¿Con qué emoción podría emocionarme
cuando me unifico con la infinita multiplicidad de seres de este universo? ¿La
belleza podría contener esta sensación de asombro, de desbordamiento de ser
ante tanta perfección, ante tanto fenómeno múltiple diferenciado y uno? Mi
intelecto o mi conciencia pueden pensar y representarse todas las cosas como un
estado de unificación de algo tan extremadamente disímil y único que acaba
deshaciéndose a la distancia de un espejismo, y al fin sólo balbucean torpemente:
T-O-D-O… ¿Cómo podría yo experimentar en mi pequeñez de cosa, de persona
humana, la totalidad que no se acaba en ninguna frontera de mí? Yo me detengo
un breve tiempo en mi yo y luego la infinitud continúa adelante más allá de mí,
escalando el misterio que nos supera y nos contiene al mismo tiempo. Podría
entristecerme o alegrarme ante la pequeñez de mis sentimientos, pero no es
suficiente. Y aunque reúna todas mis emociones no soy capaz. Y aunque construya
un templo del alma con las emociones más puras y sublimes acabo siempre
abandonándolo todo; entonces salgo a mirar las estrellas y me acurruco una y
otra vez en la inmensidad de la noche, hasta caer fulminado por el sueño que me
devuelve a algún punto primitivo en la espiral.
¿Acaso en el amor mío sí podría
experimentar la totalidad? Y aunque así fuese, la totalidad siempre excedería
toda forma de amor. Y lo mismo la paz,
la verdad, la vida. Ni siquiera Dios podría contenerse a sí mismo,
termina siempre en el pasado herido por un costado, desangrándose en el vacío.
Tampoco yo puedo retenerme a mí mismo
cuando avanzo paso a paso en esta realidad que excede toda emoción ofrecida, al
unirme más y más a ella. Presiento entonces una nueva emoción, una emoción de
mi espíritu que supera toda emoción. Ella por un instante gira sobre sí misma y
me observa tan tenue como un rayo de luna que aun no se estrella contra la
tierra. También yo soy el pedazo de roca contra el que chocan las llamas de los
astros eternos. Esta vida mía que se reconoce siempre nueva para algo siempre
nuevo. Yo, el hombre que dispone todas sus emociones para excederse a sí mismo.
El tiempo se reúne conmigo como una montaña que crece continuamente, aunque sea
yo tan pequeño como cualquier grano de nada. No me muevo, mas aun así avanzo en
el vello sedoso de una oruga. ¿Qué será lo que siento?
Formas parte de un todo y lo reconoces, eso es mucho en los tiempos que corren. Un saludo.
ResponderBorrar