jueves, 14 de julio de 2011

CRISIS DE LA EDUCACIÓN EN CHILE 2º PERSPECTIVA DEL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN (continuación del artículo anterior)


Esta visión entre economicista, técnica y teórica, es propia de parte de la población profesional y de organismos e instituciones que resguardan parcialmente el derecho de los habitantes a una mejor educación, entre ellos también la Iglesia Católica[1], y que piensan que es posible una suerte de consenso político-económico-social para alcanzar los problemas “de fondo” de la educación[2]. A pesar de la buena voluntad que parecen sustentar estas visiones conciliatorias y progresistas, es evidente el escaso nivel de representatividad y poder de cambio sobre las estructuras de poder descritas, además de la escasa capacidad de proponer análisis y soluciones que vayan más allá de los discursos idealizantes y de respuestas teóricas que no abordan los hondos niveles de insatisfacción de la población de todos los estratos sociales, especialmente medios y bajos. Nos llama la atención, por ejemplo, la paradoja de que la misma Iglesia Católica no cuestione la incoherencia entre la filosofía neoliberal y capitalista, y su pretendida concepción espiritual del ser humano y de la sociedad, la que evidentemente está completamente fuera del concepto y de la práctica educacionales modernos.
En esta visión se habla, por ejemplo, de mejoras sustantivas en la calidad de la educación que pasan por importantes inyecciones desde el presupuesto nacional y de aportes particulares hacia la educación, así como de llamados abiertos a participar en un debate nacional sobre la educación, pero que no hacen más que aceptar las premisas instaladas del sistema económico y social imperante en el país y gran parte del mundo, de manera que nunca los problemas ni las soluciones se hacen cargo de la incapacidad histórica de mejorar los niveles de satisfacción real de la población, ni de producir cambios significativos en un sistema educativo que no es capaz de modificar ni los enfoques de para qué estamos educando, ni de qué estamos enseñando y, en definitiva, cómo debemos educar.
Estas posturas representan la mayoría de las veces a agentes mediadores y facilitadores tanto ante la opinión pública, como ante las autoridades legislativas y ejecutivas en la resolución de problemas y propuestas que aparentan un avance en los conflictos y problemas específicos propuestos. Estas son las instituciones y personeros que degradan los conflictos para continuar con el statu quo de fondo y parchar los problemas con soluciones insustanciales y momentáneas, que tienden a favorecer más bien acuerdos políticos y sociales, que soluciones reales. Esa es, por ejemplo, la manera en que se abordó y resolvió el anterior conflicto de la educación chilena, iniciado por la llamada movilización de los “pingüinos”[3] en el año 2006, pero que no ha llevado al país y a la educación sino hasta este nuevo conflicto, y que no hace sino reformular y evidenciar los mismos ancestrales problemas de la educación y de la sociedad chilena. Problemas que una y otra vez desgraciadamente, tanto parte importante de estos mismos actores sociales, como autoridades pertinentes, vuelven a plantear ante todo en términos económicos y técnicos.
Cuando uno se acerca a las demandas y razones que, por una parte se declaran y que, por otra, hay realmente tras ellas; cuando se escuchan atentamente las críticas de los distintos actores sociales al sistema educacional, uno descubre una gran variedad de razones y motivaciones, que al fin de cuentas hacen imposible el acuerdo mayoritario o eficaz. Existen motivaciones centradas en mejorar las condiciones de acceso material a la educación formal, las que pasan por innumerables variables, tales como alimentación, vivienda, empleo de los padres, ingreso familiar adecuado, numerosas condiciones sicológicas y sociológicas concordantes con el estudio formal, etc. Sólo estas razones esconden un mundo de problemas asociados y personales imposible de representar en un catastro real, y que obviamente nunca salen a la luz ni son parte de la discusión pública. Cuando se habla de mejorar la calidad y ofrecer igualdad de oportunidades de educación, ¿se está conciente realmente de lo que ello implica? ¿Hasta dónde el Estado está dispuesto a hacerse cargo?...
Otras áreas de conflicto están centradas en problemas asociados a las unidades educativas, en sus distintos niveles, tales como estructuras de construcción inadecuadas, accesos viales de gran dificultad (especialmente en provincias), problemas de transporte, mobiliario inadecuado o insuficiente, recursos tecnológicos inadecuados o inexistentes, falta de condiciones mínimas de salubridad, higiene y seguridad física, falta de recursos materiales asociados a la información y técnico-pedagógicos, por nombrar sólo algunos más evidentes.
El profesorado es otra área de gran impacto en los problemas de la educación, y que excede con mucho a la mera unidad educativa. ¿Quiénes y cómo educan? En Chile el profesorado accede mayoritariamente a la profesión desde la clase socioeconómica baja y medio-baja, simplemente como una manera de acceder al mundo profesional, del que se espera tanto un ingreso básico, como una estabilidad y prestigio social, pero que generalmente carece de una formación sociocultural, sicológica y motivacional concordantes con los desafíos de educar a niños y jóvenes, que serán determinados por el resto de sus vidas por gran parte de estos modelos y aprendizajes. ¿Se ha medido o cualificado seriamente el impacto que producen los profesores en los alumnos tanto en la experiencia inmediata, como en su desenvolvimiento en la vida en general? Existen diferencias abismantes entre profesores que poseen grados académicos como licenciados, magíster y doctores, los que ejercen sólo en colegios particulares pagados, y que generan aportes de información y motivación en áreas de estudio específicas de los alumnos, y que sólo estiran finalmente las diferencias de calidad de educación entre los colegios dependientes directa o indirectamente del Estado, en los cuales sólo pueden hacer clases profesores con estudios básicos de pedagogía, y los colegios particulares pagados. En definitiva, ¿quién podría hacerse cargo del problema humano y sus consecuencias pedagógicas que existen detrás de cada profesor? ¿Qué institución existe capaz de tal? Creemos que ninguna, ya que todavía esto ni siquiera se ha descrito como un problema porque probablemente heriría la sensibilidad de muchos profesores y de un segmento importante de la población.
