesidad hay ya para mí de que se me materialicen en alguna forma fantástica, religiosa, personificada, alienígena, artística—como dios, como voces extraordinarias, como ángeles, demonios, extraterrestres, o lo que sea—para producir ese particular efecto sobrenatural, límite, desestructurador, que una figura o forma sobrenatural acostumbra a provocar en los humanos naturalizados con su parafernalia epifánica y asombrosa,[9] si ya los puedo recibir en TODO-en mí mismo? ¡Claro que también es una ILUSIÓN!... Pero me huele también a TRANSILUSIÓN, para mí, yo gato de olfato hiperrefinado por tanto husmear.

Podría dar infinitos motivos por los que se me despliega y diversifica la metáfora del bucle. Podría dar razones y argumentos abundantes y coherentes como filósofo; podría traer a cuento innumerables ejemplos en la Naturaleza, procesados también teóricamente por las Ciencias y hasta por las Matemáticas; podría hacer relación con el concepto de bucle en Informática, y así sucesivamente. El hecho formidable de que la doble hélice (bucle) sea la formación basal de nuestro genoma humano, y del de todos los seres vivos de este planeta, no es una mera coincidencia, ni algo azaroso, físico y puramente natural. Sostengo que en toda forma manifiesta de bucle en nuestro plano de realidad hay siempre allí un portal y puente de Entidad, una presencia sustantiva supradimensional que fácilmente para TODO—tal vez especialmente para seres humanos—se puede desplegar en intercambio interdimensional. La paradoja que nos compete especialmente en nuestra condición de seres ascendentes en niveles de ilusión es que, a diferencia de cualquier cosa (objeto, fenómeno) natural que opera en grado y tipo variable como canal de manifestación y epifanía de Entidad Personal-Impersonal (ejemplo del trueno, del rayo, o de un cometa), el bucle es siempre un vector, un canal, un medio bidireccional, que permite saltar (en reversa) e interactuar—eventual y variablemente— con otra dimensión de realidad naturalmente inaccesible. La constante bucle, en sus múltiples y diversas formas, se encuentra presente transversalmente en todas nuestras experiencias y representaciones de realidad.[10] O sea, también podría denominarla de otras incalculables maneras, unas más cercanas y notorias, otras más lejanas e indirectas. Entre las palabras cercanas—sin referirme siquiera a los conceptos e ideas complejas y compuestas denominativamente con un número creciente de palabras y argumentos—, podría hablar de circuito, de espiral, de torbellino, de vórtice, caracol, rosca, tornillo, voluta, tornado, hélice, recursividad, ciclo, anillo, nudo, curva, rollo, circunferencia, giro, rizo, trenza, aro, repetición, mandala, etc., etc. Las indirectas o asociadas, son tantas e inagotables, que sólo me centraré en algunos de sus rasgos generales, los que traeré a una relación explícita con mi metáfora de bucle. Pero todo eso es el reino duro de la ilusión, de nuestra experiencia más delirante de realidad. Yo quiero ir en este vuelo mágico, aunque sólo sea un mero y vago escalofrío, por la posibilidad de la transilusión, en el ensueño de la ilusión blanda. No me puedo quedar sólo en los sentidos inmediatos, en las cosas inmediatas, en las funcionalidades inmediatas, en las evidencias inmediatas, en los seres humanos inmediatos. ¿Quién en su sano juicio puede dudar de que yo poseo el don de crear al menos una metailusión—una ilusión acerca de la ilusión—, aunque ella ni yo podamos llegar a ser una ruptura ontológica transilusoria?

El bucle de la transilusión.

