Samira se dio la vuelta y le dijo: “¿Quieres hacer el amor?”. Él sonrió astutamente y respondió: “¿Por qué no?” “Hacer… el amor…”, repitió. “Hacer…hacer…hacer…”, siguió repitiendo quedamente por un rato, y volvió a quedarse dormido. Samira se lo quedó mirando mientras algunos ronquidillos salían de su garganta, y dándose también la vuelta, murmuró: “No quieres”.
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