sábado, 2 de junio de 2012

Sin límites



¿Desde dónde mirar el cielo?
Cuando empuja abajo al águila blanca
la densidad marmórea de la nube negra
ahoga su ansiedad de alturas.
Al dormir atravieso la opacidad de las nubes de la muerte,
¡cuántas veces el vértigo me ha detenido de volar más alto
dormido!
entonces despierto y me aliento:
¡heme aquí más alto que nunca!... ¡Vuela!
Y vuelvo a dormir y a despertar sin pausa
como un endemoniado que busca en el cielo y el infierno
al creador de Dios y del Demonio.
Atravieso por el pecho ángeles custodios al viajar más alto y más alto,
ningún temor, ninguna ciencia, ningún hígado prometeico
me detendrá de ir más alto, de calar más hondo,
de anular los límites más sagrados y malditos
aunque al volar más alto corra el riesgo de caer tan bajo
que una eternidad cayendo acabe al fin contra el fondo de la nada,
yo.
¿Adónde podría aventurarme si ya la tierra no es suficiente?
Navegar o levantar el vuelo en otras cóncavas naves,
bajar al fondo del abismo líquido
o subir hasta destruir los límites del mundo
ya lo cometió el homínido impunemente.
Harta ya de sus propios límites
la humanidad ansía destruir su mundo para forzarse a superarlo.
Harto yo de las fronteras de esta humanidad ansío destruirla en mí
para superarla,
estúpida y tuerta que ve la mitad y entiende lo que quiere.
--¡Que no sea yo tan estúpido y tuerto
para destruir lo que quiero!

¿Hasta dónde podré arrebatar mi cuerpo y mi alma
sin destruir esta deforme y fascinante humanidad?

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