Qué
hermosa y bienvenida es la nostalgia,
qué
gracioso y placentero el sufrimiento
descarnado
y profundo,
qué
sosegada e intensa
la
crujiente ruptura del ser amado,
del
bien, de la cosa rota entre las manos,
de
la nave que al trasponer el horizonte
no
sabemos ya si se hunde,
qué
cálida la lágrima
después
de la crueldad de la muerte,
Cuando
el espíritu transfigurado
nos
yace abierto y palpitando
ante
la vida,
ante
la vida
que
todavía
insiste
y
queda.
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