En
las lagunas crujientes del cielo
láminas
de oro ascienden la montaña
al
desprender la tarde su manada
sobre
la piel abierta de mis sueños,
mientras
los siglos caen escondiendo
--tras
el batir mis párpados un ala
que
atrapa doble al mismo tiempo nada
y
el infinito tras cada momento--
la
arcana voz de una tormenta eterna
en
el trino sorprendido de un pájaro,
callando
al escuchar la hoja seca
cuando
al soltarse de la rama atruena
la
música silente de mi mano
que
al escribir un universo crea.
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