Campos
y llanuras sobre remansos invisibles
no
como las tierras fecales de la lombriz humana.
El
humus espirituoso que un dios creó en la ingenuidad de su propia infancia
cuando
todavía profetizaba un humano hijo y amigo de ángeles,
ahora
este dios escéptico soporta a la canalla crucificadora de lirios mágicos.
Aires
iluminados y estremecidos por espíritus incorpóreos
no
como los gases venenosos que arroja la inmundicia del alma.
Sabios
vegetales que procesaron en sus alambiques estelares
la
dulzura del sol
y
la calma de la uva infinita.
Delicadas
voluntades germinales
demasiado
silenciosas y profundas
demasiado
bellas y exigentes
para
esta eléctrica conciencia humana,
inalcanzables
mundos para las armas de destrucción masiva
inabordables
para el quirófano de su saber miserable
inmortales
aun en medio de la muerte
del
avance talador del hombre.
Paisaje
del alma de un dios sobresaltado
que
se dispone a comenzar un sueño sin antropoides.
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