Cuando ya no tenga qué comer, ¿qué haré?... ¿Me haré parte de un grupo de carroñeros y caníbales para seguir satisfaciendo mi estómago delirante?... ¿Vagaré por las calles listo para matar o morir? ¿Me haré parte de esa horda de zombis que deambularán sin sentido sobre la tierra magra y estéril?... Sólo comer, sólo matar para que nadie compita con mi ansia de seguir viviendo en beneficio de la especie individualizada en mí. ¿Te comeré a ti, que me leíste un día con una amable sonrisa? ¿Me comerás a mí, a quien leíste un día condescendiente y amigo?... Yo no a ti, por cierto.
Sonarán las sirenas de las ciudades acosadas por algún inexistente enemigo, y yo dudaré si correr o dejar que Aquello se llegue a mí, de una buena vez para siempre… Entonces, amigo, no quedarán más que dos caminos, más que dos decretos supremos: matar o morir. Quizás yo mate en un arrebato desesperado por salvar a alguien amado; quizás yo mate simplemente a un zombi desafiante, pero no seguiré matando… Me iré tan lejos adonde la muerte me persiga a la distancia, y aun así, de alcanzarme como la mejor de las cazadoras, yo en un acto postrero me mate junto con ella a mí mismo. El ángel de una tierra prometida.
José Ramón
ResponderBorrartu poesía de cálidos y sutiles trazos
me deja sonriente y vivo
sentados ante una mesa
servida de vino y flores
para bebernos las flores
y contemplar el vino.
Gracias por tu amable visita
y de seguro seguiremos juntos
por este zargazos de la poesía
por estos laberintos digitales
que acercan sueños y estertores.
Un abrazo
Para mí la poesía debe inquietar el lenguaje y remover algo por dentro,con tus palabras me pasa algo así, y eso es buenísimo.Un placer visitarte amigo.
ResponderBorrarUn abrazo también para ti, Pepi. Esa es la cualidad de la poesía, movernos por dentro y acercarnos a nuestros afines. Gracias por tu comentario.
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