Pinceladas delirantes escurren por el macramé de la
calle,
desde lo alto un millón de ventanas converge
radialmente
sobre el asfalto que sólo conoce de veranos e
inviernos pasados
el carrusel de la locura humana perfectamente
matemática
desgarrada por el flanco del panal urbano que gotea
vidas
efímeras pero no eficientes y rápidamente despachadas
económicamente numeradas en el ir y venir de una calle
enferma
y sana cuidada pulcramente por artistas del parecer
siempre atractiva
acercamientos si los hay indecentes no dicen nada de
personas
caprichos justificados con pequeños espacios en un
infierno permitido
pequeños individuos caprichosos se entrelazan a bajo
costo
en los prostíbulos bancarios parlamentarios
institucionales
acarreados por toneles persecutorios de racimos
humanos
colgantes de la escarcha de metal del vidrio hexagonal
y gótico
a la carrera o sin trabajo envueltos en la neblina de
los metros
del ruido de olas que retroceden y revientan a la
espalda de nada
se deshace la noche tal vez la mañana y un ruiseñor
machacado por las ruedas giratorias
del destino yace sobre el pavimento sucio negro pero
siempre renovado
del macramé artísticamente diluido de la calle
polícroma.
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