martes, 23 de agosto de 2011

AL SALIR DE LA IGLESIA

José Francisco salió sonriente por la puerta de la iglesia mientras se despedía de sus amigos con un rápido apretón de manos. El día domingo lo ponía de buen humor. Además, sabía que en esa comunidad de cristianos todos admiraban su pulcritud y generosidad. En su corazón alegre maduraban las palabras cariñosamente admonitorias del cura, el tintineo de las campanillas prenunciando la comunión, el billete de docientos dólares que dejaba caer como maná dentro de la limosna, la precisión de la hostia en su boca, que limpiaba semanalmente de inquietudes su alma, y a su lado su mujer y cuatro de sus siete hijos, quienes también cumplían fielmente los mandatos del Señor. ¿Cómo no había de sentirse feliz al salir de la iglesia? Antes de partir, un último gran abrazo al cura que bendecía a cada uno de sus feligreses. El sol le dio de lleno en el rostro, pero eso no alcanzó a endurecer más que un instante su gesto, pues unos pasos más allá volvió a sonreír beatíficamente al observar estacionado pulcramente su nuevo Audi A8. Un hombre tullido sobre una silla de ruedas se le acercó y estiró su mano sucia y arrugada, mientras lo miraba suplicante. José Francisco, sin dejar de sonreír, metió su mano en el bolsillo y al sentir sólo billetes en él, se quejó: “Perdóname, pero no tengo monedas.”

2 comentarios:

  1. Bien Rodrigo: Esta es nuestra lucha: Hincar en lo cotidiano para modificarlo. Dicen que Diós le dió voz a los poetas para que hablen lo que otros callan y eso es lo que tu haces con entradas como esta. Un relato limpio pero que lleva una gran denuncia de clases. Sigue así Un abrazo amigo

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  2. Querido Daniel: no te imaginas la alegría que me das cuando encuentro a un poeta amigo con esta lucidez. Porque abundan los poetas que se entierran en palabras para fingir una realidad que te aleja de la realidad de todos , e incluso de la verdad de uno mismo, que uno debe descubrir pero al mismo tiempo crear en uno mismo. La poesía nuestra no es un divertimento ni un lujo superfluo para satisfacer emociones momentáneas y egoístas. La poesía nuestra es un choque desafiante y amoroso con eso que se aparece por todos lados...

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