domingo, 13 de mayo de 2012

CRISANTEMOS GRANATES



Marta se inclinó con dificultad hasta el suelo y con un paño viejo secó cuidadosamente el piso de madera. Dejó el trapo a un lado, se pasó la mano por su pelo blanco y suspiró, mientras contemplaba el macetero florecido desde donde había caído el agua. Su vista se deslizó por encima de los pétalos de sus crisantemos granates. Buscó allá arriba a su Dios, buscó las nubes rojas que corrían como niñas risueñas al atardecer, buscó a su esposo que tanto la había mimado cuando aun los hijos lo llenaban todo, pero sólo encontró la fría columna de cemento de un edificio reluciente de nichos que ascendían en ascensores hacia el cielo y el sol.

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