Yo
fui un gran poeta, no el de las bulliciosas bibliotecas humanas. Yo reí a
carcajadas, yo bebí hasta emborracharme con ese puñado de poetas locos allá arriba,
en la montaña del Parnaso. Recité a gritos, recité susurrando, recité con mis
ojos y mis manos “Soy feliz”. Homero me tomó de un brazo, Pablo Neruda me
tomó la mano. El sol ya se ponía por el occidente anaranjado. Yo les dije con mi
último verso: “Ya es hora, amigos amados, ya es hora, durmamos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario