Soy
el portador de una verdad despiadada
como
toda verdad nueva degolladora de inmovilizados corderos
cuando
la noche a la mitad se detiene temerosa de su propia tiniebla
e
inhibida echa pie atrás para inmolarse en aguadas de luz
como
una campana contagia a otra campana con soplido escalofriante
y
los muertos regresan a contemplar inquietos huesos desollados
febriles
porque el sueño eterno amenaza despertar
ante
el asombro de que un hombre solo, vivo y hombre,
Jeremías,
contenga
poder terrible tanto en una sencilla verdad:
“Nunca
dejará de anticiparse el oráculo por miedo a tu odio
nunca
evitará pisar la uva roja de mi sangre para el paladar de tu boca
y
seré vidrio molido en tu vientre y ortiga en tu oído
como
toda aurora del cielo se abre camino a sangre y fuego
aunque
corte manos, flores y muchísimas vidas de inocentes.”
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