jueves, 9 de octubre de 2025

Aporías de la Ilusión


 

 

De la misma singular manera que el diario otrora abandonado del expedicionario George Murray Levick acabó siendo descubierto congelado en la Antártida—más de un siglo después (2014)—, yo escribo en este blog mis últimas palabras, azotado y entumecido por las borrascas del ultramundo impenetrable en que me encuentro aislado. No sé cuánto tiempo me queda. No es tampoco lo que me importa.

Ya hace unos años hallé por aquí, en la cúspide del Cabo Sin Esperanza, en el límite de TODO, una estela terrible escrita sobre un material desconocido, con grandes letras rojas, tal vez de sangre humana: TODO ES ILUSIÓN. Seguramente los astros, las galaxias y la redondez del Universo todo giran también con ojos desorbitados obsedidos alrededor de este mismo lema nuclear, tal como estos miles y millones de años yo he venido rotando especularmente y gateando alrededor de la estela TODO ES ILUSIÓN. No hay más.

El tiempo lo mido por zarpazos de pensamiento, temblores de ultramundo cuántico inespecífico, paramatemáticamente. El tiempo para mí es la clepsidra que chorrea pare vomita en todas direcciones gotas reflejas de oráculo iridiscente, ramalazos por excesos furibundos de conciencia antropoidea intracraneal, diminutos sedimentos alucinados de demencia cósmica. El TODO ES ILUSIÓN. Soy feto abortado agónico que está cayendo inadvertidamente, casi sin dolor ni aspaviento, del útero patriarcal de la existencia. Ahora soy el huérfano nuevo, el primogénito anodino del TODO ES ILUSIÓN. Ese tiempo. Soy el yo cartesiano demasiado animal que no puede evitar corcovear como un toro salvaje montado a horcajadas, hasta que muere sin saber qué es morir. TODO ES ILUSIÓN. Fauces de volcán hacia adentro, hoyo luminoso y negro, habla y calla, como mano izquierda y derecha de pianista manco.

Yo de rodillas allí delante ahora modestamente le reprochaba: ¿Cómo todo puede ser una ilusión, si tú mismo, triste lema, eres una enigmática ilusión? ¿Cómo podrías revelar esta verdad, si no eres más que una ilusión verdadera? ¿Qué consecuencias?...

¿Qué consecuencias?...

Hubo un silencio, luego un trueno definitivamente subterráneo, y el resplandor casi eléctrico de un relámpago incomprensible. Entonces lo vi. Entonces lo escuché. Lo supe TODO. Prosterné mi frente contra el suelo, gemí apenas ¡Gracias!, aunque allí mismo no había nada. Sólo existía obstinadamente LA REALIDAD.