Es un movimiento excepcional, un desgarramiento de la Naturaleza, aunque todavía está en la naturaleza. En su dimensión profunda no es como ningún movimiento natural (en el espacio-tiempo-materia-energía-mente). Apenas lo podemos intuir por meras representaciones y precarios códigos naturales. Quiero recordar, a modo de ejemplo, una experiencia que viví hace 44 años atrás, y que continúa inquietando y animando mi alma. “Abrí mis ojos y continué viendo despierto ante mí lo mismo que veía durante el sueño, plenamente autoconciente, antes de despertar: Ante mí se abría una especie de vórtice en colores blanco y negro; giraba velozmente en torno a un centro oscuro que yo veía en perspectiva hacia el fondo del mismo. Dejándome guiar por mi positiva intuición me adentré voluntariamente por el túnel que formaba el vórtice, el cual pareció recibirme, activándose la fuerza gravitacional hacia su fondo.[11] Yo entré en un bucle interdimensional, yo tuve una visión profética, yo vi allí anticipadamente el primer atentado al papa Juan Pablo II. Pero ahora sé que yo ni nadie puede por sí y a voluntad ascender por un bucle interdimensional. No puede haber ningún movimiento transilusorio, no hay bucle alguno interdimensional activo, si una Entidad no se hace “por sí y a voluntad” presente y directiva. Uno naturalmente cree o siente dirigir algo, invocarlo, activarlo de alguna manera y en alguna medida con la propia mente y hasta con la voluntad, uno cree provocar algo, merecerlo o no, pero todo eso es sólo una superposición de la Entidad descargada y reflejada como en espejo, sobre nuestra experiencia especular, ilusoria y natural—como un Ello duplicado en un yo miope—.[12] Entiéndase con el debido respeto, la debida cautela, y la debida mezquindad humana: la Entidad Suprema se naturaliza hasta donde quiere en la realidad nuestra, puede hacerse cosa cualquiera, graduarse en escala creciente-decreciente infinita, generalmente ambigua, como puede serlo, por ejemplo, el cometa interestelar 3I/Atlas,[13] hasta incluso hacerse humano en cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es alguna forma de Entidad venida a menos, transformada en maná caído del cielo hasta hacerse, en tierra, miserable, un yo humano casi enteramente clausurado en mero yo humano; digámoslo así, una Entidad desfigurada y reducida tanto, hasta hacerse irreconocible (humano), de modo que ni siquiera se reconoce a sí misma con el debido autorrespeto, con el debido respeto de un TODO, pero que tampoco se experimenta a sí misma sin orgullo, sin aspavientos de grandeza, sin vanidad ni porquería autoafirmante, ni tampoco, por el otro extremo, con desvalorización y desprecio total de sí mismo. Yo soy entidad, venida muy a menos, extremadamente delirante, pero secretamente entidad, y eso a mí me marea, me da vértigo existencial, síquico y estomacal. ¿Dónde empiezo y dónde puedo terminar yo, incluso a partir de este yo diminuto e ilusorio que soy yo mismo, incluso aunque no sea yo quien me conduzca y transfigure más allá de mí mismo, incluso aunque eso ocurra recién dentro de un millón de años más? ¿Será todo bucle ultrainteligente próximo—como yo lo estoy viviendo—: soporte, activador, acción, aparición, cosa-ente-Entidad, perspectiva deslizante y horizonte, explosividad, desconfiguración, transfiguración y milagro, tomar-dejar, ilusión-transilusión?

No hay más que una escasa diferencia genómica entre una mosca y yo, compartimos alrededor del 60% de los genes; pero, todavía más, una mosca comparte casi el 100% con el ser humano de la distancia que hay entre una estrella cualquiera, o entre una partícula cuántica cualquiera, y nosotros aquí. ¿Qué podría esperar yo de mí mismo?

 

 



[1] Por ejemplo, en diferentes áreas, concebirlas como secuencias de Fibonacci, o fractales, o lenguajes auto-generativos, o autómatas celulares, o principio holográfico, o autoorganización crítica, o isomorfismos estructurales, o espacios cantorianos y conjuntos de medida cero, o teoría de nudos y redes, o estructuras rizomáticas, o teoría de la inflación eterna, o geometría cuántica del espacio-tiempo, o turbulencia y caos determinista. Todos estos conceptos fungirían—más allá del ámbito de su aplicación teórico-empírica, por ejemplo, para mí— solamente como metáforas actuales de un contenido común a todos ellos, eventualmente transilusorio indeterminado.

[2] Algunos filósofos y biólogos (como Lynn Margulis, Humberto Maturana o Evelyn Fox Keller) han planteado incluso que la inteligencia es una propiedad extendida de la vida, un continuo desde lo microbiano hasta lo humano.

