Por
la boca de un viento terrible
saltó
a la vida mi cuerpo de barro y vientre
como
un latigazo de pavesas deshojadas
sin
orden al principio en alegría revuelta
de
choques infantiles contra la insensatez del mundo
que
al erguirse en una evolución quimérica
formaron
las más amadas figuras
ellas,
el centelleo veloz e intrincado de mi vida,
rápidamente volvieron a caer
acongojadas
y grises al amasijo de la profunda tierra.
No
lloremos la vida que se extingue,
no
lloremos el amor que se acaba,
llorar
sólo ensombrece el resplandor de nuestro instante.
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