domingo, 25 de noviembre de 2012

PARAÍSO PERDIDO




¿Y si viniese yo de un mundo realmente sin pensamiento, pero de dulzura? ¿Y qué dulzura? Sin miel ni edulcorante. La dulzura, digo, de lo que nunca duele. ¿Y si viniese de un universo donde todos vuelan, pero sin combustible, esmog ni alas? Pero aquí le temo a las alturas. Le temo a despertar después de haber flotado toda la noche buscando la verdad de mi sueño. Aquí me arqueo adolorido para enfrentar cada mañana este mundo que me quiere sólo para sí; este mundo de evidencias torturantes bajo amenaza de no darte de comer. ¿Y si viniese de un mundo donde todo es belleza? Pero de un mundo sin artefactos clichés, sin academia ni poesías escritas, sin lectores, pero puros artistas, o sea niños eternamente niños que juegan a crear infinitas formas sin repetir ninguna. Allí no habría muerte y apenas un poco de nostalgia al recordar a los peregrinos de la muerte: nosotros. Seríamos flores al contemplar las flores, y sería el amor allá, seguro, lo que explicaría de verdad este angustioso sentimiento que aquí llamamos amor.

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