[3] Primero se establece el concepto inteligencia como una cualidad humana por definición y por excelencia, y, de ahí, como patrón para determinar qué otra cosa o ser es o puede ser igualmente inteligente, o no. Agréguese a esta limitación la multivocidad y equivocidad del mismo concepto de inteligencia, por ejemplo, en lo que se refiere al límite difuso entre inteligencia en sentido estricto (cognitiva, reflexiva, representacional) e inteligencia en sentido biológico o adaptativo, es decir, la capacidad de resolver problemas, tomar decisiones o coordinar acciones sin necesidad de cerebro ni sistema nervioso.

[4] Las interpretaciones y representaciones históricas de qué sea este más allá son innumerables y tan variadas, como, por ejemplo, las míticas, religiosas, culturales, personales, y hasta las científicas actuales.

[5] Durante mi carrera profesional escribí varios artículos acerca de la filosofía de Heráclito en algunas revistas académicas—igualmente han quedado inéditos varios otros artículos debido a su heterodoxia y al desagrado académico generalizado que ellos provocan—, y, en relación con su sistema completo de pensamiento, menciono especialmente mi tesis doctoral (1992)—aunque aprobada, no menos despreciada académicamente—, la que posteriormente fue publicada como libro: Heráclito - Una Nueva Interpretación, Editorial Académica Española, 2015. [Sic transit gloria mundi.]

 

[6] Como expresé e intenté en ENTIDADES PERSONALES.

[7] Recuérdese que los primeros filósofos presocráticos unificaban religiosidad con visión empírica—denominada posteriormente pre-científica—de la realidad natural y del ser humano. Considero hiperdelirio la condición humana extrema que experimenta o concibe representacionalmente un segmento de realidad en algún sentido como única y exclusiva realidad, como puede ser concebir la realidad como puramente física y material (ciencias positivistas), o como creer en la existencia de un único estado, o dimensión, o bien, perfecto y divino (Cielo, eternidad, Universo único) como verdadera realidad.

[8] Los pobres pseudoartistas (reduccionistas) contemporáneos han renunciado en su mayoría a esta experiencia ilusoria amplificada, al hilo de Ariadna de esta manifestación transilusoria que ha sido la belleza para el arte tradicional, en el ocasional y privilegiado descubrimiento de la intuición del Arte y en el Arte (sobrenatural) para los grandes artistas de la Historia.

[9] En la actualidad puedo experimentar la misma vivencia ,y sobre todo el efecto personal y existencial que conlleva, por ejemplo, el encuentro cercano del tercer tipo que describo en El Terror (parte 1) - Capítulo 10 de Historias de un Individuo Imposible, sin que yo deba escenificarlo (materializarlo) en la ilusión de mi realidad física, síquica y natural. O, dicho mucho mejor, ELLOS (Entidades) ya no necesitan asumir formas condescendientes y adaptadas a mi mentalidad humana básica; ni siquiera necesitan formas para interactuar conmigo. He aquí un efecto directo y necesario de yo haber alcanzado la experiencia TODO ES ILUSIÓN.

[10] Ver supra, n.1.

[11] Véase la narración completa de esta experiencia paranormal en: https://rodrigoinostrozabidart.blogspot.com/2017/09/el-amor-es-mas-fuerte.html

[12] Eso es lo que le ocurrió también a Jesús. Véase mi poema Eloí, Eloí, ¿lama sabactani?

[13] Véase, por ejemplo, como referencia a su estado ambiguo natural, desde una perspectiva científica reduccionista e incompleta: https://es.wired.com/articulos/hay-algo-misterioso-en-el-cometa-interestelar-3i/atlas-y-varios-telescopios-lo-confirman. Pero también a su manifestación para-natural o supra-natural, a su ambigüedad antrópica sincrónica, precisamente como los ovnis recurrentemente lo hacen manifiesto para la humanidad, adecuándose (seminaturalmente) a nuestra proverbial subjetividad; véanse, por ejemplo, https://arxiv.org/abs/2507.12213; https://www.thedailybeast.com/astronomer-avi-loeb-says-unidentified-object-could-be-alien-spacecraft-weve-never-seen-such-a-thing/