He
perdido la inocencia,
envejezco.
Sabía
que esto iba a ocurrir.
Sólo
al mirar los cerros amarillos con yuyos
vuelvo
a sentir la furia de la vida
y
los pelos que han abandonado mi piel arrugada
se
figuran luciérnagas, ágatas o mariposas
entre
los dedos de mi niñez eterna
que
se va reintegrando
hacia
los cuatro vientos
liberada
lentamente de mi cuerpo.
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