jueves, 11 de agosto de 2011

¿SE AVECINA NUESTRA EXTINCIÓN?



Después que Dios --o como quiera llamársele-- decidió destruir a los grandes saurios del cretácico terciario y diseñar una nueva evolución, pensó seguramente que esta vez la hipertrofia predadora y consumista disminuiría a su mínima expresión. Para ello, inventó la libertad y ciertas germinales capacidades biológicas y síquicas que la permiten. Sin embargo, ahora que culmina una nueva era de hipertrofia predadora de la especie humana, la cual se encuentra a punto de hacer colapsar el hábitat planetario, tendrá Dios que destruir a este nuevo fraude, a este nuevo fiasco con aires ampulosos de divinidad, y dedicarse a idear un diseño mejor. Yo no me resisto a morir si ello facilita el recambio.

3 comentarios:

  1. Los males de la sociedad actual no los han generado los pueblos, sino los clases dominantes, las grandes corporaciones empresariales y energéticas que con sus monstruosas maquinarias publicitarias han generado en la población mundial necesidades artificiales que han pasado como por arte de magia a convertirse en primarias; de ahí, ese afán consumista tan depredador, contaminante y destructivo para la biosfera; aunque no para el planeta Tierra, que seguirá girando y girando durante miles de millones de años, con o sin vida, hasta que sea tragado por el Sol, que en su lento proceso agónico de estrella amarilla
    irá pasando por distintas etapas hasta convertirse en una gigante roja.

    Pero lo importante de todo esto es que yo como especie no estoy dispuesto a dejarme extinguir sin luchar contra las causas que pueden ocasionar este horrible suceso. Y así piensan cientos de millones de personas en el mundo, porque nuestro destino no está escrito.

    Además, otra cosa te digo: los dioses en todo esto nada tienen que ver, porque no son ni los autores de nuestra existencia ni de nuestra destrucción. Sí que en algún momento de la historia de la humanidad los mitos, las creencias religiosas tuvieron mucho significado para explicar todo aquello que los seres humanos desconocían del mundo. Pero con los enormes avances de las ciencias (explican el origen y lla creación del universo y la evolución de las especies y del ser humano sin la intervención de mano divina alguna) y en pleno siglo XXI, las religiones, los dogmas de fe y la existencia y creencia en un ser divino carecen de relevancia y de sentido. Que sigan existiendo las tres grandes religiones monoteístas se debe a que la historia arrastra muchas inercias difícles de eliminar, sobre todo cuando están aliadas con el poder.

    En este último escrito de punto y final para el ser humano te contradices con algo que expones
    en tu perfil: "creador de nuevos y mejores mundos de humanidad". Por tanto, no te veo dispuesto a desaparecer, porque dejarías de crear.

    Salud y República, compañero.

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  2. Voy a responder lo mejor posible a tus interesantes observaciones, compañero Durruti. Primero, cuando hablas de diferencias entre clases dominantes y pueblo, pareciera que estuvieses estableciendo una distinción de especie, una distinción irreductible entre dos clases humanas más que sociales. Bastaría que sólo te representes como se comporta el “pueblo”, es decir, cualquier individuo humano antes de adquirir un alto nivel de poder e influencia social, una vez que adquiere poder e influencia: se comporta igual que cualquier empresario y depredador capitalista. No existe el ser humano de casta o clase intrínsecamente superior o inferior. Todos los seres humanos son antropológicamente depredadores, lo cual se potencia al máximo cuando se le ofrecen instrumentos de poder (autoridad, dinero, armas, etc.).
    Segundo, el pueblo, la gente con escaso poder y recursos, no obstante depredan en pequeña escala cuando consumen más del mínimo que se requiere para vivir satisfactoriamente. Esto lo hacemos casi todos los seres humanos. Sin embargo, puesto que los “pobres” de la Tierra deben de sumar unos seis mil millones aproximadamente, entonces la suma de pequeñas destrucciones de los recursos planetarios que realiza “el pueblo” alcanzan niveles inmensamente mayores de lo que pueden hacerlo los empresarios y ricos del planeta. ¿Contra quién tienes que luchar entonces?... Yo digo que ni contra los ricos ni contra los pobres, sino contra la miseria mental y sicológica del ser humano como especie. Debemos luchar para expandir la inteligencia humana; para temperar las emociones intradestructivas, y desarrollar capacidad para sentimientos solidarios, tolerantes y empatizantes; debemos luchar para crear visiones de realidad constructivas, creativas y armónicas con la realidad natural; debemos despertar capacidades que se encuentran en potencia o simplemente crearlas a partir de nuestra genoma humano.
    Salir a las calles a expresar el descontento es solamente un medio básico de la expresión de la opinión del humano, pero es cuestión de ver qué se logra históricamente con la lucha en las calles: precisamente nuestra civilización agonizante en la que nos encontramos ahora; porque no hemos sido capaces de encontrar mejores respuestas a nuestros masivos problemas que salir a las calles. No digo que esté mal, más aun, lo considero necesario; sólo quiero decir que no lograremos cambiar el destino que le hemos imprimido a la historia humana desde miles de años atrás. Las soluciones en las calles son pobres, incompletas y temporales. Pero no solamente las soluciones en las calles, sino también las soluciones institucionales ya no son viables: las calles y las instituciones están desacreditadas por la historia. Los acuerdos y las ganancias del descontento, del desacuerdo y finalmente del pretendido consenso, sobre las bases antropológicas, sicológicas y filosóficas que se han realizado hasta ahora en la historia humana, están irreversiblemente fracasadas. Si no creamos una nueva humanidad sobre bases biológicas, sicológicas e ideológicas radical y esencialmente diferentes de todo lo experimentado y propuesto hasta ahora, ESTAREMOS CONDENADOS A LA EXTINCIÓN.
    (continúa en el siguiente comentario)

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  3. Durruti:
    Tercero, el hecho de que los dioses no se nos muestren, como se dice que lo hicieron a nuestros antepasados míticos, no permite la inferencia necesaria de que no existen. Esa visión paternalista y racionalista hacia los llamados “pueblos primitivos”, es equivalente a la visión paternalista y brutal del hombre contemporáneo para con los animales, a quienes considera también inferiores. Grandes antropólogos y sicólogos contemporáneos han demostrado que el llamado pensamiento mítico es en muchos sentidos más lúcido, eficaz y conciente que nuestro pensamiento racionalista y pragmático, probablemente el gran culpable de los defectos estructurales de nuestra civilización moderna antinatural. Así como también recientes estudios de sicología animal han permitido descubrir fascinantes capacidades cognitivas en animales que superan nuestros mejores niveles de inteligencia y raciocinio. Este es un tema ciertamente apasionante de conversar e investigar, por lo que por el momento sólo me atendré a este breve enunciado.

    Cuarto, en cuanto a mi contradicción, creo que no es tal, ya que soy coherente con mi certeza de que existen seres superiores e interdimensionales que desarrollan el programa de vida en la Tierra, y que cualquier decisión creadora o destructora de humanidad no nos pertenece sino parcialmente. Si nos extinguimos, ellos crearán una especie mejor, o no. Yo no me pertenezco sino en la medida que pertenezco antes a un Todo. Yo creo en la medida que soy creado.

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