Un
paradero vacío es lo mismo
que
un paradero lleno de gente,
máquinas
veloces dentro de personas autómatas
atropellan
fantasmas a las cinco en punto,
el
cielo de hormigón armado retumba a un metro
sobre
las cabezas de amapolas seductoras
en
el ojal de una solapa
que
gotea la esperma desvencijada de las nubes de neón.
El
rey león bosteza de miedo
cuando
ojea el atlas con la punta de su uña sucia.
Canta
la lluvia indiscreta sobre los paraguas
que
caminan bocarriba como naves náufragas.
¿Tendré
que esperar yo también en el mismo paradero
nada?
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