Nuestro rango de realidad podría semejarse a un soplo
de cenizas que se arremolinan dentro de una explosión trascendental sin
límite ni final. Nosotros sólo experimentamos el Universo de la ceniza, pero no
la explosión trascendental. Por tanto, nuestro big bang habría sido sólo
el comienzo del apagado de un aleteo cósmico de cenizas que por un instante sin
tiempo brilló casi tanto como el Fuego Siempreviviente Πῦρ Ἀείζωον que nos respira sin que conozcamos nuestra existencia
ni destino.
Heráclito, 30 DK.