viernes, 6 de octubre de 2017

HACIA EL MUNDO INTERIOR



  
¿Cómo lograr convencer, persuadir, mentalizar y transformar (aunque no sea más que en una pequeña medida) a los seres humanos (aunque no sea más que a unos pocos), de la conveniencia y sobre todo de la necesidad de volcarse a vivir hacia el interior de sí mismos, y dejar de vivir hacia la superficialidad de la mente propia, del cuerpo físico y del mundo exterior?... 

Ya los antiguos griegos admiraban la máxima délfica “¡Conócete a ti mismo!”, lo mismo que las más variadas culturas que han recogido desde siempre en su saber perenne esta misma BÁSICA VERDAD. Esta vía de autoconocimiento ha estado disponible desde tiempos inmemoriales para el ser humano… En otras palabras, la premisa sustantiva de todo conocimiento humano que sostiene que el Universo entero carece de realidad objetiva, que todo el conocimiento de la realidad externa es una mera ilusión si no se sostiene y no se impregna de la espiritualidad del mundo interior del ser humano. 

Es curioso, sin embargo, constatar históricamente que en la misma Grecia se gestó y desarrolló la visión y el movimiento opuesto que acabó absorbiendo paulatinamente hasta el mundo completo y globalizado de nuestros días: el racionalismo socrático y el empirismo aristotélico. Por un lado, el empirismo materialista que confía ante todo en la percepción sensorial y la actividad del cuerpo biológico se fortaleció y se desarrolló precisamente en la inmediatez, la urgencia y la obviedad de la corporalidad y su entorno. Por el contrario, demonizar y despreciar el cuerpo y su entorno físico y material ha sido probablemente uno de los errores ideológicos y de fe más graves a la hora de tratar de defender la trascendencia divina, la dignidad del ser humano, la espiritualidad y la profundidad de la realidad, como lo hizo por ejemplo el judeo-cristianismo, el islamismo, o el budismo. Sabemos ya, quienes hemos hecho un largo recorrido existencial, espiritual y multicultural, que no existe tal supuesta contradicción entre espíritu y materia, entre bien y mal, entre cuerpo y mente, entre divinidad y humanidad, entre vida y muerte, entre inmanencia y trascendencia, entre temporalidad y eternidad, entre sufrimiento y perfección, etc.

Por otro lado, el racionalismo pragmático, asociado a una creciente facultad lógica verbal y matemática se fortalecieron en la época moderna a partir del Renacimiento europeo, pues hicieron un poderoso matrimonio, una sociedad eficaz y complementaria con el empirismo materialista. Sus beneficios se evidenciaron en todos los ámbitos de la vida humana y en el desenvolvimiento del ser humano en su entorno físico. Es así como progresaron (y dieron progreso) los nuevos códigos sociales y legales de convivencia, las ciencias y las tecnología nacientes, la filosofía ordenadora y crítica de todos los saberes, el escepticismo y la duda hacia lo no racional y comprobable, la diversificación y justificación del conocimiento en innumerables áreas de la experiencia humana, las invenciones y descubrimientos, el aumento del bienestar vital, el acceso a la riqueza, a la educación y a innumerables bienes disponible cada vez a más personas, etc. Todos estos logros, beneficios, accesos, realizaciones, que gozamos hasta el día de hoy, habrían sido imposibles sin el amplio desarrollo y esfuerzo humano centrado en el fortalecimiento de la razón y del materialismo sensualista. La globalización y la unificación de todas las culturas y visiones de mundo actuales en torno a estos principios humanos sólo se explica porque satisfacen simplemente una necesidad básica e ineludible de TODOS los seres humanos, sin distinción ni exclusión. Como contraparte, sólo el fanatismo religioso, el dogmatismo ideológico, la credulidad ingenua, la falta de educación y de conocimiento, los intereses creados de algunos individuos y comunidades todavía se resisten y siguen negando la validez y el inmenso valor del materialismo y del racionalismo modernos.

Lamentablemente también estamos evidenciando que estos principios de la modernidad están alcanzando un techo y sus fronteras expansivas. El crecimiento histórico desmesurado así, sin su contraparte FUNDACIONAL espiritual, mental, moral, íntima, trascendental del ser humano y de la realidad misma se ha tensionado a un punto que ya no resiste más… La totalidad de la realidad humana, hasta el planeta mismo están a punto de explotar, porque nuestro desarrollo alcanzó el límite –aún no del todo evidente-- en que ya no se distingue ni se puede evitar comenzar a autodestruirse, a consumirse unos a otros, a agotarlo todo, a violentarlo todo.

