¿Desde
dónde mirar el cielo?
Cuando
empuja abajo al águila blanca
la
densidad marmórea de la nube negra
ahoga
su ansiedad de alturas.
Al
dormir atravieso la opacidad de las nubes de la muerte,
¡cuántas
veces el vértigo me ha detenido de volar más alto
dormido!
entonces
despierto y me aliento:
¡heme
aquí más alto que nunca!... ¡Vuela!
Y
vuelvo a dormir y a despertar sin pausa
como
un endemoniado que busca en el cielo y el infierno
al
creador de Dios y del Demonio.
Atravieso
por el pecho ángeles custodios al viajar más alto y más alto,
ningún
temor, ninguna ciencia, ningún hígado prometeico
me
detendrá de ir más alto, de calar más hondo,
de
anular los límites más sagrados y malditos
aunque
al volar más alto corra el riesgo de caer tan bajo
que
una eternidad cayendo acabe al fin contra el fondo de la nada,
yo.
¿Adónde
podría aventurarme si ya la tierra no es suficiente?
Navegar
o levantar el vuelo en otras cóncavas naves,
bajar
al fondo del abismo líquido
o
subir hasta destruir los límites del mundo
ya
lo cometió el homínido impunemente.
Harta
ya de sus propios límites
la
humanidad ansía destruir su mundo para forzarse a superarlo.
Harto
yo de las fronteras de esta humanidad ansío destruirla en mí
para
superarla,
estúpida
y tuerta que ve la mitad y entiende lo que quiere.
--¡Que
no sea yo tan estúpido y tuerto
para
destruir lo que quiero!
¿Hasta
dónde podré arrebatar mi cuerpo y mi alma
sin
destruir esta deforme y fascinante humanidad?
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