Los albañiles bajan de sus obras sin un ¡ay! ¿Quién leerá en sus manos el destino de sus vidas, si el pasado ha dejado en ellas un hollejo imperceptible y magro? ¿Por qué vuelven por las tardes a su hogar modesto sin las fuerzas para construir un nuevo amor? Una voluntad invisible les ha sorbido el alma cuando sellaban argamasa alegre entre piropo y chanza, acróbatas de la arquitectónica grandeza y la miseria humanas. Los albañiles que sigilosamente construyen, sólo bajan la cabeza para recibir su paga, pero nunca olvidan el camino de regreso a su hogar.
"El mundo lo hicimos nosotros, los albañiles" decía Galeano, pero el mundo de palabra lo hacen los poetas. Los dos imprescindibles.
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