Me encuentro sentado sobre una roca,
a la orilla de un sendero en el campo. El sol ilumina todo desde bien arriba.
No tengo calor, estoy en paz, un sentimiento de bienestar me recibe en el mundo. Veo flores blancas y anaranjadas
entre hierbas verdes; huellas de carretas se balancean en el suelo a mi lado; la
alameda contiene el deslinde hacia otra tierra y se mantiene bien erguida, apuntando
por casualidad hacia lo alto; huele embriagadoramente extraño aunque no haya
olores.
Hay algo muy azul por encima de mí,
quizás un océano, o un cielo, o el techo de mi propia mente. Quiero detener el
tiempo, y reunir todo el espacio en este espacio. No puedo. Sé que todo cambia
y el esfuerzo angustioso alimenta la vida que se engaña a sí misma… ¿Soy algo?
Mi mente también puede sostener este
estado con la intensidad de un sueño y hacerlo más real incluso que todo. Estoy
definitivamente afuera y adentro de mí. Las garzas despiden el verano inmóviles
sobre el cielo.
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