domingo, 22 de julio de 2012

Si me dejaras



Si me dejaras ahora, ahora mismo
lloraría
lloraría
como siento que llora el mundo
toda vez que gira y gira
sin poder olvidar
ni olvidar
algo
que llora.

2 comentarios:

  1. De mi diario de viaje por el mundo que gira del otro lado cuando dolió dejar libre...

    Qué duele entonces en el sollozo de semejante espectro. Duelen por cierto todas las diferencias, duele que por esas sumas y restas el otro no sea aquél una vez más. Duele que por ello tuviera que asomar la sombra de tan luminosa ilusión para defender al mundo de otra quimera. Duele que en la partida se va todo menos las imágenes que alimentan el brío. Todo se queda vacío, excepto la memoria, por la que vamos vagabundos mendigando con furia y manoseando nuestra tristeza.

    Esta pestilencia de los días me hace saber más de mí mismo, del anverso.

    Sé que la forma de mi "amor" anida en el mantillo emocional que riega todo lo que soy cuando creo que estoy amando, cala todo lo que siento, casi siempre oculta a mi conciencia una parte demasiado importante de la información sobre la consistencia de la libertad del otro, el aviso que me haría comprender su esencial independencia, algo que me haría amarle con autenticidad si consigo respetar la soberanía que se extiende en los campos rebeldes de toda persona. Ese mantillo es el que suele acabar, a poco de conocer a alguien, con aquello de su naturaleza que me pareció más amable, con aquello que me enamoró. Porque amar no es sólo darle sazón al propio deseo aprovechando el entusiasmo que trajo su llegada. Amar es amar-le, es una inclinación hacia alguien por quien se siente una forma de predilección que no le aparta del mundo, pero que nos hace caer en la cuenta de que ese alguien ya vive apartado, desde siempre, siendo por ello especial. Esa propensión pierde para mí su indomable encanto, al inmolarlo en el fuego de un ego sediento de sacrificio, sometiendo la combustible seducción del primer momento al acervo de mis dominios, donde amenaza la osadía de dar ley a una relación, sin establecer un diálogo reverente con su soledad, la de uno a quien dirijo eso que yo pienso que es una ilusión honesta y natural.


    Lo que sé de él. Que pudo sostener un puñado de imágenes de mi autoría. Intimidad con un desconocido. Quien desapareció no tiene nada que ver con el que yo creía estar conociendo.


    Me pregunto en este mediodía si puedo arrojar al mundo un amor que se quedó encendido, pese a la lluvia. Me lo pregunto sabiendo que en otros atardeceres, como en este que me espera con el avance de las horas, han agonizado y agonizan todas las fantasías de mi supervivencia. Entonces no hay más, sino morir para continuar.

    De cualquier manera, nada arderá por mucho tiempo en una habitación inescrutablemente cerrada o bajo un aguacero.

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