¿Cómo lograr convencer, persuadir,
mentalizar y transformar (aunque no sea más que en una pequeña medida) a los
seres humanos (aunque no sea más que a unos pocos), de la conveniencia y sobre
todo de la necesidad de volcarse a
vivir hacia el interior de sí mismos,
y dejar de vivir hacia la superficialidad de la mente propia, del cuerpo físico
y del mundo exterior?...
Ya los antiguos griegos admiraban la
máxima délfica “¡Conócete a ti mismo!”,
lo mismo que las más variadas culturas que han recogido desde siempre en su
saber perenne esta misma BÁSICA VERDAD. Esta vía de autoconocimiento ha estado
disponible desde tiempos inmemoriales para el ser humano… En otras palabras, la
premisa sustantiva de todo conocimiento humano que sostiene que el Universo
entero carece de realidad objetiva, que todo el conocimiento de la realidad
externa es una mera ilusión si no se sostiene y no se impregna de la espiritualidad del mundo interior del
ser humano.
Es curioso, sin embargo, constatar
históricamente que en la misma Grecia se gestó y desarrolló la visión y el
movimiento opuesto que acabó absorbiendo paulatinamente hasta el mundo completo
y globalizado de nuestros días: el racionalismo socrático y el empirismo
aristotélico. Por un lado, el empirismo materialista que confía ante todo en la
percepción sensorial y la actividad del cuerpo biológico se fortaleció y se desarrolló
precisamente en la inmediatez, la urgencia y la obviedad de la corporalidad y
su entorno. Por el contrario, demonizar y despreciar el cuerpo y su entorno
físico y material ha sido probablemente uno de los errores ideológicos y de fe
más graves a la hora de tratar de defender la trascendencia divina, la dignidad
del ser humano, la espiritualidad y la profundidad de la realidad, como lo hizo
por ejemplo el judeo-cristianismo, el islamismo, o el budismo. Sabemos ya,
quienes hemos hecho un largo recorrido existencial, espiritual y multicultural,
que no existe tal supuesta contradicción entre espíritu y materia, entre bien y
mal, entre cuerpo y mente, entre divinidad y humanidad, entre vida y muerte, entre
inmanencia y trascendencia, entre temporalidad y eternidad, entre sufrimiento y
perfección, etc.
Por otro lado, el racionalismo
pragmático, asociado a una creciente facultad lógica verbal y matemática se
fortalecieron en la época moderna a partir del Renacimiento europeo, pues
hicieron un poderoso matrimonio, una sociedad eficaz y complementaria con el
empirismo materialista. Sus beneficios se evidenciaron en todos los ámbitos de
la vida humana y en el desenvolvimiento del ser humano en su entorno físico. Es
así como progresaron (y dieron progreso) los nuevos códigos sociales y legales
de convivencia, las ciencias y las tecnología nacientes, la filosofía
ordenadora y crítica de todos los saberes, el escepticismo y la duda hacia lo
no racional y comprobable, la diversificación y justificación del conocimiento
en innumerables áreas de la experiencia humana, las invenciones y descubrimientos,
el aumento del bienestar vital, el acceso a la riqueza, a la educación y a
innumerables bienes disponible cada vez a más personas, etc. Todos estos
logros, beneficios, accesos, realizaciones, que gozamos hasta el día de hoy,
habrían sido imposibles sin el amplio
desarrollo y esfuerzo humano centrado en el fortalecimiento de la razón y del
materialismo sensualista. La globalización y la unificación de todas las
culturas y visiones de mundo actuales en torno a estos principios humanos sólo
se explica porque satisfacen simplemente una necesidad básica e ineludible de
TODOS los seres humanos, sin distinción ni exclusión. Como contraparte, sólo el
fanatismo religioso, el dogmatismo ideológico, la credulidad ingenua, la falta
de educación y de conocimiento, los intereses creados de algunos individuos y
comunidades todavía se resisten y siguen negando la validez y el inmenso valor
del materialismo y del racionalismo modernos.
Lamentablemente también estamos
evidenciando que estos principios de la modernidad están alcanzando un techo y
sus fronteras expansivas. El crecimiento histórico desmesurado así, sin su
contraparte FUNDACIONAL espiritual, mental, moral, íntima, trascendental del
ser humano y de la realidad misma se ha tensionado a un punto que ya no resiste
más… La totalidad de la realidad humana, hasta el planeta mismo están a punto
de explotar, porque nuestro desarrollo alcanzó el límite –aún no del todo
evidente-- en que ya no se distingue ni se puede evitar comenzar a autodestruirse,
a consumirse unos a otros, a agotarlo todo, a violentarlo todo.
