miércoles, 25 de diciembre de 2024

Frutos Secos

 

 

 

Los líderes del Mundo son unas bestias brutales

desde el más imponente hasta el más pequeño,

el motivo inconfesado que los anima a todos

es la posesión.

Instinto de posesión, instinto de propiedad capitalista

por sobre todo otro instinto bestial,

sistema globalizado al servicio de la Bestia poderosa

que ha llegado a poseerlo todo,

incluso tu escondido hogar,

allí tú eres el amo bestia que posee,

tu posesión, tu cuerpo, tu mente Bestia.

Te engañaron, nos engañaron

porque en lo profundo de toda bestia amorosa

prevalece el instinto de destrucción, depredación

por sobre el instinto amoroso de creación.

Hasta el Dios de Amor apocalíptico destruirá al final a su Ser amado,

¿y volverá a engañarnos con un resucitado reino de eternidad feliz?

Hay destinos, responsabilidades y causas que nadie ni nada puede evitar,

ni siquiera la pretendida libertad de un Dios humanizado.

¿Qué comeremos tantos cuando pronto hayamos destruido tanto

que sólo nos quedemos mirando ansiosos unos a otros, y nada más?

¿El cuerpo y la sangre de Cristo?

“Hagan esto en recuerdo de mí”.


jueves, 12 de diciembre de 2024

La Hora de Dios (cap. 6 de Historias de un Individuo Imposible)

 

 

¿Cómo podría creer en un Dios tan imperfecto, tan poco creativo, tan penosamente humano, incapaz de haber inventado otra creatura humana con una libertad que sólo tendiese a realizar el bien universal, y ni siquiera sólo para su propio beneficio?... Eso, suponiendo que un Dios se hubiese tomado en serio crear una realidad auténtica y unificadamente Suya, y no un juego incomprensible para su creatura, como se evidencia éste. ¿Cómo un Dios habría creado a este mamarracho que tiende a la autodestrucción y al daño permanente de todo lo humano y de todo lo divino?… ¡Qué cosa más tonta y antidivina habría creado ese Dios: a un pobre ignorante y retrógrado que prefiere echarle la culpa del mal a un demonio traicionero de ese santo señor Dios, o, en último término, a sí mismo, para así conservar libre de polvo y paja a un Dios intocable, al verdadero creador y único responsable de TODO!

¡No!... ¡Para mí es mejor que ese Dios irreal siga escondido, invisible, delirante, en el interior de la estructura de la mente humana, como un mero reflejo maníaco e insatisfecho de nuestra propia incapacidad natural!

Pero, entonces, ¿quién o qué es esa Entidad que a través de toda mi vida me ha amado y me ha maltratado adentro de mí—en todo lo que me compone, sin excepción, y en todo lo que soy—y en todo lo que existe fuera de mí, arrolladora y dulcemente?... ¿Tan infantil y antropogénico sigo siendo, a pesar de toda esta lucidez inteligente, que no puedo dejar de seguir experimentando esa—digamos así—Fuerza Directiva de la realidad, como si igualmente poseyese, aunque sólo fuese en parte, una condición semejante a Persona?... Es más, toda esa parafernalia sobrenatural, mágica, taumatúrgica con que lo han descrito desde siempre nimbado de rayos, de fuego, de ángeles, de milagros, y que ha empujado a todos quienes la experimentan a caer de bruces hasta golpear la frente contra el suelo en un gesto de asombro, anonadamiento, terror y adoración, yo también la he vivido, y también se me han doblado las rodillas deshechas como cera dentro de un horno, y he besado de un golpe la tierra con mi carne empequeñecida en partículas de polvo a punto de destruirse por causa de esa sobrecogedora Presencia. Yo sé—porque en ese instante terrible se nos enciende por primera y única vez, porque luego se apaga, un sentido y un estado interno de conocimiento sobrenatural—que no ha sido una alucinación, ni de otros, ni mía. En todo caso, si lo fuese, no sería menos alucinación que contemplar las estrellas, sumar uno más uno y que resulte dos, o amar a mis hijos. ¿Dónde y cómo encontrar la razón y la verdad de todo esto, sin que acabe ingenuamente llamándote Dios?... Negarte por completo, se lo dejo a los pobres durmientes de sí mismos, e insensibles a todo lo que vibra en este fuego trascendental llamado realidad. Yo no puedo negarte, aunque te niego, bendecido y maldito, yo no puedo negarte, ni quiero dejar de no poder, aunque empecinadamente te siga negando.

Aquí estás, en mí y en todo, como un misterio, como un acertijo indescifrable, como si yo fuese un niño con el Universo entre mis manos, imaginando y haciendo sólo niñerías con él. ¿Yo podría más, si quiero más?... Yo sé que yo soy Tú, y Tú eres yo, y esto es más que Tú seas Dios, y yo, un yo, pero también, menos, muchísimo más menos que más. Yo sé que a nadie dejas en paz, en la inmovilidad que se puede experimentar dentro del caudal de este río. Tú eres el río y la cascada, y tú la paz, el remanso, la verdad y la ilusión. Por eso quiero más, aunque reciba menos. ¡Cómo quisiera ver las palmas de tus manos dentro de las que me encuentro con el Universo herido entre mis manos! Pero no puedo, soy incapaz. ¿Hasta dónde quieres Tú mismo llegar haciéndote sentir en mí que tú y yo somos incapaces de más? Juegas contigo mismo en mí. Tú sí lo sabes, sólo en mí no lo sabes, por eso tampoco lo sabes. ¡Vaya juego!...

No puedes dejar de ser Persona, mientras soy persona, porque entonces no serías yo. Yo quisiera conocerte en tu ser No-Persona, conocerme tanto a mí mismo, que me trascienda a mí mismo, a mi humanidad, pero eso no lo puedo. Pero también me has revelado que el rayo transformador de toda realidad siempre está vibrando, a punto de salir disparado en cualquier instante de tu arco y de tu mano de fuego sobrenatural y semihumano. Yo sé que estás apuntando sin cesar esa flecha terrible justo hacia el centro de mi corazón. Todos cargamos esa sobrecogedora cruz tuya.

Y de ser cierto las profecías escatológicas, que también en mí has insuflado, y como has inscrito también en cada átomo y en cada onda, al final del túnel habrá una luz tan descomunal y tan nueva que lo borrará todo al crearlo todo. Si sólo dejarás entrar a los buenos, pero no a los malos, no podrás hacerlo, porque tú eres el Dios creador de tus buenos y de tus malos; pero sí podrás hacerlo, si entonces quieras dejar una parte de ti fuera de ese Tú mismo, porque me has hecho entender y saber que eres Dios, tanto como No-Dios. Y nadie sabrá antes ni entonces por qué, ni cómo, ni para qué.