lunes, 30 de mayo de 2011

SABER ESPERAR


Te esperé a las cinco en la salida del metro. Te esperé una hora y no me importó, porque te amo. Esperé dos horas, mirando nervioso el reloj, mirando ansioso a la gente que subía una tras otra por la escala mecánica, pero al final me fui; me fui a un bar para beber y beber hasta lograr olvidar que no estabas conmigo. Seguro venías después del trabajo, cansada y triste, entonces pensaste que no me amabas, que no me amabas tanto para llorar conmigo, que estabas cansada de llorar y te diste la vuelta. Te esperé ayer y anteayer y anteanteayer, y así día tras día, hasta que un día me llamaste y con rabia me dijiste: “¿Por qué no me has llamado?” Yo me quedé mudo, el muy estúpido, hasta que te pusiste a reír y comentaste antes de cortar: “Pero no importa”. Por eso te esperé hoy a las cinco en el metro, y mañana, y pasado mañana, y pasado pasado mañana, aunque no llegues, aunque no llegues nunca, te esperaré donde algún día quedamos de encontrarnos en mi pasado y en mi futuro. Es que te amo.

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