miércoles, 3 de enero de 2024

Un Nirvana sin Nirvana - Un Paraíso sin Dios

 

 

 

La conciencia y la mente en su conjunto cuando experimentan, perciben, capturan, representan en su máxima expresión, capacidad, realización, posibilidad, la realidad, su inmensidad, su verdad, apenas logran un fragmento tan insignificante, tan ilusorio, tan absurdamente humano de ese océano ontológico inalcanzable… La conciencia y la mente cuando ponen atención, experimentan, perciben algo, dejan fuera, en la inconciencia y la desatención “el resto”, la simultaneidad de TODO. ¡Qué cosa más ínfima somos!... Incluso los estados más elevados de la iluminación espiritual, los ensueños místicos de integración universal en la Unidad, en Dios, en lo que sea más todo, son sólo atisbos nebulosos de Algo que podría existir, de un estado de Yo-Todo, pero que en verdad se nos niega, se nos imposibilita, se nos ilusiona de que somos capaces de experimentarlo (incluso inmortalmente, eternamente). Quizás sería mejor reconocer que todo lo que entra y todo lo que queda en nuestra conciencia y mente es la irrealidad de la realidad. Quizás ésta sea la paz suprema, la última, la paz menesterosa y humilde – para nuestra ilusión ingénita, sin embargo, INMENSA - que nos deja la conciencia máxima de ser casi nada


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