Compadezcan a los hijos de Abraham,
como a Parménides, el de infinita prole hasta los días
de hoy. No pudieron conocer, a pesar de su descomunal esfuerzo, que la
inexistencia se hace sentir en la existencia.
Sentir es puente colgante entre todo esto y la Nada.
La Nada es nuestra propia invisibilidad, pero
contemplada de revés.
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