domingo, 12 de agosto de 2012

A un comedor abandonado



A un comedor abandonado
le cerraría sus cortinas y lo dejaría dormir.
Un comedor abandonado
con una ventana entreabierta y rota
con tallos ancestrales y mustios
y algunos besos rojos sobre una servilleta mustia.
Un comedor de paredes oblicuas desgastadas por el hambre
una mesa de roble oscurecida por los vinos de la noche
un pasillo desvestido sobre un suelo de mármol
tocado por un respiradero de luz mágicamente
de voces que se añoran entre sinfónicos metales y lozas
de figuras humanas que siempre se encuentran ausentes
y abrazadas de memoria para no caer
por el agujero fantástico del tiempo.

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