viernes, 29 de abril de 2011

LA CENA DE LOS AMANTES


Dos risas alegres brincaron orquestadas desde las cañas hacia el cielo intensamente azul. Dos cuerpos a la carrera salpicaron de gotas brillantes las orillas del río. La joven huía gritando de los brazos extendidos de su amado. Bajo las trenzas del sauce cayó su cintura apretada entre los líquidos brazos del hombre. Por la otra margen del río un grupo de gansos salvajes aleteó sonoramente. Se besaron, se amaron y al fin se quedaron mirando tendidos sobre la hierba. El sol los dejó dormir a la sombra por un largo rato.
La joven mujer jugó con su pelo sobre la cara del hombre hasta que él se despertó. Volvieron a reír. Volvieron a besarse, y después de susurrarse frases entrecortadas por caricias y besos, se sentaron para satisfacer  otro instinto: su hambre. De la cesta de mimbre ella sacó el pan, el queso y las copas. Amarrado a una de ellas por un lazo rojo descubrió un pequeño papel. Suspiró, anticipando otro dulce mensaje de su amado:
“Cuando comiences a leer estas palabras y te dispongas a beber con tu amante, yo estaré muerto de un disparo sobre nuestra cama matrimonial.”

domingo, 17 de abril de 2011

A PABLO NERUDA


Yo estuve en tu casa, Pablo. Y aunque nunca recibí una invitación en un pétalo de plata quise golpear a tu puerta, por ver si tu alma de poeta para siempre murmuraba versos en la Isla de tus maderos y rocas, de tus salares de aguas verdes y espumas minerales. Yo acudí a un llamado del alma, a un llamado de caminos de arena, de pinos y estrellas mojadas en besos y sueños, que al leerte se vuelven amantes eternos.

Yo estuve en tu casa, Pablo, pero ya no era tu casa, sino encrucijada de multitudes. ¿Era un palomar de amigos palomas que invocados de todo el mundo se hermanaban al fin en esta Isla Negra tierra y morada? 

No me dejaron entrar. Eran filas humanas que querían husmear en el ojo de tus cerraduras, en tus vidrios marinos, en tus caracolas rosadas, para arrancar como en una hostia mordida un pedazo de las carnes de tu vida. Eran los hombres y las mujeres que venían a pagar con un billete más el mall de tu rentable poesía.

Pero yo me quedé afuera, abrazado a un cuerpo de mujer, mirando el mar.

domingo, 3 de abril de 2011

ÚLTIMA PREGUNTA (Microrrelato)



El ojo infernal, la trompa de acero o el ariete de un cuerno mortal me apuntó a la frente. Me pregunté si dentro de ese monstruoso carro de carnes de acero latía aún un corazón humano y una consciencia libre. Y en esa pregunta me jugué mi vida. Yo al menos era un alma desnuda que tiritaba de esperanza, sentada sobre el asfalto húmedo de la calle. Yo era todo lo hombre que una mente abierta al sufrimiento humano puede resistir. Sentado búdicamente en el límite de la vida, desafiante como un palo de fósforo encendido en el instante supremo de develar la perversión humana, de comprender a costa de la vida donada incluso al angustiante hondor de la muerte, por qué los hombres matan a los hombres cara a cara, hasta mirándose a los ojos… Y en ese instante vi venir la humanidad entera en la forma de un proyectil de fuego hacia mi frente.

EL AMOR SE MUERE (Microrrelato)



Cerramos por última vez la puerta de mi casa, yo por dentro, tú por fuera. Te marchaste sorpresivamente como un avión tremolante que al levantar su torneado cuerpo de paloma sobre la pista explota en llamas y desaparece de la realidad en una alucinante bola de fuego y humo. Recorrí la casa machacando con mis pies desnudos los pétalos marchitos de nuestras amadas rosas enterrados bajo el piso de la casa. Las aguas primordiales, revolcándose entre espuma negra y angustiosa, se alzaron desde la cuenca del lejano mar para venir a golpear sin razón mis ventanales, subiendo como enredaderas de agua por los muros. Sólo resistieron los bastiones del cerebro hasta que llegó la primera noche, y estallaron en llanto.