Sin embargo, la mayoría de los seres
humanos parece no darse cuenta de esto. Las razones también son comprensibles.
Primero, el sistema de vida que hemos logrado, con todo este amplio espectro de
bienestar y satisfacciones materiales y vitales, producen un efecto
adormecedor, como de cuna o útero basal, y al que casi nadie quiere renunciar,
o siquiera disminuir en parte, a no ser que la evidencia de un desastre, de un
horror y un caos tan brutales e inmediatos
nos lo quite contra nuestra voluntad, porque ni siquiera la conciencia de estar colectivamente
destruyendo el mundo nos genera un impulso real para cambiar nuestra dañina forma
de vida personal y colectiva.
Segundo, el ser humano carece de un
sentido de anticipación del futuro, por lo que es incapaz de ver lo que aún no
ha ocurrido ante sus propios sentidos de percepción inmediata. Es decir,
mientras no vea a su alrededor el colapso del planeta y de la civilización no
hará nada significativo para evitarlo. Un ejemplo palmario de esto es el
problema del calentamiento global y del cambo climático.
Tercero, existe una planificación
concertada por grupos de poder que están realizando innumerables acciones
tendientes a evitar que las personas modifiquen o puedan modificar, por ningún
motivo, este estado de cosas en que estamos inmersos y soñando.
Cuarto, la vía hacia el mundo interno
no es fácilmente accesible, y hasta aparentemente inexistente, a la conciencia
de quienes no han hecho un arduo y largo trabajo previo de interiorización
consigo mismos. Más aún, tampoco tenemos sentidos ni facultades naturales que
nos permitan la exploración y la modificación de los estados y condiciones
internas de la mente humana. La mayoría de la gente no sabe siquiera que existe
su mundo interior. Cuando comienzan a explorar quienes por una u otra razón se
interesan en la posibilidad de tener un universo mental e interno no conocido,
rápidamente se pierden y desorientan porque no saben cómo se avanza en el
autoconocimiento, porque no ven con claridad qué es lo que hay realmente dentro
de sí, qué es ilusión, qué es lo que parece ser, cómo se progresa dentro de la
ilusión, de las formas inciertas, de los potenciales aún no manifestados de sí
mismo, e infinitas condiciones que se van presentando continuamente, o que se
debieran intencionar, tratar y dirigir con una conciencia superior, la cual
evidentemente no está previa ni simultáneamente actualizada ni accesible. En
seguida, si se logra avanzar realmente en esta nueva y cabal visión y
construcción de sí mismo en una línea aumentativa y progresiva, aparece la dura
evidencia de que la integración de UN solo ajuste de mente y de conciencia,
como por ejemplo, aumentar y mejorar un solo grado de conciencia moral
irradiado hasta los profundos planos del inconciente, y al mismo tiempo
integrado a todas las estructuras síquicas de la mente conciente, puede
implicar no sólo el trabajo sostenido y particular a lo largo de una vida
entera, sino incluso de varias vidas continuas, y hasta muchas, si son
discontinuas en su progreso. –-Sé que esto requiere de mucha más profundización
y explicación de las que aquí comparto y realizo, pero el lenguaje humano es
lineal, por lo que volveré numerosas veces más sobre estos temas--
Podríamos, pues, continuar agregando y
recargando incluso más allá de lo humano el penoso escenario y condición en que
se encuentra la persona normal y natural para acceder a un trabajo interno, y,
más aún, de buena calidad, porque muy
lamentablemente considero que la mayoría de los trabajos internos que realizan
hasta los más avezados, avanzados y decididos en este proceso de autorealización,
incluso con reconocimiento público, social, religioso, y hasta espiritual, en
realidad no son más que coqueteos y pequeñitos logros en relación con el trabajo
de verdadero autoconocimieto y verdadera y gran trascendencia que aquí propongo y NECESITAMOS...
El tema no se agota, sino al contrario,
mientras más lo analizamos, más se abre lo interconectado e ignorado. Sin
embargo, esto no nos arredra, porque ya nos alienta el Espíritu Infinito...
Volveremos, por lo tanto, en una próxima ocasión, una y otra vez, a abordar la
dificilísima pregunta que nos hemos hecho al principio, para seguir avanzando
en la iluminación de la conciencia.