domingo, 17 de abril de 2011

A PABLO NERUDA


Yo estuve en tu casa, Pablo. Y aunque nunca recibí una invitación en un pétalo de plata quise golpear a tu puerta, por ver si tu alma de poeta para siempre murmuraba versos en la Isla de tus maderos y rocas, de tus salares de aguas verdes y espumas minerales. Yo acudí a un llamado del alma, a un llamado de caminos de arena, de pinos y estrellas mojadas en besos y sueños, que al leerte se vuelven amantes eternos.

Yo estuve en tu casa, Pablo, pero ya no era tu casa, sino encrucijada de multitudes. ¿Era un palomar de amigos palomas que invocados de todo el mundo se hermanaban al fin en esta Isla Negra tierra y morada? 

No me dejaron entrar. Eran filas humanas que querían husmear en el ojo de tus cerraduras, en tus vidrios marinos, en tus caracolas rosadas, para arrancar como en una hostia mordida un pedazo de las carnes de tu vida. Eran los hombres y las mujeres que venían a pagar con un billete más el mall de tu rentable poesía.

Pero yo me quedé afuera, abrazado a un cuerpo de mujer, mirando el mar.

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