lunes, 12 de diciembre de 2011

Lo dije antes



Lo dije antes lo digo ahora. Somos demasiados. No somos ovejas, ni gallinas ni pasto.
Por eso me duele chocar a un humano con mi indiferencia.
No somos estrellas ni escupos ni arena, pero somos demasiados.
No levantaría siquiera un pensamiento cainita contra un humano hermano, sólo la angustia de ser demasiados, como el bosque seco calienta la llama y el viento sin flores destruye la ceniza en pedazos.
No quiero ver, no quiero ver tanto.
El destino se  teje hilvanando a la carrera sobre cada día herido de muerte.
Detente, gimo, detente, en el estrangulamiento de mi pesadilla rota sobre mi mano.
Somos trapo viejo, usado, remendado, desechable y reemplazable por concurso público.
No seremos capaces de detener esto, lo siento.
Somos demasiado demasiados.
¡Hombre al agua!

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