Sin embargo, la mayoría de los seres humanos parece no darse cuenta de esto. Las razones también son comprensibles. Primero, el sistema de vida que hemos logrado, con todo este amplio espectro de bienestar y satisfacciones materiales y vitales, producen un efecto adormecedor, como de cuna o útero basal, y al que casi nadie quiere renunciar, o siquiera disminuir en parte, a no ser que la evidencia de un desastre, de un horror y un caos tan brutales e inmediatos  nos lo quite contra nuestra voluntad, porque ni siquiera  la conciencia de estar colectivamente destruyendo el mundo nos genera un impulso real para cambiar nuestra dañina forma de vida personal y colectiva. 

Segundo, el ser humano carece de un sentido de anticipación del futuro, por lo que es incapaz de ver lo que aún no ha ocurrido ante sus propios sentidos de percepción inmediata. Es decir, mientras no vea a su alrededor el colapso del planeta y de la civilización no hará nada significativo para evitarlo. Un ejemplo palmario de esto es el problema del calentamiento global y del cambo climático.

Tercero, existe una planificación concertada por grupos de poder que están realizando innumerables acciones tendientes a evitar que las personas modifiquen o puedan modificar, por ningún motivo, este estado de cosas en que estamos inmersos y soñando.

Cuarto, la vía hacia el mundo interno no es fácilmente accesible, y hasta aparentemente inexistente, a la conciencia de quienes no han hecho un arduo y largo trabajo previo de interiorización consigo mismos. Más aún, tampoco tenemos sentidos ni facultades naturales que nos permitan la exploración y la modificación de los estados y condiciones internas de la mente humana. La mayoría de la gente no sabe siquiera que existe su mundo interior. Cuando comienzan a explorar quienes por una u otra razón se interesan en la posibilidad de tener un universo mental e interno no conocido, rápidamente se pierden y desorientan porque no saben cómo se avanza en el autoconocimiento, porque no ven con claridad qué es lo que hay realmente dentro de sí, qué es ilusión, qué es lo que parece ser, cómo se progresa dentro de la ilusión, de las formas inciertas, de los potenciales aún no manifestados de sí mismo, e infinitas condiciones que se van presentando continuamente, o que se debieran intencionar, tratar y dirigir con una conciencia superior, la cual evidentemente no está previa ni simultáneamente actualizada ni accesible. En seguida, si se logra avanzar realmente en esta nueva y cabal visión y construcción de sí mismo en una línea aumentativa y progresiva, aparece la dura evidencia de que la integración de UN solo ajuste de mente y de conciencia, como por ejemplo, aumentar y mejorar un solo grado de conciencia moral irradiado hasta los profundos planos del inconciente, y al mismo tiempo integrado a todas las estructuras síquicas de la mente conciente, puede implicar no sólo el trabajo sostenido y particular a lo largo de una vida entera, sino incluso de varias vidas continuas, y hasta muchas, si son discontinuas en su progreso. –-Sé que esto requiere de mucha más profundización y explicación de las que aquí comparto y realizo, pero el lenguaje humano es lineal, por lo que volveré numerosas veces más sobre estos temas--

Podríamos, pues, continuar agregando y recargando incluso más allá de lo humano el penoso escenario y condición en que se encuentra la persona normal y natural para acceder a un trabajo interno, y, más aún, de buena calidad, porque muy lamentablemente considero que la mayoría de los trabajos internos que realizan hasta los más avezados, avanzados y decididos en este proceso de autorealización, incluso con reconocimiento público, social, religioso, y hasta espiritual, en realidad no son más que coqueteos y pequeñitos logros en relación con el trabajo de verdadero autoconocimieto y verdadera y gran trascendencia que aquí propongo y NECESITAMOS...

El tema no se agota, sino al contrario, mientras más lo analizamos, más se abre lo interconectado e ignorado. Sin embargo, esto no nos arredra, porque ya nos alienta el Espíritu Infinito... Volveremos, por lo tanto, en una próxima ocasión, una y otra vez, a abordar la dificilísima pregunta que nos hemos hecho al principio, para seguir avanzando en la iluminación de la conciencia.

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