Voces
misteriosas
que
arrastran su filoso arado sobre mi pensamiento
voces
trémulas como de niños desolados
pavesas
y esquirlas de acero cristalino
al
abrirse el cáliz de mi corazón primaveral
gotas
que brillan entre los ojos
trituradas
con vino y sangre,
voces
expuestas al viento
resecadas
en el vellocino del sol madurado
entre
la hierba que cubre la carne viva de la tierra
y
canta dichosa los dones del amor cotidiano
o
el movimiento sinfónico de los árboles de una estrella
o
las olas que en el crepúsculo se van quedando sordas
repican
como campanadas de los muertos despiertos
huelen
a silencio verde de una plaza lejana
no
como la paz acobardada de las legiones de cristo
que
se diluye entre los ductos pútridos de una fe difusa
la
fe del que se anuda palabras alrededor de la frente
la
fe del mercader de muelles esperanzas
la
fe del que se arranca los ojos para contemplar su alma
la
fe del enano que se va quedando chico en su buena fe
la
fe del incrédulo que cada vez cree más que no cree
y
al final siempre descansa de su jornada laboral.
Voces
del averno
voces
puras y líquidas como vírgenes
que
han logrado retroceder en el tiempo
dolorosas
como agujas martilladas en los huesos
dolorosas
como besos de enamorados
dolorosas
como racimos de recuerdos
que
se van cayendo por las costuras desgarradas del alma,
inquietantes
resuellos tras la nuca
terror
confuso antes del alba
paradojal
desviación de la cordura
que
no se detiene
que
no avanza
paroxismo
del miedo alerta
sudor
de la intuición
animación
desvelo
muerte
y
despertar
entre
voces que nunca callan
misteriosas.
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