Hasta ahora las soluciones al problema del profesorado que se han propuesto e implementado sólo tienden a mejorar indirectamente el tipo de profesorado y su motivación a través de incentivos económicos salariales, bonos de rendimiento, becas de estudio a los estudiantes de pedagogía, pero, a fin de cuentas, nada más que intervenciones con un poco más de dinero, como si el dinero hiciera a un docente sustancialmente mejor o peor profesor.
La cuestión de la formación universitaria de los profesores es otro problema del que poco se sabe, pero que esconde otra dimensión más del gran problema educacional. Este tema tampoco se ha dado a luz, pero también esconde una gravísima deficiencia del sistema educacional. Los jóvenes profesores están aprendiendo a reproducir el mismo sistema educacional que ellos han vivido hasta entonces, con prácticas, enfoques, docentes, estudios, y un conjunto de otros elementos formativos que nadie investiga ni cuestiona en profundidad, pero que son incapaces de generar docentes creativos, de alto nivel pedagógico, cuestionadores y reflexivos, sicológicamente aptos para educar, cultos, etc. Las universidades con carreras pedagógicas, pues, son otro grave problema.
Sin embargo, cuando nos preguntamos qué se está enseñando, y si el sistema educacional también es deficiente o errado en sus prácticas pedagógicas asociadas a los contenidos o sentido de la educación, entonces tampoco se toma en cuenta a los principales afectados por la educación: los niños y jóvenes alumnos. La educación actual está centrada en los contenidos de información y en la competencia por resultados que medirán las oportunidades de un alumno respecto de otros para continuar estudios superiores. Los alumnos van a los colegios a tratar de retener la mayor cantidad de información que les permita estudiar para reproducirla en una prueba o evaluación similar en la que deben sólo obtener la máxima calificación posible para mantener o mejorar su promedio de notas. Esta es la motivación de la mayoría de los jóvenes que están concientes de lo que significa para ellos una educación útil y eficaz. ¿Pero los jóvenes que o no están concientes de esto o no les interesa la “educación superior”, o que tienen otro tipo de problemas o intereses—y estos son quizás la mayoría de los niños y jóvenes—qué encuentran en la educación de su escuela o colegio?... El más rotundo aburrimiento, la más intensa desmotivación, la frustración, el descontento vital, la resistencia conductual disruptiva de su propia vida personal, escolar, familiar y finalmente social. ¿Quién se ha preguntado seriamente por qué los niños y jóvenes sufren cada vez más en sus colegios y unidades educativas?... Más aún, los otros niños y jóvenes que estudian porque es la mejor manera de alcanzar el éxito personal y social, ¿lo están haciendo satisfechos del sistema de enseñanza y de la educación misma que están recibiendo?... Evidentemente no. Cada vez más los alumnos están sufriendo un estrés pedagógico antes desconocido y que no les reporta ninguna satisfacción en términos de realización o desarrollo personal, pues su sentido sólo se centra en obtener la nota más alta posible, pero nada más. Incluso los mejores alumnos reconocen saber nada, aunque sí saben que la materia que les permitió obtener la máxima calificación se olvida rápidamente para dar cabida a las nuevas materias que deberán retener hasta la próxima prueba. Y así sucesivamente, avanzando a través de todos los niveles del sistema educativo nacional, incluso hasta alcanzar el examen de grado en la universidad o instituto.
¿Se les ha preguntado alguna vez seriamente a los niños y jóvenes qué querrían hacer con sus proyectos de vida? ¿Qué les gustaría saber y cómo les gustaría aprender? ¿Qué es lo que no les gusta de lo que están aprendiendo y de cómo están aprendiendo? ¿Dónde están estos estudios en los debates públicos?... Aunque ellos no sean plenamente concientes de lo que les corresponderá vivir en el futuro, porque no carecen de la madurez, conocimiento y experiencia suficiente, como para decidir por sí y ante sí de estos asuntos educacionales, nosotros adultos y expertos en el tema, ¿no seremos capaces de comprender la importancia de facilitar el desarrollo de todas las personas, en concordancia con lo que verdaderamente son las personas y con la satisfacción de sus reales y valiosas expectativas de vida?¿Conocemos realmente qué significa la dignidad de un niño, la dignidad de la persona y, en consecuencia, el respeto a cada ser humano para ofrecerle las mejores condiciones para su vida?
Las respuestas a estos problemas no se han propuesto ni --estamos seguros-- se podrán proponer e implementar, si la crisis de la educación se trata de analizar y resolver desde esta segunda perspectiva. Ya habrá tiempo para continuar con la justificación de lo que hasta aquí he planteado.


[1] Vid. http://radio.uchile.cl/noticias/29961/
[2] Entre ellos podemos mencionar instituciones y organismos de universidad, ministeriales, internacionales, culturales, etc.
[3] Vid. La misma posición de la Iglesia, que en el actual conflicto: http://radio.uchile.cl/noticias/33331/
Para una visión general del conflicto, vid. http://www.institut-gouvernance.org/en/analyse/fiche-analyse-348.html; http://es.wikipedia.org/wiki/Movilizaci%C3%B3n_estudiantil_en_Chile_de_2006

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